Uruguay, a diferencia de la mayoría de los países de América Latina, no celebra oficialmente la Navidad como un día religioso. En su lugar, el 25 de diciembre se conmemora el "Día de la Familia". Este cambio, que puede resultar curioso para muchos, tiene sus raíces en decisiones políticas e ideológicas que marcaron la historia del país.
Durante el período del gobierno del presidente José Batlle y Ordóñez en el siglo XX, Uruguay implementó una serie de reformas laicas destinadas a separar la religión del Estado. Entre estas medidas estuvo la modificación de los nombres de varias festividades religiosas para reflejar un carácter más secular. Por ejemplo, la Navidad pasó a llamarse "Día de la Familia", mientras que la Semana Santa se transformó en la "Semana de Turismo".
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Esta decisión fue parte de un esfuerzo más amplio por establecer un Estado laico que promoviera la inclusión de todas las creencias y respetara a los ciudadanos no religiosos. Aunque las tradiciones familiares asociadas a la Navidad, como la reunión de seres queridos y el intercambio de regalos, se mantienen vivas, el enfoque oficial se centra en el aspecto familiar y social, dejando de lado el simbolismo religioso.
En la actualidad, el "Día de la Familia" es una oportunidad para que los uruguayos celebren con sus seres queridos, disfrutando de comidas típicas, fuegos artificiales y un ambiente festivo. Sin embargo, para muchas personas de fe cristiana, el 25 de diciembre sigue siendo una fecha con profundo significado religioso.
Este singular enfoque ha generado debates y reflexiones tanto dentro como fuera de Uruguay. Mientras algunos aplauden la laicidad del país como un ejemplo de neutralidad y respeto, otros consideran que despojar las festividades de su carácter religioso puede diluir su esencia histórica.