Un viaje largo por carretera -hora y media- para conocer a un personaje especial. El día es gris y la lluvia intenta bajar el entusiasmo por entrevistar a un ícono de la comedia que conozco desde hace 23 años a través de la televisión. Sólo tengo un vago recuerdo de verlo en persona, y se remite al seis de junio de 1996, fecha en la que las familias católicas, preocupadas porque llegaba el 'día del diablo' (6/6/96), decidieron en desbandada, bautizar a todos los niños que no habían recibido el santo sacramento. El ya famoso 'Don Jediondo' llegó sin ruana y sombrero, bajó de un vehículo rojo y se desplazó hacia la iglesia donde seguramente sería el padrino de alguno de los bautizados.
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No quise mencionarle esta fecha, pero la tengo como referencia porque siendo niño retuve en mi mente a Pedro González, un hombre que 18 años después me abrió las puertas de su nuevo negocio, un restaurante del que ya hablaremos, para contarme las bondades de ser un empresario y comediante exitoso.
Llego a la hora pactada, espero que baje. Me comentan que está resolviendo un tema de facturas, y mientras eso sucede, observo la decoración de este, uno de los 51 locales que tiene. No es como los demás, aquí hay meseros, el lugar es campestre y tiene una muy buena vista. Cuentan que es su consentido. Aquí comienza la conversación con el humorista, que tiene fama de tímido.
– Cuénteme cómo es Pedro González sin el 'Don Jediondo' puesto
– (Risas) Eso le preguntaban a mi tía, ¿cómo es usted sin el 'Don Jediondo' adentro? Como soy yo, una persona absolutamente normal, muy tímido eso sí. Le cuento a mis hijos que para poder enamorarme de mi esposa tuve que mandarle la razón con un hermano. Y no sé si es por la región. Uno a veces es como penoso. Pedro González es muy tímido.
Asegura que le ha dicho a sus tres hijos que la creación del personaje que lo hizo famoso es resultado de un talento que Dios le regaló, pero que dentro de todo, fue un mecanismo de defensa para vencer la timidez. ¿Qué puedo indagar sobre un hombre del que ya se ha escrito mucho? Apuesto por descubrir su secreto para el éxito. La suya está posicionada entre las 100 empresas con más ingresos en el país.
– Los negocios me los tomo muy en serio, a la hora de pagar sí me lo tomo en broma (risas). En el tema de las comidas me parece que es una responsabilidad. Cuando hay fiestas en la empresa que tengo, hay que relajarse y mamar gallo con los clientes, pero a la hora de la obligación con los trabajadores soy muy estricto con eso, con pagar todos los impuestos y con ayudar a todos los trabajadores que tengo.
Efectivamente, sus ojos denotan timidez, pocas veces te mira y en menos de diez minutos de entrevista Pedro González se convierte en el personaje que le ha dado todo el reconocimiento en el país. Chiste tras chiste trata de dar una respuesta seria y convincente. Lo logra.
Viste de manera informal. Camisa a cuadros, jean y unos zapatos de cuero café. Se toma una aromática. Los meseros y demás trabajadores del nuevo negocio, que acaba de inaugurar en Cajicá, tres kilómetros después de Centro Chía, lo tratan con mucho respeto, sin revolotear a su alrededor.
Lleva menos de seis meses con un un local a las afueras de Bogotá, al que le apuesta todo su tiempo libre.
– ¿Hace cuánto abrió su primer local? ¿Cómo le ha ido?
– Con María Eugenia Díaz, mi esposa, tomamos la decisión de aprovechar mis años dorados en la comedia para tener una renta. Esto fue en el 2005. La idea era comprar algo con la plata de las presentaciones de 'Don Jediondo'. Efectivamente, ese dinero lo destinamos para la cuota inicial de un local, fuimos a una constructora y nos ofrecieron un espacio en el centro comercial Imperial (Noroccidente de Bogotá).
La idea era arrendarlo, había que abrir el dos de diciembre del 2005 y 15 días antes, cuando teníamos el inquilino listo, se lo fuimos a mostrar y dijo: “No, el local no me gusta , eso está muy escondido y no va a entrar nadie”. Nos pegamos una desmoralizada impresionante y dijimos, ¿ahora qué hacemos? Si no abríamos ese día, nos sancionaban con $600 mil pesos y de dónde si no había ni pa' la leche, ¿de dónde pericos si no hay huevos?
Pedro empieza a desmenuzar una de las 'pechugas de sus primas' para preparle la picada a todo el equipo de Kienyke.com, pero mientras esto sucede, comenta que nueve años atrás decidió materializar la idea de montar un restaurante, parecido al que tenía su mamá en Boyacá y donde vendía gallina, papas y arepa.
– Conseguimos patrocinador, y arrancamos cuando había que abrir para no pagar la sanción. Con el pequeño error de que se llamaba de otra manera y tenía una imagen convincente. El restaurante se llamaba: 'Las primas de Don Jediondo, Sopitas y Parrilla, un rinconcito de Boyacá en Bogotá'. Había que llegar como unas dos horas antes pa' poder leer el aviso.
Uno de sus tres hijos repartía longaniza gratis en un plato, la gente aceptaba la degustación pero pocos entraban al local. En aquella plazoleta de comidas los otros restaurantes estaban consolidados, por lo que 'Don Jediondo' exclamó en reiteradas ocasiones: "¡En qué carajos me metí!"
Nos sentamos en una de las muchas mesas que tiene la sucursal campestre de su cadena de restaurantes. Orgulloso, muestra dos cuadros firmados por todo el equipo de Caracol Radio que, asiduamente lo visita en su negocio.
– Alguien nos recomendó que cambiáramos el nombre y le diéramos la vuelta a la idea. Decidimos trabajar de noche readecuando el local y de día atendíamos a la gente, como a los 15 días abrimos con la nueva imagen: Don Jediondo, con los platos nuevos, y a punta de creatividad abrimos y tuvimos suerte porque el cambió funcionó.
–¿Qué se siente el tener una empresa que ya esté en el ránking de las más grandes del país por volumen de venta?
Uno a veces se asusta. Lo primero que hago es darle gracias a Dios porque en su momento no pudo funcionar. Usted se imagina, ¿qué hubiera pasado donde ese señor hubiera tomado el local? Ahí hubiéramos estado nosotros viéndolo trabajar. Cada vez que me lo encuentro le digo: don Óscar, agradecido con usted, y él me pregunta que cuándo le tengo otro local y le contesto que en estos días, tranquilo (risas).
–¿Cuál es la incidencia de su esposa y sus tres hijos en el negocio?
– Mi esposa es la gerente general y la encargada de la cadena, ella es contadora pública. Diana Carolina, mi hija, estudió Cine y Televisión, trabajó en una productora pero ahora está manejando todo el tema de mercadeo en la empresa. Pedro, mi otro hijo, estudia Ingeniería de Sonido y colabora mucho en los montajes de los puntos; y Ricardo, que sí supo cómo era la vaina, estudia gastronomía y administración al tiempo, seguramente será el encargado de los restaurantes en pocos años. La incidencia es total, nosotros en la casa tratamos de no hablar de trabajo pero en algunas ocasiones se nos ocurren ideas para cambiar los mensajes de los vasos o cosas así.
Tiene 50 puntos en todo el país y ha recibido ofertas para expandir su negocio en Estados Unidos, España y Panamá.
Decide pararse un momento para seguir preparando la picada. Chicharrón, morcilla, plátanos y pechuga de pollo, engalanan el suculento plato que espero degustar mientras hablo con él. Opta por encarnar a su personaje y terminar el plato. Camina hacia la caja registradora. Me quedo a unos metros de él, tratando de observar quién le trae todos los elementos para que en pocos segundos salga el humorista.
En menos de dos minutos llega uno de sus colaboradores con la mochila, un oso de peluche dentro de ella, la ruana y el sombrero. Con media hora de conversación no puedo diferenciar entre el ser humano y la estrella del chiste. Son muy parecidos. Vamos pasando por el lado de unos clientes que inmediatamente lo reconocen. Para mi sorpresa, no son colombianos, vienen de La Paz, Bolivia, y le piden tomarse una foto.
Como era de esperarse él dice que sí, pero que a $50 mil cada foto. La familia no se ríe (momento incómodo). En lugar de soltar la carcajada, los cuatro extranjeros preguntan que si es verdad que 'Don Jediondo' les va a cobrar. González les cuenta que es una broma y un dicho muy utilizado en Colombia. Ellos parecen entender y terminan por darme la cámara para tomarles la foto.
En el sitio, decorado con bicicletas, televisores y registradoras antiguas, suena música variada, desde salsa hasta carranga. Hay una tarima en la que se han subido artistas de la música popular como los '50 de Joselito'. Decidimos volver a la cocina y mientras se despide de sus clientes internacionales vuelve a mostrar un grado de timidez que lo devuelve a su estado natural, el de la persona y no el del humorista.
Al entrar a la cocina un chef le pregunta si será necesaria más carne y González advierte que somos cuatro. Contesta afirmativamente.
– ¿Pero seguro que no quieren nada más? –Pregunta 'Don Jediondo' con su característica risa. – Así está perfecto, contesto. – Hablen ahora o callen para siempre. Tranquilos que es gratis, son solo $60 mil.'Don Jediondo' no quiere vender por ahora su negocio, aunque ya le han llegado ofertas del extranjero.
–¿Todos los locales son suyos o cómo los está pagando?
– ¡NO NO NO! Ojalá. La mayoría es en arriendo. Una vez me encontré en el lanzamiento de un centro comercial a don Arturo Calle y me dijo: “Don Jediondo voy a darle un consejo, no se ponga a pedir prestado a los bancos ni a tomar locales en arriendo ¡compre, compre!” Le respondí: usted porque puede, mire quién me viene a aconsejar (más risas). Él porque no tiene problema pero a uno le toca endeudarse. La proporción es 70 por ciento en arriendo y el 30 por ciento de los negocios que estamos pagando leasing (alquiler con derecho de compra).
–¿Está muy endeudado o ya logró el punto de equilibrio?
Después de nueve años los primeros locales han ido logrando su punto de equilibrio, pero procuro controlarme en las deudas.
– ¿Cuándo decide salirse de los centros comerciales y apostarle a un restaurante campestre?
– Cuando vemos que el mercado de La Sabana es muy bueno y que a la gente le gusta salir los fines de semana. También nos dimos cuenta que sería bonito tener un sitio donde podamos hacer eventos, conseguir artistas, humoristas, porque dígame, ¿dónde se consigue un humorista bueno? Hace ya cinco años un amigo me comentó que en Cajicá estaban vendiendo un lote. Fuimos con mi esposa, lo miramos y tomamos la decisión de hablar con nuestro mejor amigo: el banco. Fue así como logramos construirlo, y hoy en día pues digamos que lo visualizamos y lo queremos tener como un centro de artistas con espacios para la familia en los fines de semana.
Está abierto de domingo a domingo, pensando no solo en los vecinos sino en las empresas que tengan un evento social, un matrimonio, porque también tenemos capilla, y despedidas de suegra.
– ¿Cuál es la particularidad de este restaurante?
– Lo hace distinto en primer lugar que tienen que pagar peaje (risas). El servicio es lo distinto ya que las plazoletas son excelentes pero este local es distinto porque sumercé se sienta, lo atendemos a la mesa, le ponemos su servilletica, le damos su ajiaquito, le contamos su chistecito, obviamente que eso después va incluido en la factura, pero por ejemplo las familias que vienen los fines de semana tienen la granja, los juegos para niños, un día de esparcimiento. Está pintado como un restaurante con centro de convenciones adicional.
– ¿Ya se ha dado cuenta que es la firme competencia de Andrés Carne de res o no se cree el cuento?
– Jejejeje ¡nooo! Además no hay que mirar para allá, admiro mucho a los demás restauranteros porque hacer empresa en cualquier parte no es fácil. La persona que en Colombia se meta a poner un negocio es porque tiene la bendición de Dios y también porque es verraca y tiene empuje. Otro tira la toalla en el primer fracaso, pero ser empresario en este país es de machos, de valientes.
La picada está lista, me la preparó el propio humorista, aquel que conocí en una iglesia como un padrino de bautizo. La entrevista va llegando a su fin. Me puse a la tarea de contar cada uno de los chistes que hizo en una hora de conversación. La suma llegó a 36 frases graciosas. Aunque pareciera que se coloca una careta cuando encarna a 'Don Jediondo', termina uno por entender que su personaje está tan arraigado que es imposible abstraerlo de él. En su restaurante lo quieren. Portero, meseros, cocineros, colaboradores. Todos lo quieren y eso se nota.
–Ese señor es una elegancia. Y cuando está acá es una decencia de persona, muy entregado a su trabajo. –Dice uno de los meseros. –Uno no logra saber cuándo está malgeniado don Pedro, lo hace sentir a uno como parte de la empresa.
Ya son más de las 4 de la tarde y decide seguir trabajando pues al centro de acopio está llegando mercancía. Me comenta que no tiene que ir a La Luciérnaga por lo que aprovechará para preparar unos papeles.
Desde que comenzó en la emisora Radio Reloj como periodista deportivo, González nunca imaginó que años después tuviera la posibilidad de darle de comer a su familia con el dinero de un negocio consolidado. Su nombre está por cuanta plazoleta de comidas se respete, tiene 500 empleados y no deja de preocuparse por algunos locales que no han funcionado como debieran. Dice que por fortuna son uno o dos como máximo los que producen lo que gastan.
Cuando me despido de él, la timidez vuelve a su rostro, grata y muy cordialmente nos dice que el papel de humorista y empresario se ha combinado muy bien por lo que si en algún momento le dieran a escoger una de las dos opciones, no dejaría ninguna. “Los restaurantes son muy bacanos y todo, pero la esencia, lo que lleva por dentro Pedro González, es el humor, y es de lo que uno vive. A uno le gusta subirse a una tarima y que la gente se ria, que le pongan luces y que lo aplaudan. El humor es lo que llevo por dentro".
En Twitter: @cahurtadokyk