Juan Restrepo

Ex corresponsal de Televisión Española (TVE) en Bogotá. Vinculado laboralmente a TVE durante 35 años, fue corresponsal en Manila para Extremo Oriente; Italia y Vaticano; en México para Centro América y el Caribe. Y desde la sede en Colombia, cubrió los países del Área Andina.

Juan Restrepo

¿Y si gana Putin?

Cuenta Angela Merkel que en 1995 fue atacada por un perro, y que desde aquel momento tiene gran “respeto” a esos animales. Quienes los hemos tenido por mascota, sabemos el pánico cerval que despiertan en personas que han sufrido la misma experiencia de la ex canciller alemana, así se trate del más simpático y pacífico chandoso.

Pues bien, un episodio protagonizado por Vladimir Putin y su mastín muestra hasta qué punto el jefe del Kremlin es un canalla, para decirlo finamente, porque no me consta qué profesión ejerció su madre en el pasado. Putin seguramente sabía esa debilidad de la señora Merkel y le hizo pasar minutos de terror, que ella superó con gran presencia de ánimo y mirando fijamente durante la reunión a los ojos de Vladimir para no mirar al perro.

Merkel fue quizá la líder occidental que más se empeñó en creer que Putin era homologable con la cultura de Europa occidental. Decidió apostar por un personaje civilizado que, según creyó, terminaría respetando las reglas de convivencia que rigen en el Viejo Continente, y su gobierno tomó una de las decisiones más arriesgadas y polémicas: renunciar a todo tipo de energía que no fuera gas y comprar este recurso al dueño del aterrador mastín.

La decisión no gustó nada a más de uno de sus socios europeos, y sobre todo a los norteamericanos que vieron —y con razón, como los hechos lo están mostrando hoy— un arma geoestratégica de Putin en el gasoducto Nord Stream 2 que llega directamente por el mar Báltico hasta Alemania.

El lunes 11 de abril está previsto que los ministros de Exteriores del bloque comunitario se reunan en Bruselas para decidir una ampliación de sanciones al gas y al petróleo que vende Putin a Europa. No lo conseguirán, no se pondrán de acuerdo para ampliar esas sanciones a Rusia, desde ya lo podemos adelantar. Se opondrán Alemania, Austria y Hungría por razones diversas: las dos primeras porque no pueden prescindir del gas ruso y la tercera porque el recién reelegido Viktor Orbán, es un declarado aliado de Vladimir Putin.

Así que el nuevo zar de Moscú podrá seguir recibiendo 800 millones de euros diariamente para continuar alimentando su maquinaria de guerra. Hasta el momento de escribir esta columna, durante el tiempo que ha durado la invasión a Ucrania, Putin ha recibido 35.000 millones de euros y nada indica que ese flujo pueda detenerse. 

Lo que los ministros de Exteriores comunitarios intentarán el lunes de Semana Santa podría parecerse mucho a lo que ocurrió con el código Swift de las transacciones bancarias, que se anunció a bombo y platillo y lo que pasó fue que la medida solo afectó a algunos bancos rusos, no a todos. Con la prohibición de la energía rusa puede ocurrir otro tanto. Es decir, habría unas sanciones parciales. Si es que las hay.

Y entonces podrían pasar dos cosas: O Putin no hace nada y sigue recibiendo dinero, menos pero siempre un montón de dinero diario. O él mismo corta el resto de suministro, y se sienta a ver qué sucede con la paz social en Alemania. Cortar el gas ruso supondría un duro golpe al modelo económico alemán y por ahí derecho a toda Europa.

Echando un vistazo a la prensa de los meses pasados —cosa que resulta muy útil en circunstancias como la que nos ocupa—, encontré la reseña de un corresponsal europeo, previa a la reunión, a comienzos de abril de este año en Islandia, de los jefes de la diplomacia rusa y norteamericana, Serguei Lavrov y Antony Blinken respectivamente, en la que el cronista dice que “EE.UU engrasó la reunión con la noticia de que no sancionará a Nord Stream 2, la compañía alemana que lidera el gasoducto entre Rusia y Alemania, ni a su consejero delegado”. Y más adelante agrega: “La canciller alemana, Angela Merkel, celebró ayer que Biden ‘se haya movido un poco hacia nuestra posición’”.

Todo esto le habrá sonado a Vladimir Putin a música celestial y, como buen jugador de ajedrez, habrá influído en el siniestro movimiento de fichas que ha hecho en el tablero europeo.

En otra crónica de esos días (El Mundo, pág. 22 – 22.04.07) también leo que Putin dice lo siguiente: “Romperemos los dientes a los que buscan hacerse con una parte de nuestro territorio y nuestros recursos”. Ya hemos visto cómo está dejando la dentadura de Ucrania, un territorio que considera suyo. Está por ver, si gana, qué otra cosa considera suya, y cómo deja a Europa para una visita al odontólogo.

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