El próximo 13 de marzo habrá una cita histórica de la democracia en Colombia: Serán las elecciones para el Congreso de la República. Es la Institución que mantiene sólido nuestro sistema de gobierno.
Por el Congreso pasa el país. Allí se gestan las grandes reformas, para no ir tan lejos, gracias a la aprobación de un proyecto de ley, hoy los colombianos reciben la vacuna anticovid, gratis. Pero estos hechos de tanto impacto social, no mejoran la imagen institucional. No hay corresponsabilidad.
Existe una paradoja en la opinión. Mientras las mediciones de confianza ciudadana, siempre ubican la favorabilidad del Congreso en unos índices que no pasan del 25%, algunos legisladores por separado, sí gozan del afecto de la gente. Es una especie de divorcio entre el Senador o Representante a la Cámara y la institución que representan. Al menos esa es la percepción.
El mapa político del país sin excepción, se sienta en todas las curules del Legislativo, con la obligación de hacer las leyes, reformar la Constitución y adelantar el control político. Así se manifiesta un atributo público que todos debemos defender: ser demócratas.
El Parlamento es la institución suprema de la democracia, la garantiza. Pero su vínculo con la ciudadanía empeora; y las razones son diversas, desde el desconocimiento de la gente de lo que verdaderamente hacen el Congreso, hasta la desconexión de la política en general, que golpea a los congresistas sin filtro y sin anestesia.
La relación de confianza es deficiente. Es otro deporte nacional darle palo al Congreso, dicen algunos. Ante cada nueva crisis, sobran las voces de reforma. Unos piden convertirlo en unicameral, otros reducir el número de sus integrantes. Es una exageración reducir la democracia.
Es urgente impulsar un Parlamento más abierto. Existen buenas prácticas que dan resultados y pueden ser aplicables y mejoradas en el Congreso nuestro: Más cooperación pública, estrategias de cercanía con las regiones, colegislación ciudadana, apertura de datos, en fin, motivar hasta el cansancio la cultura de la participación. La indiferencia no es una opción.
Nosotros avanzamos en la dirección adecuada. Tras la quinta edición del Índice Latinoamericano de Transparencia Legislativa, que midió a 13 cuerpos colegiados, el Congreso de la República de Colombia salió bien calificado frente a los mecanismos de participación ciudadana, al ocupar el primer lugar.
Dentro de las recomendaciones de esta Red, se sugiere acercar el Congreso a las regiones. Este frente es uno de los propósitos irrenunciables del presidente del Senado Juan Diego Gómez, con 32 Foros Territoriales: “Tu Congreso tu región, venimos a escucharte”.
La democracia no es el parlamento, pero sin parlamento no hay democracia. A mayor presión de la gente, mejor debe ser la respuesta de nuestros congresistas. Nadie sabe qué es realmente una democracia hasta que la pierde. El 13 de marzo es una nueva oportunidad para no dejar morir la democracia.