A propósito del último trabajo de la fotógrafa Misty Keasler, nos introdujimos en un aspecto de la cultura japonesa hoy institucionalizada por sus habitantes, los Love Hotels. Se trata de habitaciones temáticas, espacios públicos y privados a la vez, destinados a los encuentros entre parejas.
Como lo dice Keasler, a diferencia de los moteles húmedos, donde las personas buscan sexo anónimo, los Love Hotels japoneses son lugares diseñados para el humor y la diversión donde los visitantes se dejan llevar por el placer de sus fantasías, fetiches y deseos.
Existen entre 30 mil y 40 mil en el país. Su uso se ha vuelto tan habitual, que los japoneses los incorporan como parte de su rutina. No son burdeles, como tienden a clasificarlos, pues para alquilar una habitación es necesario ir en pareja.
Este tipo de actitudes culturales demuestran que la intimidad es prioritaria en la vida del Japón. Ciudades en las que la sexualidad se vive como parte fundamental de la vida diaria, donde jóvenes y ancianos asumen el sexo como terapia de liberación, nos invitan a vivir una experiencia que va más allá de nuestra práctica común de ‘moteliar’. Factores religiosos y de creencias hacen de ésta una tradición muy lejana para nosotros.
Dicha tradición nació hace más 2500 años en Oriente y poco a poco se ha vuelto popular en Occidente, tanto, que ha logrado orientalizar nuestra post moderna vida actual. El Zen, la última evolución de la semilla del budismo se dio en el siglo VI después de su paso por la India y por la China, con un legado de secuelas ideológicas aún vigentes. En la antigüedad, el hombre se movía con mayor espontaneidad en relación con la naturaleza, pero esta conexión se ha perdido con el tiempo. Llegada la segunda mitad del siglo XX, los movimientos contraculturales de la época interesados en el universo y en la vida, lograron rescatar la importancia de los sentidos con ayuda de técnicas capaces de producir estados alterados de conciencia. Cantos, bailes, sensaciones corporales, alcohol, hierbas, meditación y demás prácticas, sacaron a relucir una realidad tan palpable como la vigilia.
El Tantra rojo, o Tantra, hace parte de este conjunto de herramientas consideradas vehículos de liberación. Una serie de sensaciones físicas, terrenales y emocionales que a través de la unión sexual, tocan y conocen la conciencia divina de la pareja en planos más allá del físico. La sexualidad y la energía creativa actúan como conectores del universo pues permiten a las parejas conocerse a fondo y romper paradigmas impuestas por la sociedad. Así, por medio de nuestros sentidos, disfrutamos y vivimos cada instante de la vida. Al comer, caminar, descansar y por supuesto, al unirnos de manera sexual, gozamos de la experiencia única de estar vivos y disfrutamos con plenitud de la sensación eterna del aquí y el ahora. Es por esto que la naturalidad con la que se viven las prácticas sexuales en el Japón, sobre todo en el uso de los hoteles del amor, resultan tan comunes y corrientes como para nosotros la visita a los burdeles de mala muerte.





