Arrestos y capturas enturbian el fútbol serbio, dominado por gánsteres

Mar, 23/03/2021 - 18:00
La inclinación por la violencia también ha hecho que los hinchas del fútbol serbio constituyan una fuerza considerable en las calles y en la política tumultuosa del país.

Poco después de arrestar el mes pasado a un hombre sospechoso de liderar una banda criminal responsable de varios asesinatos con decapitaciones y torturas, agentes de la policía serbia allanaron la que creen que era la guarida secreta de la banda: una habitación tipo búnker en las entrañas del estadio del Partizán de Belgrado, un histórico equipo de fútbol de la capital serbia.

La habitación, ubicada bajo las gradas en un restaurante en desuso, fue precintada como escena del crimen después de que detectives en busca de pruebas de posibles vínculos entre las barras bravas del fútbol y el crimen organizado encontraron armas en el lugar.

La pared del exterior está embadurnada de pintura blanca y negra con el nombre que los hinchas del Partizán emplean para sí mismos: los Sepultureros.

El nombre lo tienen bien merecido. Los hinchas serbios del fútbol —al menos aquellos que en épocas prepandémicas solían concentrarse en las alborotadas gradas del sur del estadio del Partizán y en el igualmente anárquico lado norte de la arena de su archirrival de Belgrado, el Estrella Roja— desde hace tiempo tienen fama de ser muy violentos.

Un aficionado francés que viajó a Belgrado en 2009 para apoyar a su equipo, el Toulouse, en un encuentro con el Partizán, murió tras ser golpeado con barras de hierro y cadenas de bicicleta. En ese caso, 14 hinchas del Partizán fueron condenados por asesinato.

La inclinación por la violencia también ha hecho que los hinchas serbios, sobre todo los que siguen a los dos equipos rivales de Belgrado, constituyan una fuerza considerable en las calles y en la política tumultuosa del país.

La pregunta que ahora consume a Serbia es qué fue lo que llevó al arresto el mes pasado de Veljko Belivuk, sospechoso de ser un gánster y el líder de un grupo de aficionados violentos del Partizán. Desde hace tiempo ha operado con impunidad y se dice que tiene vínculos estrechos con el gobierno y las fuerzas de seguridad.

Según el gobierno, Belivuk es un mafioso brutal cuya captura señala la determinación de frenar a las bandas criminales que contribuyeron a alimentar la terrible violencia de las guerras balcánicas de los años noventa, asesinaron a un primer ministro reformista en 2003 y han obstaculizado los esfuerzos de Serbia por convertirse en un país europeo promedio.

“Nuestro mensaje es que ya estamos hartos de esta pandilla”, el presidente Aleksandar Vucic —un aficionado del Estrella Roja que ha confesado que en el pasado participó en riñas durante los partidos— declaró el 6 de marzo, después de que la televisión estatal emitiera las imágenes macabras de un cadáver decapitado y el cuerpo destrozado de un joven con un tatuaje del Estrella Roja en la pierna, presuntas víctimas de la banda de Belivuk.

Los investigadores también han vinculado a Belivuk con una guerra de narcos que lleva una década. Se trata de una disputa entre dos clanes rivales por el control de una lucrativa ruta de tráfico a través del mar Adriático, desde Montenegro, el vecino de Serbia, hasta Europa Occidental.

Sin embargo, la versión del gobierno sobre los motivos de la detención de Belivuk y 16 de sus cómplices ha consternado a quienes siguen el día a día de los clubes de fútbol serbios y de sus hinchas; los más violentos de estos se conocen como “ultras”.

“Nuestros ‘hooligans’ del fútbol son controlados por el Estado: hacen lo que el Estado les dice”, afirmó Mirko Poledica, presidente de la Unión de Futbolistas Profesionales “Independencia”, la principal asociación de futbolistas en Serbia.

Los aficionados violentos como Belivuk, dijo, son una potencia tan formidable que controlarlos siempre ha sido una prioridad para cualquier gobierno que quiera evitar problemas y mantenerse en el poder.

Belivuk fungió como una herramienta del gobierno, sostuvo, usada para ayudar a disolver las manifestaciones de la oposición y proporcionar seguridad en las calles para la toma de posesión de Vucic en 2017.

Ana Brnabic, la primera ministra de Serbia, comentó en una entrevista que Vucic, lejos de ser el socio de Belivuk, era su objetivo. “Tengo información confiable de que su vida peligraba”, dijo. “Ya era hora de actuar debido a todas las amenazas por parte del crimen organizado”.

Sin embargo, concedió que las pandillas criminales habían establecido “vínculos sólidos” con las estructuras del Estado y la seguridad, los cuales ahora se están investigando y desbaratando. “Está claro que la mafia no sería tan fuerte si no tuviera apoyo en el gobierno”, expresó.

No obstante, a la opinión generalizada de que Vucic oculta algo se ha sumado una despiadada campaña de difamación en los medios de comunicación progubernamentales. En la mira están las personas que han puesto en duda la versión del presidente de que él ha tomado medidas enérgicas contra el crimen organizado.

Vladímir Vuletic, profesor de Derecho de Belgrado y exvicepresidente del Partizán que hizo públicas las acusaciones de complicidad del gobierno con el líder de la pandilla detenido, ha sido atacado a diario en los periódicos amarillistas que apoyan a Vucic.

Brnabic negó que dicha campaña de difamación hubiera sido montada por el gobierno.

La prensa sensacionalista también ha desprestigiado a Krik, un grupo de periodistas de investigación muy respetado que lleva años informando sobre los vínculos entre funcionarios del gobierno y la banda de Belivuk.

Stevan Dojcinovic, el editor jefe de Krik, afirmó que el crimen organizado en Serbia, así como los funcionarios gubernamentales, desde hace mucho han estado vinculados con la “fuerza bruta de la naturaleza” que proporciona la barra brava del fútbol.

“Los políticos siempre le han temido a nuestra barra brava. No importa quién esté en el poder, siempre forman una alianza con ellos”, sostuvo.

Sin embargo, los problemas que conlleva asociarse con los “hooligans” se hicieron evidentes con la caída del antiguo presidente de Serbia, Slobodan Milosevic. Bajo su mandato en la década de los noventa, la barra brava engrosó las filas de los grupos paramilitares patrocinados por el Estado, los cuales sembraron el caos en Bosnia y Kosovo tras la desintegración de Yugoslavia.

Quedó claro que Milosevic estaba en serios problemas cuando los ultras del Estrella Roja empezaron a corear: “¡Slobodan, mátate!” en los partidos. (Sus padres se habían suicidado). Incidentalmente, Vucic fungió como ministro de información de Milosevic, cuyos servicios de seguridad colaboraban de manera cercana con hinchas violentos del fútbol y delincuentes.

Milosevic fue derrocado en 2000, después de que los ultras lideraron a los estudiantes y otros manifestantes en el asalto al edificio del Parlamento en Belgrado.

Poledica, el jefe de la asociación de futbolistas, declaró: “Nuestros políticos siempre le han temido al estadio y su terrible poder. Saben que cualquier insatisfaccción en el estadio fácilmente puede propagarse a las calles. Ellos quieren controlarlo”.

Añadió que no sabía por qué las autoridades se habían puesto en contra de Belivuk, pero especuló que Belivuk y sus seguidores habían llegado demasiado lejos. “Todos sabían que eran violentos, que golpeaban a las personas y las amenazaban. ¿Pero cortarles la cabeza?”.

El abogado de Belivuk, Dejan Lazarevic, dijo que su cliente aún no había sido acusado de manera formal y que no había evidencia para sustentar las acusaciones de asesinato, secuestro y demás crímenes graves que las autoridades habían realizado en su contra.

Vuletic, el profesor, afirmó que Belivuk y un hincha violento conocido como Sale, el Mudo, quien entretanto fue asesinado, tomaron por primera vez el control de la parte sur del estadio del Partizán poco después de que Vucic se convirtiera en primer ministro en 2014 y comenzaron a golpear a todo aquel que coreara insultos contra Vucic.

Las sospechas de que Belivuk tenía amigos poderosos en el gobierno, o al menos en las fuerzas del orden, han aumentado desde 2016, cuando fue detenido por cargos de asesinato, pero salió libre después de que el ADN y otras pruebas contra él desaparecieran o tuvieran que descartarse por haber sido manipuladas.

Toda esta mala publicidad ha enfurecido a los seguidores pacíficos del Partizán, como Vladímir Trikic. Al pasear en Belgrado por el céntrico barrio de Dorcol, mostaba murales de artistas, directores de teatro y poetas que le han ido al club. El Partizán, aunque está muy vinculado al antiguo ejército yugoslavo, dijo, “siempre ha sido un equipo para intelectuales”.

Para los aficionados comunes del Partizán, Belivuk nunca fue un verdadero aficionado, sino un impostor enviado por Vucic para controlar y desacreditar a los rivales acérrimos del equipo del presidente.

Por: Andrew Higgins, The New York Times

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