Jorge Franco: “Yo no puedo escribir sin inventar”

Mié, 02/07/2014 - 10:38
El tono suave y tranquilo, ayudándose con el movimiento de las manos, no delata los torbellinos y tormentas que describe en sus novelas y que lo consagran como uno de los mejores en el continente, el
El tono suave y tranquilo, ayudándose con el movimiento de las manos, no delata los torbellinos y tormentas que describe en sus novelas y que lo consagran como uno de los mejores en el continente, elogiado por el propio García Márquez. Jorge Franco, ganador del premio Alfagura, admite que no puede escribir sin inventar. Lo suyo -rotundamente- es la ficción. Leer una de sus novelas es ver una película. Y ahí están los éxitos literarios que lo atestiguan: 'Rosario Tijeras', 'Mala noche', 'Paraíso Travel', 'Melodrama', 'Santa suerte'. Y la novela recien galardonada 'El mundo de afuera'. “Cuando yo escribo, escribo en términos estrictamente literarios, pensando en el lenguaje, en la estructura de una novela. De hecho, cuando lo hago en primera persona creo que eso ya está tomando distancia de una adaptación cinematográfica, porque la primera persona es complicada para adaptar. Lo reconozco, hay una influencia muy fuerte del cine en mí, no solo porque lo estudié, sino porque soy amante del cine, desde niño me ha fascinado; entonces creo que toda esa descripción, toda esa cantidad de situaciones que ocurren en mis historias, la cantidad de diálogos que tienen, hacen que sean textos que encuentren fácilmente eco en quienes buscan historias para adaptar al cine”. "El mundo de afuera" es el relato de los primeros tiempos del narcotráfico en Medellín? Tiene un impulso real de una historia que sucedió en Medellín en los años 70, aunque por supuesto yo como novelista tomo mucha distancia de esos hechos, los utilizo como impulso inicial. Es una historia de dos hombres que viven en situaciones extremas y opuestas, uno es adinerado, vivía en un castillo, una mezcla entre lo gótico y lo medieval, del cual yo fui vecino. Imagínense lo que es para un niño de seis, siete años, tener de vecino a un hombre que vivía en un castillo, que se transportaba en una limosina, que tenía pajes, un castillo rodeado de jardines muy grandes al estilo europeo. Y esa historia va en contraposición contra la de un hombre de extracción popular que es el líder de una banda de atracadores que van a incurrir por primera vez en un secuestro. Este hombre se ha obsesionado por la hija del dueño del castillo que es una niña, casi adolescente, que vive sobreprotegida de ese mundo de afuera, de un Medellín que aunque era tranquilo, era idílico, en el que jugábamos los niños hasta altas horas de la noche en la calle, ya comenzaban a sentirse unos avisos de lo que iba a venir más adelante. Entonces este señor encierra a esta niña en el castillo y ella para protegerse de la soledad y de la sobreprotección inventó un mundo de fantasía en un bosque. Yo transito un poco en esa historia, como lo dijo el jurado, me muevo como entre los Hermanos Grimm y los Hermanos Cohen, porque por un lado está como el tono de cuento de hadas, de la fantasía, y por el otro lado el realismo crudo de lo que está sucediendo en Medellín en esos momentos. ¿Y qué pasa con la niña?, se pregunta uno. La niña se convierte en la obsesión de este bandido que quiere tenerla y la quiere para él, él la fisgonea desde los linderos del castillo y sabe su vida prácticamente de memoria, y teje sueños con ella... ¿Una niña de qué años, de cuántos años? Pues la historia comienza con ella muy niña, como a los seis, siete años, y cuando termina más o menos cuando ella tiene 15. Y bueno, cuenta una historia de amor también... Esta es la historia, la he descrito como la víspera de una época violenta, porque todavía no se menciona la palabra narcotráfico. Hablo de un Medellín en el que todavía ni siquiera aparecían la palabras mafioso y narcotráfico. Como lo dije ya, comenzaban a verse unas fisuras en la tranquilidad que vivíamos. Comenzaban a sentirse ciertos movimientos que este señor dueño del castillo percibe y por eso sobreprotege a su hija. Esta es una historia con un poco de obsesión, con historia de amor... Mucho se habla sobre intereses de las empresas editoriales que amañan la entrega de los premios. ¿Por qué no el suyo, recién obtenido? Cuando me llamó a las 5 de la mañana Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara para España y América, a darme la noticia…yo comienzo a sudar, a tartamudear, no sabía qué decirle. Ocurrió algo muy lindo también, y es que cada uno de los miembros del jurado pasó al teléfono y cada uno se refirió en términos muy lindos sobre mi novela; yo trataba como de responder algo pero en ese momento ya mi sistema nervioso estaba totalmente alterado. Es decir, no es una pantomima, no hay fingimiento… No, no, para nada. Eso fue una cosa de verdad muy limpia, el premio es un premio muy literario que se le ha otorgado incluso a escritores prácticamente desconocidos. De hecho, yo nunca había publicado para Alfaguara. Sucedió que a final de año había terminado la novela y vi que estaba abierta todavía la convocatoria y me dije ¿por qué no? ¿Por qué no esperar hasta marzo cuando se dé el fallo a ver qué sucede? Es una manera también de probar la novela. Se participa con seudónimo y con un título que no es el de la novela. Este oficio se aprende a escribir escribiendo. Digamos que uno aprende con la madurez y con el tiempo. Yo que he sido jurado he detectado en las primeras páginas de una novela cuando no hay oficio, cuando uno ve que es un autor muy novato y que realmente no tiene la experiencia. Jorge Franco, escritor colombiano ¿Es posible descartar una novela al leer las primeras páginas? Claro, y es que hay novelas que se descartan solas. ¿Es de suponer que su voz, su estilo, son fácilmente identificables por los expertos? Eso es algo que uno busca y forma parte del estilo en el tono de la narración, en los diálogos, en los personajes. También hay unas personas que lo critican, porque dicen que el autor comienza a repetirse. No estoy de acuerdo con eso, a mí me gustan los autores que "se repiten", porque si me gusta algo de un autor me gusta volverlo a ver en un libro posterior. Es el estilo propio y la idea es también crear un universo. Ese es uno de los grandes legados de García Márquez, es un escritor que mostraba un universo inconfundible. He tratado un poco de explorar por distintas áreas pero de todas maneras creo que conservo algunos rasgos en mi literatura que son constantes: el universo femenino, los diálogos, Medellín como tema, como lugar, eso es algo que estaba ahí y en esta novela nueva estaba desde la primera página. Creo que los jurados sabían que era la obra de un colombiano, y de un colombiano antioqueño. ¿Se puede escribir sin haber leído? Para mí sería imposible, completamente imposible. Siempre he dicho que el único requisito que hay para ser escritor es ser un buen lector. ¿Qué hace a un buen escritor? Es complicado porque además depende de cada autor. Eso es como una pregunta que siempre le hacen a uno cuando dicta un taller: ¿cuál es la clave, la fórmula para ser un escritor? Primero que todo hay que nacer con algo. Eso de que el escritor nace o se hace, creo que son las dos cosas. Se nace, hay que tener un talento para contar una historia, hay que tener ese don para contarlas, y por supuesto hay que leer mucho, hay que escribir mucho, y botar mucho papel, se madura escribiendo. Busco que haya una solidez en los personajes, que sean creíbles, que yo los sienta como muy de carne y hueso. Y hay algo que también me atrae mucho cuando leo textos de autores nuevos, que tengan...demonio. Que haya como una fuerza interior, como buscando una salida. Uno siente que hay un veneno adentro, un demonio que está buscando expresarse, buscando contarse. Cuando uno percibe eso en la lectura creo que por ahí puede haber madera. Hablando de Gabriel García Márquez, él dijo que usted es uno de los escritores colombianos a quién él deseaba pasarle la antorcha... Fue una frase muy generosa. La tomé como una frase para celebrar, para llenarme de confianza para escribir, pero al mismo tiempo una frase para olvidar en el sentido de que no quería que se me volviera un peso, un motivo de estrés a la hora de escribir, y más bien seguir escribiendo con más libertad. ¿En qué contexto la dijo? Fue una conversación muy de amigos, muy familiar. Él me había invitado a Cuba a la Escuela de San Antonio de Los Baños, escuela de cine y televisión, a dictar con él un taller que se llamaba "Cómo se cuenta un cuento", y en algún momento me presentó a un director argentino que se llama Fernando Birri, director de cine, y me presentó así. Yo quedé tan estupefacto que ni siquiera entendí que era para mí, y Birri me tuvo casi que pegar un codazo; "está hablando de vos" me dijo. Y eso que García Márquez era tacañito en elogios... Pues conmigo fue muy generoso, muy familiar. Recuerdo que me recibió en su casa de México un día domingo; estaba con su familia, sus hijos, sus nietos, y llegué asustado, ansioso de conocerlo, y él estaba enfundado en una ruana colombiana y sacó los brazos de la ruana, yo le estiré la mano para saludarlo y él me tiró de la mano y me dio un abrazo muy fuerte. Ahí rompió ese miedo que yo tenía... No miedo, esa ansiedad que tenía tan fuerte por conocerlo y ahí estuvimos toda la tarde de domingo charlando. Me imagino que los unía también el interés por el cine… En Cartagena estuvimos charlando un momento, un rato. Le interesaba mucho el tema del cine, él siempre fue un enamorado del cine al igual que yo, especialmente las adaptaciones de la literatura al cine. Creo que por esos días se había adaptado mi novela Paraíso 'Travel al cine', se iba a exhibir dentro del Hay Festival. Entonces hablamos de esa adaptación. ¿Cómo analiza usted a García Márquez cineasta? Creo que él era un enamorado del cine, del arte, pero no fue muy afortunado en las adaptaciones que se hicieron de sus obras. En realidad creo que fueron tal vez una o dos que fueron dignamente adaptadas, de resto... Tuvo más suerte con la televisión. A mí me gustó mucho la versión que se hizo en Colombia de "La mala hora" y "Tiempo de morir". Hubo una serie, creo que "Los amores difíciles", basados en argumentos de García Márquez... ¿Cómo vio la adaptación de El amor en los tiempos del cólera? Esa fue, para mí, fatal. No diría que es la más mala porque hay una que realmente no pude terminar que es la adaptación de "Memoria de mis putas tristes", esa adaptación cinematográfica realmente es dolorosa. Pero en general no fue muy afortunado; la figura de García Márquez tal vez imponía tanto respeto que los guionistas trataban de ser demasiado fieles a una obra que es básicamente lenguaje. Lo digo con cierta modestia tal vez faltó distancia, tomar más distancia de la obra para la adaptación cinematográfica. ¿Está complacido con la interpretación de su obra en cine y televisión? Sí, quedé contento, satisfecho con lo que tiene que ver con cine. En televisión me gustó. Hay algo con lo que siempre discrepo, la extensión que se usa en Latinoamérica y en Colombia para contar cualquier historia en televisión. Cualquier historia que esté rondando los 60, 80, 120 capítulos, necesariamente va a incurrir en muchas faltas y en muchos errores. Creo en las adaptaciones de televisión cuando son breves, y por eso esas de García Márquez al comienzo funcionaron muy bien. "La mala hora" fueron seis episodios, "Tiempo de morir" creo que fueron dos horas.
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