Armero, la toma del Palacio de Justicia, los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, así como el 5 a 0 de Colombia ante Argentina hace veinte años y el Nobel de García Márquez fueron noticias que impactaron al país.
Pero ¿cómo se comunicaron esas noticias? ¿Quién estaba detrás del micrófono y cómo lo afectó o impresionó? ¿Le hubiera cambiado algo o se dio cuenta de un detalle que en el atafago del oficio pasó por alto?
De Macondo a Estocolmo
Comenzamos con uno de los eventos que nos hicieron henchir el pecho de orgullo: el Nobel de García Márquez. Quizás la mejor manera de entender este hecho la explica Daniel Samper Pizano: “Colombia era un país al que siempre le faltaban cinco centavos para el peso. Todos nuestros triunfos eran morales… García Márquez nos enseñó a ganar”. Aunque Juan Gossaín explica que el pionero de los triunfos en Colombia fue Antonio Cervantes, Kid Pambele, quien el 28 de octubre de 1972 se coronó campeón de la categoría welter junior, el primer boxeador colombiano en conseguirlo.
Pero volviendo al Nobel, por tradición el segundo o tercer jueves de octubre lo conceden y se comunica al mundo el nombre del ganador. Desde hacía unos años García Márquez estaba entre los candidatos, “ese día madrugué a Caracol Radio”, que quedaba en la avenida 19, cerca al Parque Bavaria, cuenta Juan Gossaín. Se sentó en la cabina del teletipo, por el que llegaban las noticias internacionales, sobre las siete de la mañana repicó la campanilla excepcional de los grandes acontecimientos.
¿Que hizo cuando supo la noticia y debía sacarla al aire?
Subí corriendo los tres pisos de escaleras, llegué jadeando a la cabina, donde un locutor transmitía la "Cabalgata Deportiva Gillette" y lo interrumpí. "García Márquez, premio Nobel", exclamé, a punto de ahogarme. "García Márquez, premio Nobel".
La emoción producida por el impacto de la noticia se sintió en todo el país, Gerald Martin contó que “los taxistas en Barranquilla al oír la noticia hicieron sonar las bocinas de sus automóviles al mediodía, pues consideraban a García Márquez como uno de ellos”.
La única pregunta que le haría de nuevo a García Márquez es porqué aparece el pueblo de San Bernardo del Viento en sus obras de juventud, comenta Gossaín.
Y el viaje a Estocolmo, ¿qué tal fue…?
Por esa apoca Juan Gossaín era uno de los buenos reporteros bajo la tutoría de Yamid Amat, quien lo incluyó en el equipo que viajaba a Estocolmo a transmitir la premiación. Por física coincidencia, en el aeropuerto Barajas de Madrid hizo el trasbordo en el mismo avión en el que viajaban Gabo, su mujer y los amigos que habían llegado a acompañarlo: Plinio Apuleyo Mendoza, Alfonso Fuenmayor, Jaime Castro, Germán Vargas, además de unos músicos vallenatos que “hicieron el escándalo más grande”, agrega Gossaín que “aquellos suecos del avión nos miraban como los animales más raros del mundo”.
¿Qué es lo que más recuerda de la noche de celebración después de la ceremonia?
Lo que más recuerdo de las noches de celebración es a Rafael Escalona que se protegía del frío polar de diciembre con el abrigo negro más largo y más viejo que he visto.
¿Y lo más jarto de esa semana de celebración en Europa…?
Con Yamid y mi novia de entonces, Margot Ricci, regresamos en tren de Estocolmo a Copenhague y de allí a París. En el vagón me robaron dos mil dólares, que eran todos los ahorros de esta vida, y que los cargaba conmigo a todas partes porque no tenía dónde dejarlos guardados.
La fiesta y el desenguayabe del 5 a 0
El milagro de fútbol colombiano tiene fecha, lugar y hora. El domingo 5 de septiembre de 1993 en el estadio Monumental de Núñez, en la ciudad de Buenos Aires. El marcador de ese partido quedó inscrito como una marca indeleble, que el paso de los años lo ha convertido en mito. El partido definitivo para clasificarse al Mundial de Fútbol de 1994 tenía el antecedente de un equipo argentino derrotado en Barranquilla tres semanas atrás. El Heraldo registró en sus páginas cómo los jugadores gauchos se liaron a puñetazos con varios hinchas que los fustigaban y se burlaban sin piedad de ellos en el aeropuerto Ernesto Cortizos.
Hernán Peláez cuenta que una palabra resumía el ambiente en aquellos días: “revancha”. “Recuerdo que la selección Colombia se alojó en un hotel americano, costoso, con Maturana nuestra selecciones aprendieron a viajar y vivir en las mejores circunstancias”.
¿Cómo estaban los jugadores antes del partido?
En un entrenamiento el ‘Tren’ Valencia se lesionó en un choque accidental. Fui hasta donde estaba, me arrodillé y le dije, “negro cuidado con aflojar y mamarse de este partido…”.
Tras el partido, cuando salían para el aeropuerto de Ezeiza vio la portada de 'El Gráfico': la cubierta de negro y escrita en letras blancas y mayúsculas ¡Vergüenza!
Guillermo Díaz Salamanca, que no conocía la ciudad porteña se dejó guiar por sus dos compañeros de viaje: Peláez y Edgar Perea. Fue una buena decisión, pues los dos habían viajado tanto allí que hasta se sabían el menú de los restaurantes, como ‘Arturito’, ‘La Estancia’ o ‘Las Nazarenas’. “No había más tema, adonde llegábamos nos decían que nos iban a ganar”, me cuenta Díaz Salamanca. “Ah y cómo olvidar al negro Perea con toda su metalurgia colgante, que causaba admiración”, agrega.
¿Cómo era el ambiente aquel domingo?
El ambiente era tan denso y difícil que no parece posible que los muchachos nuestros lograran lo que lograron. Me cuenta Díaz, mientras que Hernán Peláez recuerda un minúsculo grupo de hinchas colombianos que envueltos en banderas llegaban a sus puestos. “Aunque en el fondo sabíamos que el repechaje era un escape a la tensión”. Vinieron los goles de Rincón, Asprilla y Valencia que dejaron al estadio en silencio y el banco de Argentina entre la incredulidad y la tragedia.
¿Qué decía la gente ante cada gol que anotaba el equipo colombiano?
Cuando el partido iba dos a cero, recuerdo que un hincha argentino se paró y gritó “¡Maten al negro Asprilla!”, cuenta Hernán Peláez.
“No se imaginan el vuelo de regreso Bogotá, con la selección y casi todos los periodistas a bordo, en medio de un guayabo atroz y una sonrisa de felicidad de oreja a oreja”, recuerda Díaz Salamanca. Peláez cuenta que Pacho Santos parecía un niño pequeño, preguntando, entrevistando a los jugadores. El whisky y el champagne abundaban. Más adelante Darío Arizmendi se comunicó con la cabina del avión, Díaz Salamanca hizo reportería hasta que se le salió el colombiano y al aire y a nivel nacional gritó “¡Viva Colombia hijuep…!”.
El final de la historia es trágico. Eduardo Arias cuenta que aquí “nos alegramos hasta matarnos de pura alegría”. Hernán Peláez después del asesinato de Andrés Escobar decidió no volver a entrar a un estadio de fútbol en Colombia.
¿Cómo resumiría esos meses de fiesta y dolor?
El 5-0 fue fiesta, la celebración un carnaval. Pero el desenguayabe en el Mundial fue muy amargo.
La toma del Palacio...
Noemí Sanín me propuso: “Si Juan Gossaín acepta interrumpir la trasmisión, ¿Usted también acepta?”, cuenta Yamid Amat en una entrevista hace un par de años María Isabel Rueda. Agregó que “Ninguno cayó. Entonces simultáneamente nos ordenó transmitir un partido de fútbol”. El partido que se transmitió la noche del 6 de noviembre de 1985, cuando varios tanques del Ejército cumplía la orden de tomarse el Palacio de Justicia a sangre y fuego fue Millonarios contra el Unión Magdalena. Mientras el equipo capitalino ganaba en estadio El Campín, las llamas consumían el palacio y se llevaba consigo la vida de magistrados, empleados y personal que por fatalidad estaban ese día en Palacio.
Yamid recuerda que cuando comenzó la transmisión, cerca del mediodía, Yesid Reyes, hijo del presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes Echandía, se fue para los estudios de Caracol Radio. Desde allí habló con su papá. “Reyes dijo entonces al aire “Este mensaje se lo envío al presidente Betancur. Si no me pasa al teléfono, ¡Me van a matar!, ¡Punto!”. Mientras Yesid Reyes llamaba desesperado a Palacio de Nariño, Betancur nunca pasó… “Sólo pasaba Noemí Sanín, que le decía que estaban en concejo de Ministros, que llamara después…”.
Ramón Jimeno en sus investigaciones explica que los magistrados de la Corte Suprema murieron con balas del ejército, estaban encerrados en el baño de cuarto piso, junto con lo que quedaba del Comando del M-19 .
Juan Gossaín, en ese mediodía tomaba la decisión más difícil para un director de noticias: Tony Pombo, un muchacho que era redactor económico le dijo a su jefe que un pariente suyo, un alto militar, le acababa de contar que se iban a tomar el Palacio de Justicia por los techos.
¿Vamos a dar la noticia? Le preguntó el joven reportero.
Déjenme pensar cinco minutos, le contesté. Ese fue el momento más terrible. Decidí que la noticia no iba. Primero porque podíamos hacer un daño monstruoso, si dejaba de contarlo, no le estaba negado ninguna información al país.
Ocho horas después de que Juan Gossaín decidió no publicar la noticia Noemí Sanín le dio el ultimátum a Yamid Amat: “Si usted no se calla, le doy orden al Ejército de que se tome las instalaciones de Caracol”. Amat le contestó sin titubeos: “Haga usted lo que quiera, pero no me dejo silenciar”.
Queda la incógnita si Betancur hubiese pasado al teléfono al aire en medio de la desesperación del magistrado. “Tal vez no hubiese muerto, pues el M-19 quería hacerle un juicio a Betancur”, agrega Yamid Amat.
¿Y qué pasó con el joven reportero de Juan Gossaín?
Tony Pombo, con la inocencia de los pelaos vino y me dijo, ¿Se da cuenta? No me dejó echar la noticia y lo mismo hubo 200 muertos. “! Sí, Pero no por cuenta suya pendejo ¡”. Esa es la diferencia.
“¡Armero se acabó!”
A las seis de la mañana –dice Yamid Amat- yo estaba trabajando en ‘6am,-9am’ de Caracol, cuando el piloto de una avioneta llamó a la cadena para decirme. “Yamid, Armero se acabó”. Entonces lo puse al aire y lo entrevisté. Un día antes, el trece de noviembre de 1985, la noticia de una inminente erupción del volcán Arenas en el Nevado del Ruiz, que desbordaría las aguas del río Lagunilla, era apenas un rumor. Esa tarde algunos precavidos o preocupados por el cuchicheo buscaron a las autoridades pero nadie les paró bolas.
Leopoldo Guevara, era el Presidente de la Defensa Civil de Venadillo fue quien llamó a Yamid Amat y el primero en contar la noticia al país. “Al entrar, a las 5 y 40, vi el panorama más aterrador: miles de brazos se movían en señal de auxilio, algunas personas estaban sobre los árboles, habían muertos a lo largo y ancho de la zona”.
Yamid Amat fue el primero en comunicar la tragedia de Armero, así como el avión de Avianca que en 1989 explotó en el aire por orden de Pablo Escobar .
-Señor, ¿Qué es lo que me quiere decir?, preguntó Yamid.
-Que Armero se acabó
-¿Y usted cómo lo sabe?
- Porque acabo de sobrevolar y no se ve sino lodo, lodo y lodo.
No le creyeron. Porque parecía imposible que fuera verdad lo que nos dijo al aire. “¿Cómo va a desaparecer un pueblo entero –me dije-, que es grande y tiene como 30 mil habitantes?”, me cuenta Juan Gossaín. Agrega que “Y desde aquella mañana vivo pensando que ojalá Guevara se hubiera equivocado”.
Para Guevara lo más difícil fue cuando le cortamos los brazos y las piernas a la gente para poder salvarlas, varios atrapados les decían que los dejarán morir ahí.
¿Cuál es la imagen que más recuerda de aquella tragedia?
Se lo digo con el corazón en la mano: la única imagen humana que recuerdo de Armero es la de los ojos de Omaira Sánchez, tan tristes y tan dulces al mismo tiempo, tan serenos frente a la muerte, tan tranquilos, explica Gossaín.
Nueva York no iba a tener otro amanecer así
Pilar Castaño estaba en Nueva York y se alistaba para asistir a un evento de en la Semana de la Moda, cuando en el televisor que tenía encendido un breaking news la interrumpió. El vuelo 11 de la compañía American Airlines circulaba más bajo de lo normal sobre Mahnattan. Nadie reparó en ese detalle hasta que a las 8: 45 de la mañana, se estrelló contra la torre del World Trade Center. Quince minutos más tarde, un segundo avión, se estrelló contra la Torre Sur.
Su descripción de aquel día fue inolvidable. Estaba al aire Juan Gossaín mientras contaba al país del accidente. La noticia los cogió por sorpresa, la única persona de la cadena que ese día estaba disponible en la ciudad era Pilar Castaño. Desde la ventana de un rascacielos contaba lo que veía.
La extraordinaria transmisión en RCN Radio le valió a Pilar Castaño el Premio Simón Bolívar en el 2001.
Pilar estaba junto con otros ocho diseñadores colombianos cuando vio en la televisión el primer avión que se estrelló.
¿Cómo hizo para transmitir todo el día sin interrupciones?
Como no teníamos una base en la ciudad, sino en algunos lugares comencé a transmitir lo que veía y me contaban desde Bogotá.
¿Qué es lo que más recuerda de aquel día?
Que el mundo se iba a acabar. Que no habría mañana para todos. “Recuerdo los colores vivos, con mucha luz, a los que solo les faltaba las lentejuelas y el canutillo. Moda de alto vuelo”, contó Pilar en El Tiempo.
El 11 de septiembre del 2001 los ojos del mundo estaban puestos sobre Estados Unidos, y los del país sobre sus televidentes. Todas las cadenas de televisión emitieron las mismas escenas, una y otra vez, “incluso Discovery Channel y MTV interrumpieron su programación habitual para enlazar la cobertura de los ataques”, cuenta Edgar Téllez, uno de los editores de El Tiempo de aquel año.
La noticia en Colombia se cubrió de una forma curiosa. Juan Gossaín dijo al aire aquella mañana que la culpa de que el segundo avión se hubiera estrellado contra el World Trade Center “había sido del piloto: este se despistó al mirar las llamas que salían de la primera torre”. En tanto, Yamid Amat, dijo en Caracol Radio que eran ocho los aviones que estaban perdidos en el cielo estadounidense.
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Dom, 01/09/2013 - 16:06
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