La cifra es insólita: hacemos más de 60 mil fotos por segundos todos los días. Por supuesto esta tendencia comenzó a convertirse en viral desde la aparición de los móviles. Es insaciable esta capacidad para registrar todo nuestro entorno.
Pero hay algo peor que la exagerada ansiedad de fotografiar lo que se nos atraviesa por delante: La gran mayoría no las usamos y todo por la falta de tiempo, imposible publicarlas todas.
De acuerdo con algunos estudios, la tentación de capturar con el celular cualquier situación, nos acerca a la experiencia digital de lo que se registra, pero nos aleja considerablemente de aquella realidad que deseamos fotografiar.
El premio Nobel de Economía el psicólogo Daniel Kahneman, afirma que la mayoría de experiencias que vivimos se pierden para siempre y de ahí esta especie de urgencia para dejar evidencia de los que nos sucede en tiempo presente.
“En cada persona hay dos yo muy distintos, un yo que vive sobre todo en el presente y que tiene experiencias y otro yo que recuerda, "que toma notas y que mantiene la historia de nuestra vida" argumenta Kahneman.
Miramos la vida a través de una pantalla. En la mayoría de ocasiones no disfrutamos de un paisaje o de mirar de forma minuciosa una obra de arte, por darle prioridad a la selfie o fotografía para guardar el momento.
Existe una desconexión con lo evidente, lo real y le damos paso al constante afán de capturar ese instante con nuestro entorno. Nos dedicamos después a buscar en la memoria del celular, aquello que nos disfrutamos de forma plena en lo presencial.
Nos acompaña un impulso instantáneo de exhibicionismo. Del universo de fotos o videos cortos que tomamos, la intención número uno es compartirlo a través de las redes sociales. Nos domina la pantalla.
Mientras tanto seguiremos viendo una verdadera marea de manos alzadas en los conciertos y todas las luces de los celulares sin parar. Por fortuna, aún en los cines se prohíben los móviles, allí sí podemos vivir la realidad sin distracción.
