“Nunca se puede obtener la paz en el mundo exterior hasta que no estemos en paz con nosotros mismos", S.S. Dalai Lama.
La palabra paz del latín pax, podría ser entendida desde la orilla de una actitud positiva, como un estado de bienestar social y personal, donde todos podemos convivir en armonía con las partes de una unidad.
La paz, es una condición originada a partir de la gestión emocional, es decir, libre de sentimientos exagerados y adversos como la ira, el odio y la venganza. Precisamente, ese equilibrio nos lleva a la salud integral.
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Estar en paz significa sentirse sereno y vivir en calma el momento presente, sin la culpa del pasado ni la ansiedad por el futuro. En otras palabras, es permanecer consciente, con el propósito de construir nuevos paradigmas basados en la compasión y la solidaridad por el otro.
Sin duda, la paz no se puede imponer pues forzándola esta no será auténtica. La verdadera paz es una gracia del alma que, como el amor, no es posible negociarla. Por el contrario, se da como fruto de un corazón libre de poder y control.
Los caminos de la paz
La paz no es posible en el mundo sin que tomemos conciencia de este estado de felicidad, a modo de merecimiento espiritual como resultado de elegir un camino cuya premisa voluntaria es la de no hacernos daño ni hacerle daño a los demás. Recordamos que la verdadera paz, no se logra a través de intereses políticos, fanáticos ni tampoco económicos.
Afortunados los que se encuentran en paz consigo mismos, al haber aceptado la libertad que produce la confrontación y el auto reconocimiento de la realidad, donde el ego enfermo y la soberbia dejen de reinar, para abrirle paso a la consolidación de una sana autoestima.
En mi opinión, no existe tesoro más grande que despertar cada mañana con alegría en el corazón e impulsado por la fuerza del optimismo realista, a fin de enfrentar cada desafío que nos traiga la existencia. Es importante tener en cuenta, que los problemas por muy complicados que sean también son susceptibles de solución y conciliación.
La decisión más inteligente y amorosa que podemos tomar para preservar nuestra vida es la de mantener la serenidad y lucidez mental, al no dejar que las influencias externas encabezadas por ciertas campañas publicitarias al servicio del “mejor postor” nos digan qué hacer. Somos dueños de nuestro destino y el mayor derecho que tenemos, es aprender a gozar de una vida libre.
En efecto, podemos escapar de esta trampa fatal en la medida que comprendamos la importancia de ser y estar en paz. No es fácil cambiar una programación de tantos años, pero tampoco es imposible.
Por eso, lo que vivimos en estos tiempos angustiosos producto de la inusitada pandemia que nos llena de confusión, son panoramas de caos e incertidumbre que deterioran la salud mental y emocional de la gran mayoría de los ciudadanos en el mundo. Quienes, además, están expuestos al calentamiento global representado en temperaturas extremas y devastadores fenómenos naturales.
Entonces ¿hacia dónde se ha volcado la esperanza del ser humano en medio de esta crisis? Esa sería la reflexión del momento.
Indudablemente, la crisis es una coyuntura de tipo evolutivo que irrumpe en la trayectoria vital de los pueblos y del modo en que se resuelve, dependerá el restablecimiento saludable del equilibrio. De lo contrario, se producirá un deterioro que conduciría a la incapacidad planetaria de renacer para lograr la armonía, el bienestar y la felicidad de las futuras generaciones.
El arte de vivir en paz
No hay nada que desgaste más nuestra energía física y emocional que el deseo de la perfección. Para entender esto, ha pasado mucha agua debajo del puente de mi vida. En este confinamiento, hice varios altos en el camino con el fin de valorar el sentido de la paz como esencia sanadora en la existencia.
El arte de vivir en paz es el resultado de haber atravesado diferentes pruebas adversas, dolorosas, desafiantes y reveladoras a lo largo de la vida, que impulsan el encuentro con la auténtica esencia.
Conocerse a uno mismo es un proceso largo y de transformación constante, pues hemos aprendido a utilizar varios disfraces sociales, que nos separan del carácter humano y trascendido con el que fuimos creados.
La mentira habita en la Tierra mucho antes que las palabras. Las especies se camuflaban para sobrevivir en lugares salvajes y agrestes.
Hay realidades ocultas en las profundidades del inconsciente. En esa caja de Pandora llamada mente, tales como heridas de infancia, traumas, abusos emocionales y sexuales, ira, resentimiento, rechazo y muchas otros sentimientos encubiertos. El viaje interior es uno de los caminos más idóneos hacia el encuentro con el verdadero Yo.
Sin prisa, pero con la firme y humilde convicción de seguir la guía de un Poder Superior y desde el lenguaje del corazón, podemos tener la oportunidad de sanar, perdonar, aceptar y liberar todo este peso existencial, reconociéndonos como seres vulnerables, pero aceptados y unidos al amor incondicional del Creador.
Los frutos de la paz interior
El poder de la sencillez nos ayuda a entender la realidad con calma. De esta manera, es posible enfocarnos en conseguir que nuestras metas y objetivos estén basados en la buena intención, pues los frutos reales no son siempre económicos.
Es importante nuestro capital emocional y en la medida que brindemos amor y compasión, esa misma energía será automáticamente dirigida hacia nuestro propio interior, con el fin de volvernos dueños de nuestros actos y decidir un mejor destino.
Nuestra responsabilidad es elegir el bien, para hacer de este mundo un sitio donde vivamos en paz y armonía. Esa capacidad interior, se fortalece a través de la meditación, la oración y la reflexión. Tenemos una gran fortaleza espiritual al momento de superar cualquier dolor o situación por terrible que sea.
Como diría el gran maestro espiritual Mooji, que promueve la auto-indagación para llegar a verdades profundas y transformativas, que nos impulsan a alcanzar la paz interior y la evolución personal:
“Vengo a desafiarte. ¿Qué es tan precioso en tu vida y respecto a ti que valga la pena cambiar la eternidad por ello? ¿A qué te estás aferrando con tanta fuerza que es más valioso que la atemporalidad? ¿Qué estás conservando en esta vida cuando ni siquiera el cuerpo puedes conservar?
¿Qué es tan preciado para ti en esta vida tuya, para que mantengas a la Verdad suspendida en pausa, y no puedas separarte de tus apegos y miedos? No confíes en que la vida pueda cuidar de ti mejor de lo que tú te puedes cuidar. No estás aquí por accidente. Esta forma es solo un traje, por un tiempo. Pero, aquel que está detrás del traje, este es eterno.
Debes saber esto. Si sabes esto y confías en esto, no tienes que preocuparte por nada. Este mundo está tan lleno de amor. Tu corazón, tu ser, está lleno de amor, tan lleno de paz. No tienes que ir a algún otro lugar para encontrar la paz. Está justo donde estás.”
La paz como esencia
Me gustaría concluir estas reflexiones, invitándolos a descubrir que la paz en esencia es simple, pero nosotros creemos que es difícil de alcanzar. Si logramos cambiar hacia una vida más sencilla y espiritual, preservaremos la existencia del planeta. La madurez nos enseña el arte de vivir en paz, aceptando lo que no se puede cambiar.
Esta cualidad maravillosa, nos permite equilibrar las emociones al momento de tomar decisiones acertadas y benéficas para nuestra vida. Te sugiero como paso inicial, “desacelérate” al buscar islas de tranquilidad y silencio, donde la lentitud y la calma logren revitalizar tu cuerpo y mente.
Vivir el día de hoy sin prisa te hará disfrutar de una paz interior merecida, pues solamente llevarás las cargas propias de esta jornada sin angustia y estrés.
En tu historia personal debes tener claro el por qué y el para qué de la vida. Así sabrás la dirección correcta hacia la consecución de tus metas y objetivos.
No impongas un tiempo a tu recuperación, ya que la paz interior no es impaciente. Lo que en realidad necesitas, es un mapa de ruta claro hacia la sanación sin un reloj que siga controlando tu existencia.