Gobernar es comunicar. Aunque el asunto va mucho más allá, un mandatario debe estar en campaña constante y con un agudo proceso de escucha. Y un esfuerzo excesivo en el detalle de cada acción, hasta en los asuntos con apariencia de irrelevantes. Improvisar mata y con el azar no se gobierna.
Las emociones de los electores son inestables. Esto significa que la ciudadanía es exigente frente a las promesas de un candidato y quieren verlas traducidas muy pronto en realidades y resultados por parte del gobierno. Entonces las mayorías se tienen que conservar y sumar nuevas, todos los días.
Y gobierno que se conforme únicamente con el enfoque informativo, está destinado a un encuentro cercano con el estancamiento, distancia y reclamos. A todo es necesario y hasta obligatorio, agregarle incesantes dosis de persuasión. Debes informar y convencer.
Eres lo que comunicas. Un gobierno no existe si no comunica, a pesar de sonar fulminante, es cierto. La gente debe saber que hacen sus mandatarios, muchos se equivocan al tratar la comunicación como un simple instrumento. A veces la torpeza se estrella con la realidad.
El Maestro Mario Riorda nos recuerda que un gobierno no puede estar huérfano de un relato. A juicio del consultor argentino, se trata de un mito: “Genera un proceso de cercanía y de confianza entre el gobierno y el ciudadano, es el principal elemento que diferencia la comunicación gubernamental de la comunicación electoral”
Nos advierte Mario Riorda, que los errores de comunicación tienen impacto político. Dice que regularmente ocurre cuando un gobierno plantea hechos aspiracionales demasiado ambiciosos, que repercuten en una distancia ciudadana cuando no se cumplen y afecta los niveles de aprobación.
La desilusión se puede prevenir. Solo basta entregar resultados y comunicarlos de forma quirúrgica, aunque es clave ser muy sinceros con la gente, no todos los problemas se terminan de un día para otro. Los milagros en la administración pública toman tiempo. Hay que administrar el entusiasmo.
Otro de los elementos a tener en cuenta es el ruido que generan tantas voces al tiempo, cacofonía dirán algunos, lo cierto es que, sin articulación, el destino más seguro es la inevitable contradicción dentro del mismo gobierno. Hay hasta exageración de autobombo.
La comunicación de gobierno debe sobresalir por la brevedad, claridad, cercanía, empatía, pero también cuando los acontecimientos lo demanden, es casi ley ser sinceros. Ocultar tiene un alto costo político.
Y un consejo final, en estos tiempos de intenso WhatsApp, ojalá algún Presidente saque tiempo para chatear con la ciudadanía, responder inquietudes. Con esta aplicación también se gobierna.