La “ceguera perceptiva” o “ceguera por falta de atención” se basa en la capacidad limitada de observación del ser humano. Cuando una persona se enfoca en una tarea su interés se reduce a un “túnel”, y deriva en una falta de percepción de otros elementos en el campo visual. Este es un fenómeno que resalta las limitaciones en la concentración de las personas y su impacto en la interpretación y en la toma de decisiones; su estudio es relevante desde la psicología hasta la seguridad pública al proporcionar una comprensión profunda de cómo funciona la atención en contextos cotidianos.
Este fenómeno ha sido documentado en diversos estudios psicológicos con experimentos que demuestran cómo las personas pueden pasar por alto objetos o eventos trascendentales cuando están concentradas en una labor específica. Una de las investigaciones más difundidas es “el gorila invisible” realizada en 1997 por los profesores Daniel Simons y Christopher Chabris de la Universidad de Harvard. Su trabajo ha sido fundamental para entender cómo la atención selectiva puede llevar a la omisión de información visual significativa.
En un ambiente relacionado con la seguridad ciudadana, la “ceguera perceptiva” se refiere a la tendencia de las instituciones encargadas de mantener la seguridad a enfocarse en los síntomas visibles de la criminalidad como los delitos y actos violentos, y perder de vista otros factores subyacentes que contribuyen a la inseguridad. Cuando las autoridades responsables caen en esta trampa tienden a desarrollar estrategias de seguridad que son reactivas y limitadas en su alcance, y se obstaculiza la construcción de soluciones mediante un sistema holístico que aborde las causas enraizadas en la sociedad que afectan la seguridad como la falta de oportunidades, la desigualdad y la desintegración social.
El Distrito Capital propone la estrategia de atención “Gestión estratégica por capacidades” en el desarrollo de su “Plan Integral de Seguridad, Convivencia Ciudadana y Justicia 2024-2027 (PISCCJ)”. El modelo se centra en asegurar que las competencias operativas de las instituciones estén alineadas con la visión y misión organizativas, lo que es fundamental en un ambiente urbano dinámico y complejo como el de Bogotá. Al facultar a las instituciones involucradas adaptarse a los cambios del entorno social, económico y cultural, y con un enfoque proactivo buscar prevenir la escalada de conflictos y contribuir a la descongestión del sistema de justicia y a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.
Por lo cual se recomienda que esta iniciativa no solo propenda por la eficacia de las operaciones, sino además por un entorno urbano más seguro y justo, ajustándose a los desafíos contemporáneos de la ciudad en donde se reconozca que la seguridad está inextricablemente ligada a los contextos físicos, sociales, económicos y culturales de la ciudad, y es necesario que se aborden las causas latentes de la inseguridad y se promueva la prevención, con un liderazgo colectivo de las autoridades del Distrito y múltiples actores de la sociedad.
De forma adicional, es esencial desarrollar acciones dentro de esta estrategia relacionadas con una evaluación continua del modelo, en donde se enfatice la importancia de llevar a cabo un seguimiento constante de las capacidades implementadas para que se permitan ajustes y mejoras en función de la evolución del PISCCJ. Asimismo, fomentar la participación activa de la comunidad en la identificación de necesidades y en la implementación de soluciones, al promover un enfoque participativo y comunitario en la gestión de la seguridad urbana. En definitiva, es el momento de generar un cambio de paradigma en la manera en que se aborda la seguridad ciudadana, y priorizar la prevención y la construcción de entornos seguros y resilientes para todos los habitantes del Distrito.