Esta es una sociedad que no se escucha. Demasiado ruido nos ensordece, la avalancha insaciable de información nos distrae, nos aleja de la posibilidad de potencializar una habilidad comunicativa esencial para el ser humano: Escuchar.
Debo reconocer que el profesor Juan Ocampo, nos puso en alerta sobre esta situación, en una de las clases que nos imparte por estos días. Y fue lo que motivó esta columna, le agradezco sin duda, el tema.
Oír no es suficiente. El vértigo estimulado por una cotidianidad acelerada, que casi nunca busca la pausa, limita al máximo ponerse en lugar del otro. Pero que lo anterior no sirva de excusa, por el contrario, debe convertirse en un motivo de urgente corrección.
No escuchar se convierte en otra forma de egoísmo. Un interlocutor que se sienta desatendido, es muy posible que también experimente una sensación de discriminación. La acumulación de todo esto, destruye la buena comunicación y promueve la distancia, apatía y hasta el fastidio.
Y aparece la desconfianza. Si crees que una Institución, gobierno o un líder te escuchó, pero sus compromisos frente a determinadas peticiones no se reflejan en nada concreto, siempre es lo mismo y no hay cambios, jamás existió un genuino proceso de escucha. La gente se siente engañada.
Desaparece la atención. Así las cosas, la comprensión es nula, y es complejo mejorar aquello que no entiendes. Y todo por errar en un aspecto tan esencial como escuchar. Se toman decisiones erráticas.
Es obligación ser muy responsable con los procesos de escucha. Desde este ejercicio serio, metódico y honesto, es inevitable propiciar nuevas realidades, responder con certeza con el menor margen de error posible. Si no escuchas, jamás te escucharán.
Hasta el Papa Francisco ha rogado para que nos concentremos en el verbo escuchar, dice que es una condición para el diálogo auténtico: “ Todos tenemos oídos, pero muchas veces incluso quien tiene un oído perfecto no consigue escuchar a los demás. Existe realmente una sordera interior peor que la sordera física. La escucha no tiene que ver solamente con el sentido del oído, sino con toda la persona”.
La verdadera comunicación tiene como su base irrenunciable escuchar, sino escuchas, nunca hubo comunicación. Sordos y mudos.