Eso de que la realidad copia a la ficción ya no es una falacia. Una novela de suspense titulada 'The Eyes of Darkness' (Los Ojos de la Oscuridad), editada en 1981 y escrita por el estadounidense Dean R. Koontz, ya hablaba entonces de un virus llamado 'Wuhan-400' que transmitía una neumonía muy contagiosa y que se había originado en esa ciudad china. Si echamos un vistazo a la obra en inglés, veremos que el autor "presagiaba" incluso que la epidemia ocurriría en 2020. Increíble.
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Por desgracia, el alcance de la neumonía causada por el nuevo coronavirus y bautizada como covid-19 no es el argumento de ningún libro. Es real. La infección surgió en territorio chino hace un mes y ya se ha extendido por algunos estados de Asia, Europa y América del Norte. En total son más de 30 los países afectados. El riesgo de una pandemia resulta evidente.
En China ya han muerto más de 2.660 personas y hay más de77.650 contagiados (el 97 por ciento del total mundial), pero también es cierto que 24.700 pacientes han sido dados de alta allí. Otros casos se han producido en Corea del Sur, en el crucero Diamond Princess que estuvo amarrado y en cuarentena dos semanas en el puerto japonés de Yokohama y en Italia. El virus ha saltado de continente y amenaza a todo el planeta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado la crisis de "emergencia internacional de primer orden", pero no la ha catalogado como pandemia, por el momento, pues eso implicaría la adopción de medidas de control sanitario muy severas entre países, que podrían incluir el cierre de fronteras y el freno de la actividad comercial, fomentando así una recesión mundial.
Los efectos económicos serán adversos indudablemente pero todavía no son cuantificables. El escenario ha cambiado rápidamente en pocos días. Se ha pasado de contemplar cómo los casos en China parecían contenerse e incluso descender y cómo en el resto del mundo los contagios eran escasísimos a ver ahora brotes descontrolados en Italia, Corea del Sur e Irán. La OMS teme que la covid-19 pueda llegar a África, donde el sistema sanitario es más deficiente, no por la menor calidad de sus médicos sino por la falta de recursos materiales. El virus tampoco ha alcanzado (todavía) a Latinoamérica.
China en el centro del problema
La situación es "sombría y compleja", admitió el presidente chino, Xi Jinping, en el transcurso de una videoconferencia celebrada el domingo 23 de febrero en la que participaron 170.000 cargos, desde los 200 miembros del Comité Central hasta los funcionarios del Partido Comunista a nivel comarcal. Xi subrayó que la emergencia sanitaria es la más grave que sufre el país desde 1949, es decir, desde la fundación de la República Popular China.
China ha logrado un progreso excepcional en la construcción en un tiempo récord –¡10 días!– de dos hospitales de emergencia en Wuhan, en la provincia de Hubei, epicentro del brote de coronavirus reportado.
Según las autoridades chinas, el hospital Huoshenshan, de 1.000 camas, y el hospital Leishenshan, de 1.600 camas, fueron levantados siguiendo el modelo del hospital Xiaotangshan, una instalación temporal construida en Pekín para tratar el brote de otro coronavirus, el SARS, en 2003. A partir del 2 de febrero, China ha establecido 13 hospitales de campaña, ha enviado a Wuhan a más de 8.000 médicos y personal sanitario desde otros puntos del país y se ha gastado más de 5.400 millones de yuanes (alrededor de 800 millones de dólares) en atajar la epidemia.
La construcción a toda velocidad de estos dos centros hospitalarios representa el signo más visible de la extrema urgencia que supone esta crisis para el Gobierno chino, capaz de una impresionante movilización nacional desde arriba hacia abajo. La actividad económica está allí casi paralizada tras la imposición de una serie de duras pero necesarias medidas de cuarentena adoptadas a partir del 23 de enero, al inicio de las fiestas del Año Nuevo chino, lo que supuso aislar ciudades enteras en la provincia de Hubei, afectando a cientos de millones de personas.
Existen ciertos motivos para el optimismo, basados en algunos detalles médicos y científicos. Primero, no ha habido una mutación significativa del coronavirus, según los datos recogidos en 104 secuencias de genes. Esa información la avala la Misión Conjunta China/OMS. También se ha sabido que se ha creado el primer mapa en tres dimensiones a escala atómica del virus, parte clave para el desarrollo de una vacuna y de un tratamiento eficaz.
La empresa farmacéutica Moderna ya ha elaborado una vacuna experimental que a finales de abril empezará su fase de ensayo clínico entre personas sanas. Quedan pues semanas sino meses hasta que se encuentre una cura. En Italia, donde hay más de 280 contagiados y hasta siete fallecidos, los médicos ya están empleando terapias experimentales, un cóctel de retrovirales que incluye algunos fármacos prescritos para combatir el VIH.
Según la Revista China de Epidemiología, el índice de mortalidad del coronavirus sólo supera el 1 por ciento en personas mayores de 50 años. El covid-19 es más mortífero cuanta más edad tiene el enfermo, quien normalmente sufre otras patologías anteriores. Una buena noticia es que la situación no se ha descontrolado en Wuhan, que el tiempo de recuperación oscila entre las dos semanas de los pacientes más leves a las entre tres y seis de los más graves.
Muchos miedos
Otro elemento que subyace en este delicado asunto es la histeria colectiva. Este sentimiento incontrolado logró que se cancelara el Mobile World Congress de Barcelona, el más importante del mundo del sector de los teléfonos móviles, previsto del 24 al 27 de febrero. O que cundiera el pánico en la Lombardía italiana y la gente corriera a los supermercados tras conocerse que allí se habían producido varias infecciones y era preciso aislar a 50.000 personas.
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Los medios de comunicación tienen la enorme responsabilidad de no alarmar a la población e informar con serenidad y objetividad sin buscar la complacencia ni el sensacionalismo fácil y barato. Por ejemplo, una buena idea sería comparar el porcentaje de muertes que provoca este maldito coronavirus con el de la gripe común. Esas cifras ofrecerían una visión más realista de los hechos.