Ignacio Arizmendi Posada

Periodista de la Universidad de Navarra.

Exdecano de la Facultad de Comunicación de la UPB.

Excolumnista de El Colombiano y El Mundo (Medellín), El País (Cali), El Tiempo y Revista Cromos (Bogotá).

Autor de 15 libros de historia y ensayo.

Ignacio Arizmendi Posada

La Medellín que deja Quintero

Muchas personas de dentro y fuera de Colombia se animan a visitar Medellín o radicarse en ella porque identifican unas realidades –por supuesto no originadas por el exalcalde Daniel Quintero– como las dieciséis expuestas a continuación, sin importar el orden:

•La cordialidad predominante en la gente 
•La cercanía de la ciudad a destinos turísticos regionales 
•La belleza de varias zonas 
•Ciertos sitios y recorridos internos (Parque Explora, Jardín Botánico, otras opciones) 
•La actividad cultural: exposiciones, conciertos, teatro, etc. 
•Las ferias, congresos, foros y eventos varios 
•Los museos 
•La gastronomía 
•Los centros comerciales 
•La oferta y calidad del sector salud 
•La oferta de trabajo especializado 
•Las oportunidades de negocios 
•La oferta de vivienda 
•Los servicios públicos 
•La educación 
•El clima

Esos y otros factores estimulan la creciente presencia en la ciudad de hombres y mujeres procedentes de diversas regiones y naciones, quienes, en general, quedan a gusto con la capital antioqueña. No obstante, tales factores entran en pugna con un conjunto de realidades ingratas y malditas que “huelen” al exalcalde Quintero, quien tuvo la gracia de abandonar su cargo luego de gobernar, digo, de darse vitrina, durante casi cuatro años. 

Para decirlo pronto, la Medellín que nos deja dicho caballero parece un territorio en manos de quienes imponen sus leyes con frases del estilo "si no le gusta, ¡póngala como quiera, hijueputa, y con lo que sea!", un territorio cada vez con más pinta “prosti”, delincuencial, corrupto, sin agüeros, lo que nos lleva a muchos a sentir que es un reflejo de la Colombia que está quedando en manos malditas, indeseables, espurias, sin ninguna contención o convención moral. 

Todo ello explica por qué Medellín •ya es la ciudad más anarquizada, no la mejor organizada •La de las extorsiones, no de las donaciones •La de la tacita de coca, no de la tacita de plata •La de las nuevas bandas criminales de los colectivos, no de las viejas bandas de guerra de los colegios •La del tráfico ordenado de droga, no del tráfico ordenado de vehículos •La de los “señores” de la barriada, no de los “dones” del barrio •La de las calles armadas, no de las calles amadas •La del Lleras Puty Park, no del Parque Lleras •La de los buenos servicios púbicos, no de los buenos servicios públicos •La de las mejores zonas putísticas, no de las mejores zonas turísticas •La de los desflores, no de las flores •La de la eterna atracadera, no de la eterna primavera •La de la bella Puty City, no de la “Bella Villa” •La de las vías abandonadas, no de las vías cuidadas.

La relación es suficiente, lastima y da lástima.

Ese panorama de doble pista, de doble piso, de la ciudad, recuerda la eterna oposición entre asociarte, o no, con alguien de cualidades maravillosas, pero con factores personales o familiares horribles e inaceptables. ¿Lo tomas? ¿Lo dejas?

INFLEXIÓN. ¿Quién, luego de las elecciones de este 29 de octubre, pondrá los puntos sobre las íes de la gestión de Quintero y comienza el rescate de Medellín?

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Ignacio Arizmendi Posada
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