Íngrid Betancourt cuenta el horror de su secuestro

Mié, 24/10/2018 - 03:50
Íngrid Betancourt le contó a los magistrados de la sala de reconocimiento de verdad de la Jurisidicción Especial para la Paz (JEP) cómo fue vivir el secuestro desde su experiencia. Esta semana tam
Íngrid Betancourt le contó a los magistrados de la sala de reconocimiento de verdad de la Jurisidicción Especial para la Paz (JEP) cómo fue vivir el secuestro desde su experiencia. Esta semana también ha sido el turno para los exsecuestrados del ahora partido político Farc. Alan Jara, Sigifredo López y el general (r) Mendieta han sido algunos de ellos.  La Sala de Reconocimiento de la JEP avocó el conocimiento del caso de Íngrid Betancourt el pasado 4 de julio de 2018, y el 13 de julio el ente le notificó a 31 miembros del estado mayor de la antigua guerrilla de las Farc-EP el inicio del caso. Ese 13 de julio la sala decretó abierta la etapa de reconocimiento de la verdad. Cabe mencionar que la excandidata presidencial estuvo acompañada de Adair Lamprea, quien era el conductor del vehículo en el que viajaba Betancourt. Pero más que considerarlo su conductor, la realidad es otra, él la acompañó desde 1999 durante la campaña para su elección presidencial y por esto estuvo presente en este importante día. Es común que las personas que se sientan a contar los relatos de sus secuestros derramen lágrimas por el dolor que les causa contar su historia e Íngrid no fue la excepción. En su relato, cuenta cómo los guerrilleros le daban un trato diferencial por ser mujer, los días que tuvo que padecer intenso dolor solo porque el comandante del campamento decidió no darle los medicamentos que tenía la posibilidad de brindarle o cuando la obligaban a acostarse en un nido de garrapatas.    Reviva la audiencia:  

Febrero de 2012 

Con el cabello recogido y una camisa negra, lo primero que hizo fue agradecer a la JEP por permitirle dar su testimonio vía Skype en lo que ella considera el punto más importante para hacer justicia para los secuestrados su testimonio. Aseguró que fue víctima en varias ocasiones. Antes, durante y después del secuestro. En seguida mencionó que habrá situaciones por las cuales nunca podrá reconciliarse con las Farc, a pesar de tener la misma sed que tienen todos los colombianos de lograr la paz. [single-related post_id="967299"] En seguida contó cómo vivió el "descenso al infierno", así define el día del secuestro. Explicó que el expresidente Pastrana había dado por terminado el proceso de paz que estaba llevando a cabo con la guerrilla de las Farc-Ep y les dio un plazo para que entregaran un terreno que se les había entregado como garantía en el proceso de paz. Durante su campaña se debatía si se debía ir o no a una reunión en San Vicente del Caguán que ya estaba programada antes de que se frenara el proceso y fue el alcalde de la capital del Caquetá quien pidió que no la cancelaran. Al final, Betancourt decidió ir bajo una condición, que el esquema de seguridad se le confirmara antes de subirse al avión de Bogotá a Florencia. Así fue, le confirmaron que tenía un esquema de seguridad y el transporte para llegar a San Vicente del Caguán vía terrestre. Sin embargo, el policía encargado del aeropuerto les dijo que habían dos helicópteros listos para trasladarlos y la exsenadora aceptó. Pero después les cancelaron el viaje, Ingrid pensó en irse vía terrestre pero le insistieron en que buscara viajar en helicóptero.  Finalmente, decidió irse vía terrestre con la condición y orden explicita de que nadie podía acompañarla, incluso el esquema de seguridad. Ella emprendió el viaje con una camioneta prestada del DAS del aeropuerto. Y aproximadamente a las 12: 30 p.m. llegó al reten militar a la salida de Florencia, en ese lugar dice Ingrid que había una cola de carros pero ella logró pasar. "Según el gobierno en ese retén yo firmé un documento diciendo que pasaba bajo mi responsabilidad pero no fue así, ese documento nunca lo vi hasta el día de hoy", aseguró Betancourt. 
"Si era tan peligroso y el Gobierno sabía que era tan peligroso por qué nos facilitaron un vehículo oficial con placas militares", expresó Ingrid.  

Años de maltrato 

Ingrid aseguró que después de tantos años de secuestro aún se pregunta si cometió un error, si hizo algo que no debió o si fue su culpa. "Desde el fondo de mi alma tengo la convicción de que actué como cualquier colombiano lo hubiera hecho con la información que tenía", señaló. Luego de dicho retén la guerrilla la secuestró y empezó un calvario.  Ya en cautiverio su padre falleció, y de esto menciona que pasó un buen tiempo que no podía dormir ya que se soñaba con su padre y cuando despertaba, que generalmente era por una pesadilla volvía a la realidad de estar en una selva. "Vivía esa tortura de volver a descubrir otra vez que mi padre había muerto, todos los días caminaba como un animal enjaulado, no quería pensar", declaró. Por otro lado, mencionó que ese episodio le hacía recordar a sus hijos ya que se imaginada que ellos pensaban que ella ya estaba muerta, dijo que pensó que era más duro lo que estaban viviendo sus hijos que por lo que estaba pasando ella, "la separación de mis hijos fue probablemente lo más duro del secuestro. Asimismo mencionó que llegaron distintos grupos para asumir la seguridad del secuestro y en ellos habían niños de hasta 10 años. "Cada vez que llegaba un nuevo grupo de guardias de la guerrilla, llegaban con curiosidad a hablarnos, pero rápidamente la desigualdad de la relación, la superioridad que les daba el fusil, los convertía en seres sádicos y perversos", relató Betancourt. También recordó que recibió golpes en la cabeza con las cadenas y otros más en las manos con las culatas de fusiles, así como amenazas reiteradas de que la iban a asesinar. "Los comandantes premiaban con ascenso a los guerrilleros que tenían comportamientos soeces, vulgares, irrespetuosos con las secuestradas; eso no sucedía con los hombres secuestrados; había una política en contra de la mujer secuestrada", comentó. Cuando una de las magistradas de la JEP le preguntó cuál cree que sería la mejor manera para que los exguerrilleros repararan a las víctimas, ella mencionó que no lo sabía, pero que el castigo debía ser equivalente al tiempo que los secuestrados estuvieron en cautiverio. Asimismo, que el castigo debía representar la pérdida por parte de los perpetradores de algo que significara algo importante para ellos.     
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