Por el afán de agradar

El pasado 7 de agosto, el gobierno de Iván Duque cumplió tres años en el ejercicio del cargo. 

La pandemia marcó la mitad de su mandato y hoy, algunos de los grandes desafíos del país son sin duda, la reactivación económica y el Plan Nacional de Vacunación; programas que vienen avanzando con buenos resultados, mientras la cuenta regresiva marca el final de la era Duque.

A pesar de uno que otro defendible resultado de este gobierno, no es un secreto, ni para el uribismo, ni para la derecha, ni para nadie, que esta administración no estuvo a la altura de lo que esperaban sus electores y me atrevo a decir que ni siquiera por sus opositores. Fue un gobierno desteñido, que no supo a nada, por estar buscando “El centro, centro”, agravado porque la centro/izquierda y FarcSantismo, que venían de 8 años de cogobierno, continuaron cogobernando con Duque, bajo el equivocado eslogan “De lo que nos une”. 

Duque interpretó equivocadamente su mandato. Invitó al gobierno a tecnócratas sin experiencia y a viejos compañeros de escuela o del BID que no estuvieron a la altura de las expectativas. Se perdió una gran oportunidad para que defendiera las banderas que hicieron viable este país durante el gobierno de la Seguridad Democrática y más bien, se acomodó en la fatal inercia que provocó el mandato de Santos, entregando las instituciones y la propia constitución a las FARC. 

Por eso, la promesa de reformar el Acuerdo con las FARC, que los colombianos rechazamos en las urnas, jamás llegó a concretarse. Por el contrario, el acuerdo siguió implementándose como si nada hubiese pasado, como si el mandato depositado en el presidente Duque no hubiera sido lo suficientemente explícito.

Muchos hablan de este gobierno como el de transición que tanto insistió las FARC en su momento para no dejar “morir” el acuerdo. ¿Lo será? En su afán de agradarle a sus enemigos, Duque abandonó sus promesas de campaña y gobernó con la agenda de la izquierda. Veamos:

La Jurisdicción Especial para la Paz sigue operando con los mismos magistrados parcializados seleccionados durante el gobierno anterior, por defensores de las guerrillas del continente y críticos acérrimos de nuestras gloriosas fuerzas militares. 

Sus reglas de procedimiento permanecen intactas, siguen limitando el reconocimiento de las víctimas y obstaculizando la defensa y libertad de los miembros de la fuerza pública que se sometieron a dicha jurisdicción.

Por si fuera poco, el país sigue obligado a ver a los máximos responsables de delitos de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos, ocupando curules en el Congreso, sin pagar un solo día de cárcel ni reparar a sus víctimas. Además, con estrategias judiciales, lograron imponer 16 circunscripciones adicionales en territorios controlados por el narcotráfico y sobre los cuales la Misión de Observación Electoral ha puesto todas las alarmas de riesgo. 

Duque no entendió que la implementación de lo acordado sigue impidiéndole al país recuperar la política de seguridad que demostró inequívocos resultados entre 2002 y 2010. Por desgracia, la lucha contra el narcotráfico no ha recuperado las herramientas que necesita para enfrentar el mayor flagelo de las regiones. La aspersión aérea de cultivos ilícitos sigue detenida mientras sigue aumentado el cultivo y la producción de drogas ilícitas; ¿Que tan débil o torpe tiene que ser un gobierno para no entender que la coca es la fuente de todos los males de nuestro país, qué dónde hay coca hay armas, y dónde hay armas la criminalidad crece y que la aspersión de glisofato es un poderoso instrumento para detener y reducir la expansión de las áreas sembradas?

Pero no se trata solo de eso, la agenda legislativa de este Gobierno parece ir por su propia cuenta, siempre miedosa y temeraria de las organizaciones internacionales y la izquierda. Duque y la mayoría de sus ministros olvidaron las promesas hechas durante la campaña, olvidaron a sus electores y, hoy por hoy, impulsan proyectos de ley que pertenecen al recetario de la agenda global de la Izquierda. Ese es el caso de la ratificación del Acuerdo de Escazú y la Ley Estatutaria para crear una jurisdicción especial Rural y Agraria; dos iniciativas nefastas en las que el Gobierno sigue insistiendo.

En 2022 no podemos cometer los mismos errores que hace cuatro años, nos estamos jugando la libertad, el desarrollo del país y su posibilidad de reactivación luego de la crisis provocada por la pandemia, agravada por el paro criminal promovido por las organizaciones sindicales.

La apuesta para las próximas elecciones debe ser mucho más valiente y decidida, el nuevo inquilino o inquilina de la Casa de Nariño debe ser ejemplo de firmeza y coherencia, no podemos seguir cayendo en la demagogia de la izquierda o el mal llamado centro, en los que siguen camuflados para robarse los votos de los que somos mayoría, la gente de bien, la gente de derecha. 

PD: María Fernanda y Óscar Iván son la mejor opción, por no decir, las únicas.

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