En las últimas tres décadas la infraestructura de oleoductos ha sufrido más de 3.600 atentados, causando derrames acumulados de un poco más de cuatro millones de barriles de petróleo. Sumado a esto, el robo de crudo en el país en los últimos veinte años ha sido de casi quince millones de barriles, de los cuales más de la mitad termina vertido sobre ecosistemas y el resto del crudo robado es utilizado para procesamiento de cocaína.
En el año 2013, se presentó el mayor número de atentados a la infraestructura petrolera del país, con un total de 233 voladuras y 250 mil barriles derramados aproximadamente. Resulta irónico ver este número tan alto, teniendo en cuenta que empezaban las negociaciones de paz y uno creería que el cese de hostilidades sería parte de las exigencias que el gobierno de entonces haría a estos grupos para sentarse en la mesa de diálogo. Pero bueno, como dicen algunos, “la paz es el fin superior”, así eso implique ver ecosistemas destruidos, animales muertos, poblaciones en la pobreza y el tejido social del país deshecho.
Son cifras aterradoras y que escuchamos de manera muy superficial en las noticias, pero los que estamos en la industria sabemos muy bien del daño que los grupos radicales han hecho al medio ambiente, destruyendo vegetación, matando animales y desplazando a comunidades enteras. Por otro lado, veo con preocupación que muchas personas, en especial los más jóvenes, están replicando el mensaje que los grupos radicales quieren vender sobre la industria petrolera y como ésta es la culpable de los daños al medio ambiente, por lo que todas las operaciones petroleras deben cancelarse en el país.
No se puede caer en ese juego de desinformación, es necesario que las juventudes sepan exactamente que los que manipulan a los más ingenuos con información falsa, son los mismos que auspician la voladura de oleoductos y cuyo silencio cómplice pretende ocultar el daño ambiental irreversible que le están haciendo al país.
Es tan profundo el nivel de hipocresía, que estas mismas personas que hablan en contra de la industria petrolera y satanizan cualquier operación extractiva, y en su mayoría hoy miembros del congreso, tienen esquemas de seguridad con varias camionetas que usan diesel o gasolina extra como combustible. Me encantaría verlos recorrer las vías del país en bicicletas, patinetas o en el peor de los casos a pie, y así ayudarían tremendamente a reducir la huella de carbono. Esto no es como la película Volver al Futuro, donde el DeLorean del Dr. Brown utilizaba el dispositivo Mr. Fusion para convertir material orgánico en combustible. Por ahora, el aguacate no cumple esa función, así su pepa posiblemente pueda ser utilizada para hacer maracas que la gente use en sus marchas bailables, y tal vez los más osados como la Primera Línea, la utilicen como arma contundente en contra de la policía.
El país tiene que unirse en torno a la reactivación económica, basada en datos y proyectos reales y concretos. Tenemos las posibilidades de salir con éxito de esta crisis si utilizamos los recursos que tenemos a la mano. El petróleo va a seguir siendo relevante en los próximos 20 o 30 años. Es tan así, que los gobiernos, grupos ambientales y empresas del sector aplazaron sus políticas de cero emisiones, no para 2030 sino para 2050, donde de manera ambientalmente segura se haga una transición energética a cero emisiones, y que de igual forma se garantice un suministro de energía estable y accesible a todas las regiones del país, permitiendo un crecimiento económico sostenible en el tiempo. Esta es la única manera de establecer un trasegar rentable y económicamente productivo, que dé como resultado una economía energética limpia, dinámica y resiliente.
Nota. Hablando de la Primera Línea, cada vez se parecen más a milicias urbanas terroristas que a grupos que buscan el cambio social a través de la legítima expresión de sus inconformidades. Estamos navegando en aguas muy peligrosas, porque se está usando a la juventud como escudo filosófico, definiéndolos como las “nuevas ciudadanías”, y así justificar un accionar violento que tiene como fin principal erosionar el concepto de democracia e institucionalidad. Esa misma historia ya se vivió en Cuba y Venezuela, donde esas nuevas ciudadanías eran adoctrinadas por grupos que tenían una narrativa vieja y trasnochada. Los resultados saltan a la vista y esos países con regímenes dictatoriales son los que hoy en día tienen más inequidad social y falta de oportunidades. Hay muchas similitudes entre el golpe de Estado en Venezuela en 1992 y lo que quisieron hacer en Colombia en 2021, donde un alumno aventajado de Chávez está liderando las encuestas de opinión, ojo con eso!!!