Ya está. La selección juvenil rumbo al mundial con buen equipo, destacados jugadores y futbol atractivo.
En el “suramericano” de Venezuela que la clasificó, con partidos para recordar y resultados para celebrar.
Vigorosa fue su propuesta de principio a fin, directa, rápida y decidida. Sin rodeos inefectivos en el medio campo, con fecunda habilidad. Futbolistas con talla, atléticos, con riqueza técnica en los toques, juego por las bandas y buena definición, con excepción de los partidos contra Argentina y Brasil, que tuvieron tropiezos y desencanto en los resultados.
Pero asistir al mundial no es solo un trámite turístico. Es otra cosa. Es la obligación de seguir creciendo para obtener un premio mayor.
La juvenil tiene la obligación de hacer historia en Chile en septiembre, en la máxima cita juvenil, porque tiene argumentos futbolísticos para ello.
No se trata de equivocar los caminos, pensando en el valor de la cotización de cada jugador, sucumbir al acoso de los empresarios, ser dominado por la prensa empalagosa en el elogio, la admiración de los aficionados o la vida fácil.
Ya ocurrió, por ejemplo, con Juan Pablo Pino, Marlos Moreno, Joao Rodríguez, quienes desaparecieron después de deslumbrar.
Fueron víctimas de los ataques fulminantes del ego.
La fama es efímera si las aptitudes para el juego no se ratifican semana a semana, torneo tras torneo.
La fortaleza física es inútil, al igual que la destreza con el balón, cuando no hay firmeza de pensamiento y compromiso con los objetivos.
Recuerdo al Tino y a Valenciano, preparando maletas para ir a Italia, Parma y Atalanta, durante los juegos olímpicos de España, sin que se confirmara la eliminación de la selección Colombia, en Barcelona, que a la postre fue humillante. Tenían la cabeza en otras partes como el padre de James Rodríguez, destacado en el mundial de Rusia, perdido por su afecto al licor.
Los futbolistas de la selección juvenil actual tienen calidad para distinguirse, pero vaya usted a saber cuántas locuras rondan por sus mentes. Qué límites tienen sus sueños de grandeza.
Hoy tenemos futbol juvenil para mostrar. Las buenas actuaciones han sido mensajes prometedores. Pero, para estos chicos que dejaron buenas sensaciones entre los aficionados, la historia apenas comienza.
La vida tras el balón es tan veloz en los estadios como fuera de ellos. Se pierde fácil el fuego interior para competir, al calor de las grandes negociaciones y las jugosas remuneraciones.
La próxima cita no es solo para jugar y cumplir. Es para ganar. Es jugar para atraer, gustar, despertar admiración y ampliar los sueños de grandeza, con un título.