El pasado 14 de noviembre muchos en Rusia quedaron consternados por el tiroteo que tuvo lugar en la ciudad de Blagovéschensk. El tirador llegó al centro educativo donde estudiaba con un rifle de caza y mató a una persona e hirió a otras cinco. Sputnik investigó qué motivos suelen tener los perpetradores de tiroteos como este.
El tiroteo tuvo lugar en la mañana cuando un estudiante de 19 años Daniil Zasorinabrió fuego contra sus compañeros de clase. El tirador disparaba de forma selectiva, es decir, contra los que le habían humillado. Apuntó su arma contra muchos, pero les perdonó la vida. Tampoco mató a la profesora que estaba en la clase donde se produjo el ataque.
Según una de las versiones, el atacante a menudo sufría de acoso y los maestros trataban de protegerlo y pedían a los otros estudiantes que no lo ofendieran. Zasorin era un joven callado e introvertido y tenía pocos amigos. Según una de las versiones, el atacante se inspiró en otros ataques de este tipo, especialmente los que ocurrieron en Estados Unidos en el pasado.
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No es el primer caso de masacre en un centro educativo en Rusia. Hace un año, el 17 de octubre de 2018, un estudiante del Instituto Politécnico de la ciudad de Kerch, en Crimea, mató a 20 personas e hirió a 67. Esta fue la mayor masacre en un centro educativo por el número de víctimas en la historia contemporánea de Europa.
El ataque fue meticulosamente planificado. El agresor estuvo planeando la masacre desde enero de 2017 y actuaba solo. Adquirió una escopeta y el día del ataque la llevó al instituto junto a unos artefactos explosivos improvisados y un molotov. Las acciones del atacante se parecían a las de los perpetradores de la masacre de la escuela secundaria de Columbine, que tuvo lugar en abril de 1999, el tiroteo más conocido en un centro educativo.
En Estados Unidos los tiroteos en centros educativos se convirtieron en algo habitual y ocurren varias veces al año. El caso más reciente tuvo lugar el pasado 14 de noviembre en una escuela superior en California que resultó en dos muertos y varios heridos. Los ataques de estudiantes contra escuelas en Estados Unidos sirven como un mal ejemplo a los jóvenes en otros países que se enteran de dichos casos y repiten esos delitos.
A lo largo de los últimos años varios casos de masacres en centros educativos también tuvieron lugar en algunos países de América Latina, concretamente, en Argentina, Guatemala, México, Perú y Brasil, y también en España.
Desesperación total
Desde el punto de vista psicológico lo que incita a los jóvenes a cometer este tipo de delitos es la sensación de desamparo, declaró en una entrevista con Sputnik la psicóloga e investigadora principal del Instituto Federal para el Desarrollo de la Educación de Ranepa, Svetlana Krivtsova. "Hacen este tipo de cosas porque se sienten acorralados y no encuentran otra manera de solucionar sus problemas. Es posible que haya un catalizador. Simplemente hay una gota que colma el vaso", dijo. Según la experta, cualquier cosa puede servir como desencadenante. Los sentimientos negativos se acumulan durante mucho tiempo. En este período los futuros atacantes se sienten ofendidos y resentidos. Creen que los demás deprecian su dignidad. Los ataques pueden ser una respuesta tanto al acoso constante como a un solo conflicto, profundizó."Cuando hay dos opciones: ser una víctima o buscar una salida agresiva a la situación, hay los que optan por la segunda, es decir, eligen una muerte heroica al suicidarse después de matar a los que les ofendieron. En este contexto se trata de un nivel máximo de desesperación", subrayó.Este fenómeno funciona no solo en Estados Unidos, sino también en Rusia y en realidad esto puede pasar en cualquier país, agregó. Los atacantes creen que es mejor morir con dignidad que vivir de rodillas. Las personas que se sienten acorraladas y que tienen en su disposición un arma son peligrosas para la sociedad. Si no tienen armas de fuego, usan armas blancas como en el caso del ataque contra un centro educativo en la ciudad rusa de Ulán-Udé en enero de 2018. Simplemente no ven otra manera de defender su honor y dignidad y este es un gran problema. Les da la impresión de que la sociedad carece de cualquier mecanismo de proteger su dignidad y este hecho provoca en ellos incluso más frustración, agregó Krivtsova.