Cuando Dorian Grey se miraba al espejo no sólo veía un rostro joven, sino también se le revelaban muchas de sus más oscuras emociones. Algunas de ellas, se basaban en el temor a envejecer, madurar y dejar de sentir el placer de los desbordes de una vida libertina.
Por eso, al intentar cambiar el curso natural de las cosas, su alma quedó prisionera en una pintura de cuerpo entero que fue realizada por un famoso artista de la época y la cual se deterioraba día a día, mostrando la realidad inexorable del paso de los años.
Grey podía interpretar ante todo el mundo el papel de un hombre seductor, enigmático, dinámico y lleno de energía, pero ante sí mismo, su principal debilidad era la de no aceptar la limitación humana y la confrontación cara a cara con la soledad y la muerte.
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Aquel personaje fue creado por el escritor británico Oscar Wilde (Dublín, 16 de octubre de 1854 - París, 30 de noviembre de 1900), quien refleja la moderna ansiedad y el miedo por la deformidad y el deterioro del cuerpo físico, que le dan paso a la aparición de trastornos psicológicos como la autofobia.
La autofobia se caracteriza por el rechazo continuo hacia uno mismo. Esta falta de seguridad se ve reflejada en la incapacidad del individuo para ser autónomo, pues no le dedica el tiempo necesario a su crecimiento personal.
Sin embargo, una de las formas de “existir” de estas personas, es a través de distractores externos y materiales. De igual manera y con el fin de complacer a los demás, se disfrazan de los personajes que más les agradan a ellos, entregando el poder natural de decidir por sí mismos.
Recordemos que el ego es una fábula inventada por la mente y reforzada por una sociedad del vacío, el cansancio y el consumo. Como autómatas, creemos que “tener” juventud es más importante que vivir en paz y “ser” auténticos.
Uno de los caminos más inútiles que impiden el desarrollo personal y la madurez para llegar a ser un adulto sano es el de esconderse de sí mismos, negando por medio de la justificación muchos de los defectos de carácter y dándole demasiada relevancia a su apariencia física.
Tarde o temprano, esta actitud nos conduce a profundas frustraciones, desequilibrios y enfermedades nerviosas, emocionales y psicosomáticas.
Sin duda, este vanidoso culto a la inmortalidad está causando muchas víctimas en aquellas personas que se obsesionan y obnubilan ante el mito de no envejecer.
Por esta y otras razones, frecuentan peligrosas, costosas y exageradas cirugías estéticas, bariátricas, docenas de tratamientos alternativos, dietas estrictas, cantidades de botox y múltiples sustancias regenerativas, que a la postre, sólo ponen en riesgo la salud integral.
Además, al abusar de estos procedimientos para cambiar su imagen, aparecen otros trastornos de la personalidad como son los de la ansiedad generalizada, las adicciones y la despersonalización, que incrementan el consumo de fármacos con el fin de controlar los desequilibrios emocionales que alteran al sistema nervioso.
Lo irónico de este asunto, es que el estrés producido por el deseo de verse joven acelera los factores biológicos y celulares que generan una vejez prematura.
Todo tiene su tiempo. La vida es un proceso hacia la trascendencia del alma. Pretender permanecer estáticos en el plano de las formas físicas, es a todas luces, una descabellada idea que siempre desembocará en una profunda frustración.
En realidad, todo organismo humano “tiene una fecha de caducidad”, cuya recompensa es la tranquilidad y el sosiego de un proceso natural hacia la vejez, la cual nada ni nadie pueden detener.
La sabiduría de la vejez
En oriente, cada persona desde su nacimiento es educada tanto por la familia como por la sociedad en un sistema de valores, en donde la aceptación de la vejez y la muerte se viven como procesos naturales. Paradójicamente, dicha aceptación es la que produce más longevidad en esta población.
Ahora bien, contrario a occidente, se comprueba que la sabiduría de la vejez tan valorada en el continente asiático ejemplariza un nuevo modelo a seguir, el cual resignifica la senectud como un camino transformativo con nuevas pautas para la vida.
La primera es aprender a cuidar de uno mismo, de los pensamientos y sentimientos, comprendiendo nuestro temperamento con el fin de controlar la ira, el enojo y otras reacciones impulsivas. Sobre todo, aplicar nuevas herramientas desde el ejercicio de la inteligencia emocional para enfrentar los problemas cotidianos.
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De esta forma, al lograr tener éxito en el proyecto de vida es posible mantener esta armoniosa decisión mediante un ego sano y una autoestima fortalecida.
La segunda se trata de experimentar y valorar el sosiego que es un estado interior opuesto al miedo y la desesperación, en otras palabras, es el resultado de elegir amorosamente ocuparnos de nosotros mismos y desprendernos de todo aquello que nos hace daño.
El resentimiento de vivir con el dolor del pasado y la preocupación de lo que traerá el futuro, nos impide disfrutar el día de hoy y de una vida simple, llevando las cargas naturales de esta jornada sin angustia ni estrés.
Finalmente, la tercera pauta consiste en resignificar nuestra historia personal con el fin de comprender y descubrir el propósito en este mundo. Esto se logra, emprendiendo nuestro “viaje interior” para saber quién soy y lo que en realidad quiero.
La meditación y los espacios de silencio son herramientas para escuchar la voz del corazón que tiene pocas palabras, pero una gran energía amorosa al momento de conectarnos hacia un despertar espiritual.
De este modo, la “iluminación” conlleva nuevos cambios de actitud para vivir mejor y reconciliados con la vida, la vejez y la muerte, superando los “destellos” efímeros de la apariencia física.
“Te estás volviendo viejo"
La madurez es el arte de vivir serenos, aceptando lo que no podemos cambiar. Esta maravillosa cualidad es la que nos ayuda a equilibrar las emociones para tomar decisiones acertadas y benéficas en nuestra vida. Por eso, les sugiero buscar islas de tranquilidad y silencio en donde la lentitud, la calma y la armonía logren revitalizar nuestro cuerpo y emociones.
Si crees firmemente en tus poderes internos y entiendes que la mente materializa los pensamientos tanto positivos como negativos, entonces debes elegir elevar tu alegría y optimismo confiando en un Poder Superior a ti que te ama incondicionalmente, tal y como eres.
Por eso, hoy quiero compartirles a ustedes, algunos fragmentos del poema “Te estás haciendo viejo” escrito por el famoso novelista y dramaturgo francés, Víctor Hugo (Besançon, 1802 – París, 1885), autor de la obra “Los miserables” y quien en el terreno político, impulsó temas como los derechos de las mujeres, la educación y la pena de muerte.
También, protagonizó apasionadas aventuras amorosas e intensos dramas románticos. Estas experiencias lo ayudaron a madurar con el tiempo, manteniendo siempre una actitud confrontadora y optimista hacia su propia vejez, la cual aceptó sin intentar cambiarla:
“Te estás volviendo viejo – me dijeron -, has dejado de ser tú, te estás volviendo amargado y solitario.
No, respondí; no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo sabio. He dejado de ser lo que a otros agradan para convertirme en lo que a mí me agrada ser, he dejado de buscar la aceptación de los demás para aceptarme a mí mismo, he dejado tras de mí los espejos mentirosos que engañan sin piedad.
No, no me estoy volviendo viejo, me estoy volviendo asertivo, selectivo de lugares, personas, costumbres e ideologías. He dejado ir apegos, dolores innecesarios, personas, almas y corazones, no es por amargura es simplemente por salud.
Deje las noches de fiesta por insomnios de aprendizaje, deje de vivir historias y comencé a escribirlas, hice a un lado los estereotipos impuestos, deje de usar maquillaje para ocultar mis heridas, ahora llevo un libro que embellece mi mente. Cambié las copas de vino por tazas de café, me olvidé de idealizar la vida y comencé a vivirla.
No, no me estoy poniendo viejo, estoy comenzando a vivir lo que realmente me interesa…"