Los indecisos definen elecciones. Es difícil interpretarlos y mucho más complicado, es convencerlos. Pero el domingo 29 de mayo, no les quede ninguna duda: Votarán.
No es un fenómeno propio de Colombia. De acuerdo a varios estudios, en muchos países se estima que un 10% de los ciudadanos que están dispuestos a depositar su voto, hacen parte de los que no se han decantado por algún candidato. Aplazan esta posibilidad casi al pie de la urna.
Las últimas 48 horas previas a la apertura de las mesas para sufragar, es cuando este porcentaje de indecisos, asume una posición a favor de alguno de los aspirantes. Con un número tan alto, cualquier cosa puede pasar.
Esperar tanto tiempo para decidirse, solo tiene una lectura probable: La duda. Y ésta se genera por la apatía, desconfianza y desánimo cada vez más creciente por el entorno político que encuentran, muy polarizado.
El destino de los que hoy lideran las encuestas, dependerá en gran medida, de miles de personas lejanas de cualquier vínculo ideológico, pero muy dispuestas a salir a votar, aunque aún no sepan por cual candidato.
Quieren votar y lo harán. Aunque se les ubique en una especie de zona gris, se están tomando su tiempo para seguir analizando no solo propuestas, pues se trata de lograr una mejor conexión emocional con los candidatos, por eso jugará un papel importante, los desaciertos o no, de los aspirantes.
Se trata de una fuerza electoral considerable. Un error sería no considerarla determinante, es posible que mirarla con desdén, produzca el efecto contrario y se pierda una elección por no enfocarse en este sector. Convencerlos debe hacer parte de la estrategia.
Hay que aplaudir a los indecisos, no se han dejado atrapar por el huracán de la polarización, es un amplio sector de la sociedad que se le debe respetar su vacilante actitud, la incertidumbre que los acompaña se resolverá a escasas horas, se tomaron su tiempo. El futuro del país no se define a los empujones, sino con calma.