Historiadores europeos estiman que la raza corgi galés de Pembroke, raza de perros de la Reina Isabel II de Inglaterra, es tan antigua como la monarquía misma. Su historia se remonta al siglo IX cuando los visigodos, pertenecientes a los pueblos germánicos orientales, desembarcaron en Gales, Reino Unido.
Después de casi mil años, la Reina Isabel II ha convertido a esta raza en un símbolo de la realeza británica. Su aprecio por este tipo de perros empezó en su adolescencia al recibir una corgi a la que llamó Susan, de parte de su padre, Jorge VI.
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"Realeza" canina
Estos perros se convirtieron en integrantes oficiales de la realeza británica, tanto así que la monarca ha tenido más de treinta durante sus 66 años de reinado. La mayoría de ellos son descendientes de su perra Susan, que tuvo tanto protagonismo en su vida que la acompañó durante su luna de miel real. Los corgis son una herencia de la corona que dejaron de ser animales de compañía y, según la prensa británica, lograron ser los únicos huéspedes del Palacio de Buckingham que tuvieron total libertar para ingresar a los apartamentos privados de la reina.Esta raza se destaca por su aspecto pequeño, con una estatura de un promedio de 35 centímetros de alto, un peso de 12 kilogramos y un pelaje de extensión mediana y ligeramente suave.Se rumora que se ganaron el dererecho de andar por donde quieran porque los empleados del palacio han recibido órdenes explícitas de la reina de permitir que sus perros correteen por las habitaciones y deben ser tratados siempre como "reyes". Durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, la reina hizo su entrada acompañada por uno de sus caninos reales. Este fue tan protagonista como la monarca misma y la prensa lo resaltó como uno de los integrantes más reconocidos y cuidados de la realeza.
Willow, el último de sus perros descendiente de Susan, fue sacrificado en abril de 2018 a causa de un cáncer y fue enterrado en los jardines del castillo. Al morir, se llevó consigo una herencia de genes caninos de más de ocho décadas en la realeza británica.
Ante el deceso, se rumora que la familia real intentaría conseguir un nuevo canino de esta raza para continuar con esta tradición de los corgis, que ha hecho parte del reino durante casi cien años. Esta raza de perros se popularizó en el Reino Unido y se convirtió en una raza doméstica por su tierno aspecto y su pequeño tamaño, que le permiten estar en un apartamento. Además, es reconocida en el mundo por su aspecto de clase alta, al ser los "consentidos" de la realeza británica.