En las trincheras de la política en Colombia no son muy frecuentes las banderas blancas. Menos este 2022, cuando una tregua podría jugar en contra de las diferentes apuestas que pretenden quedarse con el poder ejecutivo y conquistar las mayorías en el Congreso de la República. Tiempos en los que las diferencias se resaltan en medio de la estrategia por hacerse ver, paradójicamente, como el diferente. Aquel o aquella capaz de hacer que el país vaya por la rienda correcta.
En esta contienda electoral incluso se ha hablado de una batalla final entre las fuerzas predominantes del momento en la política nacional: el uribismo y el petrismo. Todos cogen bando y esperan que con la suficiente fuerza comunicativa su lado pueda salir como gran ganador el próximo 13 de marzo y 29 de mayo, como hay también quienes aprovechan la marcada dicotomía para venderse como fuerzas neutrales (ajenas a los extremismos).
No obstante, lo que se ha evidenciado en este periodo preelectoral son mensajes cada vez más grandilocuentes y agresivos, que en el fondo tienen la intención de generar un traspié a su contrario. Convertirlo en todo aquel que no merece ser considerado, el culpable de todos los males, al tiempo que se le promete implícitamente que el político o fuerza que pagó la publicidad es la solución a la enfermedad. No hay propuestas, solo anuncios de guerra.
En medio de todo eso, han habido tres grandes escenarios de enfrentamiento: los debates, las redes sociales y las vallas. Estas últimas, han sido centro de atención, puesto que particularmente en estas elecciones han dejado de ser piezas informativas de campaña a auténticos ataques en contra de un lado y otro. Un ejemplo claro de ello son las vallas de “No más uribismo” del Partido Verde en Boyacá y de “Paremos a Petro”, del representante a la Cámara por el Centro Democrático, Edward Rodríguez.
En esa misma línea, también se enmarcan la vallas de “Que no nos abudineen el país” de Katherine Miranda; “Defendamos a Medelín de Quintero”, de la senadora Paola Holguín y el representante Juan Espinal; o la de “100% antiuribista”, del candidato al Senado Hollman Morris.
También tiene una mención honorífica María Fernanda Cabal, quien publicó un video dirigido a Gustavo Petro con lo que muchos consideraron una serie de ataques personales y acusaciones relacionadas con su pasado guerrillero. Material de tres minutos de duración en el que la senadora arremete contra el candidato nombrando a sus hijas y esposa, así como culpándolo por los diferentes desmanes durante el Paro Nacional. Así están las elecciones, con las diferencias como eje de campaña.
¿Y el espacio para la paz?
Lejos de todo ello, las elecciones también han mostrado que todavía existe la posibilidad de hacer a un lado las diferencias y construir diálogos constructivos de cara al que sería el próximo Gobierno de Colombia. El caso más reciente fue el de las amenazas e intimidación que sufrió Sergio Fajardo en la Universidad Tecnológica de Pereira, donde fue interceptado por encapuchados que lo expulsaron de las instalaciones.
“Lo que pasó en la UTP es una expresión bárbara de la violencia política. En Colombia hay mucha rabia, pero debemos entender su naturaleza, sanar, unir y avanzar. Por eso salí tranquilo y volveré. Debemos ser capaces de ser diferentes sin ser enemigos”, dijo en su Twitter el candidato de la Centro Esperanza.
El episodio llegó a ser tan controversial que casi todos los candidatos presidenciales y actores de todas las latitudes políticas salieron en su defensa (incluso siendo contrarios a su candidatura e ideologías políticas). Tal fue el caso de Gustavo Petro, que dejó a un lado sus marcadas diferencias con Fajardo para rechazar cualquier acto de violencia política.
Otro que hizo sus diferencias a un lado fue Alejandro Gaviria, quien en pleno 23 de diciembre de 2021 protagonizaba un debate con Gustavo Petro sobre la propuesta de entregarle un bono pensional a adultos mayores que lo necesiten. Idea en la que, a pesar de estar de acuerdo, tienen diferencias pues Gustavo Petro defiende que “para hacerlo hay que reformar el sistema pensional que él (Gaviria) defiende”.
Cabe recordar que el candidato del Pacto Histórico defiende fuertemente a Colpensiones y una transición de todos los colombianos a este fondo, mientras que para Alejandro Gaviria el sistema pensional debe seguir siendo a elección de los cotizantes (con fondos privados). Así las cosas, prosiguió un debate de horas hasta que, como un milagro navideño, ambos prefirieron hacer a un lado sus diferencias.
Finalmente, otro episodio por demás histórico sucedió en el quinto aniversario de la firma de los acuerdos de paz, que provocó la siguiente escena: Iván Duque, crítico de los acuerdos, saludando de mano a Rodrigo Londoño (Timochenko), Humberto de la Calle (negociador decisivo) y al expresidente Juan Manuel Santos. Casi todos ellos enemigos políticos y en otros tiempos de guerra, con visiones diferentes sobre lo que es y debería ser la paz.
El hecho sucedió en el marco del acto conmemorativo ‘Tejiendo un acuerdo para la vida’, que contó con la presencia del secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y donde el presidente dio un largo discurso sobre la “paz con legalidad”. Un concepto en parte distante al firmado, pero que al final, como aquellos funcionarios juntos en una sala de prensa, tienen que convivir y entenderse con el fin de luchar por una nación sin conflicto.
Así las cosas, está claro que aunque son la excepción y no la regla, las treguas entre políticos de vez en cuando aparecen. Algo importante de destacar, sobre todo en el contexto de polarización colombiano que, día tras días, remarca las diferencias y sume al país en la lucha de dos polos que ha estado presente desde la independencia.