La reciente suspensión de la cooperación de Estados Unidos en mantenimiento de helicópteros y asistencia logística no es un hecho aislado. Refleja una realidad histórica: la falta de una política de seguridad con visión a largo plazo. Colombia ha dependido de la ayuda externa sin consolidar estrategias propias, lo que la mantiene en un estado de vulnerabilidad cada vez que sus aliados modifican sus prioridades.
El ensayo de Juan Gabriel Tokatlian, “El Plan Colombia y la internacionalización del conflicto”, expone cómo la estrategia de seguridad ha sido construida con parámetros de terceros y en especial con énfasis en la lucha antinarcóticos. Si bien este enfoque permitió avances operativos, el país no generó una autonomía real. El resultado ha sido una seguridad sujeta a factores externos y decisiones ajenas a la realidad nacional. Cada suspensión de apoyo extranjero pone en evidencia la fragilidad de nuestra estructura de defensa.
Desde el Plan Colombia el país ha desaprovechado en gran medida la experiencia ofrecida de varios países entre ellos EE. UU., lo que desencadena una inconsistencia en sus potencialidades y la dependencia en equipos, inteligencia y financiamiento externo, lo que impacta directamente nuestra seguridad. Situación que afecta la operatividad de la Fuerza Pública al verse limitada y exponer la falta de inversión en capacidades propias.
La debilidad gubernamental impide que Colombia diseñe un modelo autónomo de seguridad con una estrategia efectiva. En lugar de anticiparse a las crisis se reacciona cuando la cooperación internacional se interrumpe. No hay una política de Estado que garantice estabilidad operativa, y esto lleva a improvisaciones con soluciones de corto plazo que ignoran las causas estructurales de la violencia.
El país necesita una política de seguridad que trascienda administraciones blindadas en contra de ciclos políticos. Sin continuidad las reformas son inconclusas, la modernización de la Fuerza Pública se estanca y las estrategias de prevención del delito quedan relegadas. Esto fortalece la criminalidad, que sí opera con sostenibilidad y adaptación.
Colombia requiere una inversión constante en su industria de defensa, en inteligencia y en tecnología para la seguridad nacional. Hoy, buena parte del mantenimiento y logística militar sigue atada a la cooperación extranjera. Por supuesto, no se trata de renunciar a los acuerdos de esta índole, por el contrario, se debe procurar en fortalecerlos a partir de un uso estratégico y eficiente para no quedar atrapados en su natural vaivén.
Para lograr autonomía y continuar fortaleciendo al país en el terreno de la competitividad táctica un paso más allá, es esencial la participación de dos sectores el privado para cofinanciar innovación en seguridad, y la academia con el propósito de aportar estudios rigurosos con los cuales se diseñen estrategias basadas en evidencia. Solo así se logrará una política autosostenible, con o sin respaldo externo.
Tokatlian plantea que la internacionalización del conflicto limitó la independencia de Colombia. La actual suspensión de cooperación es la oportunidad para fortalecer nuestra política de relaciones internacionales para que se estructure a largo plazo y se proteja contra intereses políticos pasajeros.
Las crisis están hechas para aportar crecimiento, nuestro país no puede seguir varado en la incertidumbre. Ha llegado el momento de construir un modelo de seguridad estable, capaz de responder a los desafíos actuales sin perder la oportunidad de cooperar de manera sólida y estratégica con nuestro principal aliado, Estados Unidos. A través de un compromiso firme del Estado, el sector privado y la sociedad civil, podemos trascender la improvisación y establecer una verdadera asociación basada en la confianza, la corresponsabilidad y la búsqueda de objetivos comunes. Convirtamos esta coyuntura en el impulso para edificar un país más seguro, resiliente y autónomo, que valore el apoyo internacional y, al mismo tiempo, afiance su propia capacidad de respuesta