Para empezar a hablar sobre las parejas sanas, debo contextualizar en primera instancia, que las relaciones humanas son interacciones a través del lenguaje verbal o no verbal junto con símbolos construidos socialmente, cuyas señales son interpretadas por medio de nuestra inteligencia y nos permiten generar vínculos con los demás.
Ahora bien, la relación de pareja sana es la interacción energética con aquella persona especial de la cual nos enamoramos. Además, con el paso del tiempo, se convierte en un espejo en donde nuestro inconsciente se revela ante la mirada del otro que nos observa y ayuda a descifrarnos a nosotros mismos.
Por medio de este diseño natural, se logra entender que algunas veces “solos” no conseguimos conocernos del todo, pues inicialmente nuestro yo interior está dividido entre el carácter y la personalidad.
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En consecuencia y como parte de este amoroso autoconocimiento, necesitamos ser “atrapados” por el espejo de la pareja y desde allí, vernos sin orgullo y con una actitud de aprendizaje para valorar las observaciones del otro, siempre y cuando, provengan de una buena intención y una crítica tanto respetuosa como constructiva.
Ambos componentes de la pareja se someten a una especie de examen natural y, con el paso del tiempo, se van conociendo desde el proceso de la idealización hasta la madurez y la aceptación de sus verdaderos límites.
Es importante tener en cuenta que, en muchas de las uniones afectivas, ninguno de los dos ha logrado llegar a ser una unidad completa. Por el contrario, el núcleo emocional está abierto y a través de estas fisuras energéticas es difícil ensamblarse como adultos maduros.
Por consiguiente y para compensar dicho vacío, a toda costa se busca encontrar la “media naranja”. Al lograrlo, es común creer que se alcanzó el objetivo de ser felices, pero quizás esta ilusión de plenitud es temporal. Como unidad íntima, primero debemos cerrar conscientemente estos ciclos limitantes, con el fin de ofrecer un amor sano en pareja.
El problema de las unidades emocionales incompletas es que se van despersonalizando, lo cual termina agobiando al compañero(a) por la presión, el control y las desbordadas exigencias de la pareja que sufre estas crisis.
Una unidad abierta o incompleta busca energía de la otra persona creando trastornos emocionales como la codependencia afectiva. Por eso, al intentar ser “uno solo”, terminan por asfixiarse mutuamente y necesitando de forma urgente la ayuda de un profesional, que los oriente para tomar decisiones a través de la inteligencia emocional con el fin de fortalecer su autonomía.
En estos casos, el proceso sanador dinámico consiste en encontrar la fuente de abastecimiento energético dentro de sí mismo sin vivir de la “energía” de la pareja.
Una unidad completa, es una persona independiente en donde juntos pueden llegar a compartir momentos maravillosos de amor, diálogo, pasión y, sobre todo, de gran nutrición emocional.
Gracias a este aprendizaje, se logra superar el miedo al abandono y a estar solo, pues en muchos casos, estos aparecen como consecuencia de las heridas no tratadas de la infancia.
Cuando se elige desde la libertad y la voluntad de estar juntos, la pareja sana tiene grandes posibilidades de realizar un proyecto de vida sin tantas expectativas ni celos exagerados.
Lo anterior, dentro de una realidad equilibrada y sobria, basada en la confianza sin dictaduras emocionales, es decir, siendo felices a través de un amor sin condiciones.
Hacia la independencia emocional
El primer vínculo que establecemos es con nuestra madre desde el estado embrionario y por medio del cordón umbilical, el cual nos alimenta de sustancias nutritivas para preservar la vida.
Cuando nacemos, este es cortado casi siempre por el médico, y así entramos a una nueva dimensión humana, en donde necesitamos oxígeno, alimento y cuidados para crecer y desarrollarnos.
Sin duda, el concepto del cordón umbilical emocional que permanece en nosotros nos ayuda a descubrir nuestras tendencias a nivel más íntimo, preguntándonos: ¿cómo me gusta ser amado?
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De esta respuesta, se puede entender la forma en que mi pareja me ama, pues si no lo sé, tampoco podré amarla desde la claridad y la sinceridad que el amor necesita.
Con el mito del amor “perfecto”, es posible ocultar (a través de los reproches hacia el otro) muchas de nuestras emociones conflictivas y dolorosas, al igual que capas de ira, miedo, angustia, culpa, venganza y vergüenza, las cuales impiden llegar a ese “amor real”.
Se ha comprobado, que las emociones positivas como la humildad, la alegría, la aceptación y el perdón, entre otras, estimulan el deseo de estar juntos para construir el bienestar y el optimismo cotidiano.
Recordemos que algunas veces, los problemas no son causados por el otro sino también soy yo quien los genera al no saber quien soy ni lo que en realidad quiero. Por eso, los diálogos entre esposos, novios o amantes, muchas veces en lugar de clarificar, confunden más la relación en su núcleo.
En algunas ocasiones por cansancio, temor o peor aún debido al estado de “desinformación de nosotros mismos”, la famosa “verdad” se exige con vehemencia, pero se comunica y entiende a medias.
Por lo tanto, nuestras respuestas están sesgadas por la mala gestión de las emociones, es decir, dichas respuestas no son confiables ni para mí ni para el otro.
El espejo de la pareja poco a poco irá revelando nuestros defectos de carácter y traumas. Eso es irreversible y a su vez, sanador.
Cabe mencionar, que las parejas toxicas se culpan y señalan mutuamente con el fin de justificar y defender a toda costa su enfermiza postura. Esta mal llamada “estrategia de control hacia el otro” termina por producir un lamentable desgaste psicológico, emocional y físico.
No obstante, si la pareja se sostiene a pesar de estas fuertes tormentas egocéntricas que conducen a desoladoras crisis, es posible lograr una valiosa estabilidad que les permite aceptar y tolerar una relación con muchos defectos, pero con pequeñas virtudes.
Recordemos que somos humanos, es decir, somos perfectibles, pero nunca llegaremos a ser perfectos. Por eso, es vital amarnos incondicionalmente a nosotros mismos, para intentar escalar al compromiso de ser una pareja sana.
La libertad de amar y ser amado
Solo cuando inicias y concluyes tu propio “sendero interior”, estarás habilitando un cambio sencillo y trasparente en donde ofreces tu apoyo consciente y sincero a tu pareja.
Conozco uniones que tienen una gran fe en el futuro, pero paradójicamente, también tienen la tendencia de vivir con los resentimientos del pasado. Este nocivo hábito, termina por arruinar el presente amoroso que la vida les regala.
La libertad es tuya y de nadie más. La puedes compartir, pero la felicidad comienza cuando aprendes a hacerte feliz y a cuidar de ti mismo.
Cuando asumes con responsabilidad las consecuencias de cada una de tus decisiones, eres capaz de vivir con plenitud la vida para lograr que tu corazón y tu mente permanezcan serenos, aún en medio de las peores crisis de la existencia.
Una relación de pareja sana y auténtica comienza desnudando el alma y mostrando tanto la luz como la oscuridad que habita en cada uno.
En el momento que la pareja aprende a abandonar la competencia y a dejar de hacerse daño y hacerle daño al otro, es un indicador de que la felicidad está en camino.
El amor sano nace de la voluntad de estar junto a la pareja con el único fin de gozar y ser felices al dar y recibir afecto, apoyo y seguridad.