Javier Milei ha conmocionado no solamente a Argentina, sino a la región desde que asumió la presidencia de esa república. Este economista, quien fue candidato por el partido La Libertad Avanza, está desarrollando un plan de gobierno que combina dos elementos principales: el antisistema y el liberalismo clásico.
¿Por qué han impactado tanto los planteamientos de Milei? ¿Acaso su discurso será suficiente para cumplir las promesas de campaña? En primer lugar, un antecedente en Argentina, los políticos han defraudado de forma constante las arcas del país con sus políticas públicas y un excesivo intervencionismo estatal.
Tras haber jurado como presidente, se dirigió a la ciudadanía para explicar la situación del país que recibió del gobierno anterior, -bancarrota- afirmó. De manera perentoria dio algunas definiciones sobre las medidas a tomar durante su mandato. Modificó el organigrama del Estado. Los ministerios pasarán de 18 a 9 y las secretarías serán tres, para reducir la burocracia del Estado al máximo.
Además, ordenó revisar los contratos de los empleados públicos en búsqueda de irregularidades, el 18% del empleo del país lo representa el sector estatal, exigiendo el 100% de presencialidad en los lugares de trabajo de la administración pública. Igualmente, anunció una voluntad política de devolver a las fuerzas de seguridad del Estado esa “autoridad moral” y una aplicación estricta de las leyes en las calles, entre otras medidas importantes.
Entre tanto en Colombia, la hoja de ruta diseñada por el presidente Gustavo Petro se encuentra fundamentada en un eslogan publicitario que más parece una frase de campaña: “Colombia, potencia mundial de la vida”, propuesta con la que no ha logrado inspirar a la ciudadanía. Incluso, lo visto hasta el momento en materia de violencia y criminalidad es desesperanzador y muy poco optimista.
Su logro más notorio hasta el momento fue captar el sentir nacional en su diálogo social. Su candidatura y posterior elección simbolizaba las ansias de cambio a raíz del estallido social, y las altas perspectivas que generó en lugar de ayudar a aliviar la confianza al interior de Colombia, ha contribuido a engrandecer la brecha de la división.
Otro factor que incide en el desempeño del gobierno es su escaso liderazgo y direccionamiento político, no comprende uno si en verdad desea solucionar los problemas más críticos o, por lo contrario, está consolidando nuevas dificultades. En cada oportunidad es más evidente la crisis de gobernabilidad del presidente, en donde culpa a sus colaboradores más cercanos, ministros, altos directivos y asesores de las fallas presentadas.
Un buen líder no debe hacer notar su jerarquía sobre quienes dirige, no impone sus ideas por la fuerza, todo lo contrario debe construir un puente entre la coherencia y su autoridad. Presidente debe usted motivar a todos los colombianos siendo un ejemplo, este es el mayor legado que nos puede entregar.
Invito al presidente para que tome como modelo las buenas prácticas en política de la región y ratifique los lineamientos por los cuales fue elegido, que asuma las riendas del liderazgo del Estado y que con una visión diferente haga una “refundación de su cambio” en tono conciliador y no beligerante, en donde mediante el reconocimiento de sus debilidades sepa rodearse de expertos para atender los asuntos prioritarios para la nación, e igualmente aprender a escuchar, a comprender y a tomar en cuenta los buenos consejos para gobernar.