Una vida con propósito es aquella enfocada hacia la búsqueda interior para descubrir los significados que nos inspiren a elegir los caminos del aprendizaje, conduciéndonos hacia la libertad, la paz y la felicidad.
Querido lector, si usted tiene una respuesta clara sobre ¿qué lo hace sentir bien? ¿Qué lo motiva interiormente para mejorar su vida? ¿Cómo le gustaría ser amado? Y ¿qué es lo que realmente importa en la existencia? De seguro está muy cerca de entrelazar sus sueños y aspiraciones con el presente, para descubrir el verdadero propósito por el cual vino al mundo.
Conectarnos con la maravillosa posibilidad de aprender a valorar la vida de forma simple y sencilla, que nos produce una sensación de bienestar que, si se mantiene en el tiempo, nos guiará a una nueva idea sobre el éxito personal.
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Lo contrario sucede ante los resultado de algunas premisas occidentales basadas en la competencia obsesiva por tener más poder, dinero y control sobre los demás. Aquel espejismo termina por consumir a quien entrega toda su energía vital para triunfar en ese despropósito y generar envidia en quienes no lo logran.
Este sentimiento es altamente tóxico y casi siempre se activa debido al bajo nivel de frustración que algunas personas sienten, al ver su propia incapacidad reflejada en las victorias del otro.
Sin duda, estas vibraciones bajas de “codicia y ambición” se contagian rápidamente en los diferentes ambientes del trabajo y en otras áreas de la vida, donde las personas se auto-bloquean en la consecución de sus metas y objetivos.
El éxito de un auténtico propósito es detectado por nuestra alma cuando en el transcurrir de los días y especialmente en las noches, conseguimos conciliar el sueño y descansar la mente, las emociones y el cuerpo.
Entonces despertamos invadidos de una sensación de bienestar y sosiego interior, seguros de que al conocer nuestra finalidad estamos viviendo de forma congruente con nuestras reales expectativas.
Ahora bien, el éxito no es un golpe de suerte, es un proceso consciente para mejorar continuamente la calidad de vida y, por ende, ayudar a mejorar la calidad de vida del otro.
Mi libertad termina donde comienza la de los demás. Por eso, si logramos cuidar de nosotros mismos y hacernos cargo de nuestras responsabilidades, no le haremos daño a nadie.
De esta forma, desde el respeto y la consideración por la otra persona podemos ejercitar y fortalecer una mente serena al adquirir más capacidades para gestionar nuestras emociones y pensamientos, con el fin de solucionar adecuadamente los problemas cotidianos.
Con estas herramientas, será fácil transformar los hábitos negativos que nos enferman el cuerpo y debilitan nuestra voluntad hacia la superación personal.
Si complementamos la tarea anterior con dietas saludables, ejercicio físico, relajación mental y meditación espiritual, rodeándonos de un entorno amable y tranquilo, estaremos en el camino hacia el verdadero éxito
Cuando eres tu propio enemigo
De todos estos propósitos, uno de los que más debería sobresalir es el de aprender a madurar emocionalmente y hacerse cargo de la propia vida.
Hay personas que no viven la vida, sino que evaden la vida y se refugian en distracciones exteriores por temor a descubrir uno o varios traumas dolorosos que habitan en su corazón.
Usualmente, las personas que no logran asumir la responsabilidad de sus actos se protegen criticando los defectos de los demás o buscando culpables de sus conflictos y crisis existenciales.
Estas cárceles emocionales, son las que le impiden conquistar con éxito sus proyectos y, lo que es peor, su propia realización como ser social.
En consecuencia, cuando el individuo que está en negación elige adoptar el papel de “víctima”, activa el mecanismo de autosaboteo frente a todos sus proyectos.
Sin embargo, este es un asunto que por temor a perder su “zona de confort” prefiere no afrontar y paradójicamente termina abriéndole la puerta a las enfermedades psicosomáticas, las adicciones y las dependencias afectivas, como resultado de la insatisfacción que experimenta en la mayoría de los aspectos de su vida.
Recordemos que cuando hemos crecido con las falsas creencias de perfección, en la práctica estas resultan ser irreales pues el sentido de la experiencia se basa en el ensayo y el error, al igual que en flexibilizarse para entender el fracaso y habilitar nuevas estrategias a fin de superarnos. Otros factores importantes por considerar son la baja autoestima, la poca tolerancia al dolor y a la frustración.
De ahí la importancia de poder tomarse un tiempo para iniciar un viaje introspectivo y vislumbrar el origen de nuestras limitaciones, que generalmente tienen una raíz en heridas emocionales, situaciones traumáticas en la crianza, sobreprotección y rechazo por parte de los padres o figuras de poder.
En realidad, estos lamentables eventos pudieron generar complejos de superioridad basados en complejos de inferioridad, los cuales se ven reflejados en la incapacidad para expresar los sentimientos de forma adecuada sin saber dar y recibir amor, que son los disparadores de las adicciones del mundo moderno.
Nuestro propósito es aprender nuevas opciones de libertad y crecimiento, desaprendiendo paradigmas y reprogramaciones mentales erradas por medio del despertar de la conciencia, la aceptación, el perdón y la compasión hacia nosotros mismos y los demás.
A continuación, les presento una breve lista de algunas actitudes positivas, que les sugiero sean contrastadas de manera sincera con su actuar cotidiano.
De este autoexamen, usted logrará un cambio hacia la recuperación integral para conciliarse con su “yo fragmentado” convirtiéndolo en su mejor amigo:
- Comienza actividades y proyectos de interés personal sin terminarlos o cumplir el objetivo trazado desde un principio.
- Desconfía y piensa que los demás mienten o quieren manipularlo cuando reconocen sus habilidades y fortalezas.
- Suele convencerse a sí mismo de que las relaciones en pareja no funcionan en su vida por culpa del otro, ocultando sus defectos y señalando exageradamente los defectos ajenos.
- Rechaza oportunidades profesionales por miedo a salir de su zona de confort.
- Piensa excesivamente sobre una situación actual sin concretar una decisión al respecto. O, por el contrario, actúa muy impulsivamente.
- Procrastina al máximo sus deberes y responsabilidades repitiéndose frecuentemente “no puedo”.
- Cree que no tiene un talento que lo haga una persona especial, triunfadora y productiva.
- No tiene un proyecto de vida con metas claras, por lo que cambia fácilmente de rumbo proyectando inestabilidad e inmadurez.
- Necesita ejercer control sobre los demás y depende en gran medida de la crítica o la aprobación externa.
- Cambia abruptamente de estados de ánimo, pasando de la euforia a la tristeza, comprometiéndose en grandes proyectos para abandonarlos después.
- Siente que la felicidad, la alegría, el amor y la paz no son valores que merece.
- Teme al rechazo, al abandono y la soledad sin lograr sentirse bien consigo mismo.
Si se identificó con más de dos de estas tendencias, es tiempo de encontrar el valor para abrazar la realidad que tanto intentaba ignorar e iniciar un proceso de recuperación mental y sanidad integral.
Es mucho más sencillo que usted asuma con valentía su propia vida desde la lucidez, la cual será su apoyo al efectuar los cambios necesarios para alcanzar el auténtico propósito.
El presente es el escenario donde los cambios ocurren. Nunca es demasiado tarde para buscar ayuda y descubrir el inmenso potencial que reside en cada uno de nosotros, logrando nuestros propósitos más urgentes.
Como le digo a mis asesorados: “Si no soy yo ¿quién? Y si no es ahora ¿cuándo?” (Viktor E. Frankl). Si no lo hace por y para usted, nadie más lo hará. Si no actúa ahora, seguirá postergándolo. Tome control de su vida y deje de ser su propio enemigo.
Mis mejores propósitos
Dominar el ego y confiar en un Poder Superior a nosotros mismos, sería la base más sensata para empezar a vivir una vida con sentido. De esta manera y ante el espejo de mi propio ser, afirmo y decreto el derecho que tengo de gozar de aquellos propósitos naturales.
Tengo el derecho a ser feliz y, además:
- A tener buenos amigos para escucharlos y que me escuchen, consolarlos y que me consuelen.
- Perdonar, comprendiendo por qué perdono y descubrir que no vale la pena el resentimiento.
- Elegir lo que quiero hacer y renunciar a la comodidad de que otros decidan por mí.
- Vivir sólo por hoy sin expectativas exageradas, moderando mis deseos, aceptando la decepción y la alegría de soltar y dejar fluir.
- Rendirme. No luchar y no aferrarme a ninguna persona o situación que me amargue la existencia. El amor es para ser disfrutado, no para indigestarse de amarguras y conflictos.
- Entender que la energía negativa es contagiosa. Hay personas que siempre “tendrán sed” de venganza a través de la queja y la crítica hacia los demás. Por eso tolerancia, pero en la distancia.
- Aceptar que todo en la vida pasa. De modo que no vale la pena aferrarse a los buenos momentos sino gozarlos y dejarlos ir. Cuando vengan los malos momentos, recordaré que ellos siempre darán paso hacia los buenos.
- Vencer los obstáculos del miedo a resolver alguna situación que nos produzca angustia, vergüenza o culpa con cualquier persona.
- Crecer para fortalecer mis decisiones y afirmar que puedo romper con cualquier lazo o cadena emocional dañina.
- Reír y celebrar, bailar y hacer el amor estando presente, mirando a los ojos de mi pareja, entregando el alma y gozando el cuerpo, diciéndole desde la orilla de la humildad: “Te amo”, sin otra expectativa que la de expresar lo que estoy sintiendo en ese momento.
- Llorar, enojarme, protestar, desinhibirme, confesarme y no cargar con los problemas de los demás, resolviendo primero los míos.
- Descubrir que soy aparentemente frágil, pero esencialmente eterno, poderoso en mi interior y conectado al espíritu de Dios, quien desde siempre tiene planes llenos de amor y compasión para que pueda transformarme en un incansable buscador y decidido conquistador de una vida con propósito.