En el mundo digitalizado de hoy, ha aumentado el riesgo del uso de la información como un arma con el potencial de trastocar a la sociedad, si bien, la información y en específico los medios para difundirla han jugado a lo largo de los siglos un papel determinante en la forma en que los individuos se perciben a sí mismos y con los demás, cada vez se estrecha más la relación objetiva entre los hechos y las opiniones. En su libro “Infocracia: La digitalización y la crisis de la democracia”, Byung-Chul Han alerta sobre los peligros de la manipulación informativa y su impacto en la democracia. En Colombia, este fenómeno tiene implicaciones profundas en la seguridad pública, alterando no solo la percepción ciudadana, sino también la capacidad de las instituciones para proteger a la sociedad.
La infocracia no es un concepto lejano, en el contexto colombiano su influencia es palpable. La manipulación de noticias y la propagación de información falsa generan un clima de inseguridad que trasciende lo físico y fractura la confianza hacia la gobernanza del Estado. Esta amenaza invisible no solo afecta la gestión de la seguridad pública, sino que también pone en riesgo la cohesión social.
El ecosistema digital ha permitido que las narrativas falsas proliferen de manera exponencial. Noticias alarmistas y manipuladas pueden generar caos en las comunidades, y obligan a las autoridades a movilizar recursos hacia amenazas inexistentes y se desprotegen otros sectores vulnerables. Este fenómeno fue observado en el pasado “estallido social” cuando circularon mensajes falsos a través de redes sociales que advertían sobre supuestos saqueos y ataques a residencias por parte de grupos vandálicos. Estos rumores infundados llevaron a que numerosos ciudadanos, presa del miedo, formaran grupos de defensa comunitaria armándose con palos y otros objetos para proteger sus hogares de peligros ficticios.
Las plataformas digitales, diseñadas para maximizar la atención del usuario, amplifican las emociones negativas. Según Han, este mecanismo refuerza un sesgo cognitivo hacia el miedo y la desconfianza. En Colombia, la viralización de videos fuera de contexto o noticias falsas ha erosionado la confianza en las autoridades locales, y debilitan su capacidad para mantener el orden y la seguridad. Esto evidencia una alerta institucional y cultural.
Ante esta amenaza invisible se requiere una respuesta innovadora e integral al combinarse tecnología avanzada con ciberdefensa. Esto incluye el desarrollo de sistemas de monitoreo que detecten y neutralicen la propagación de noticias falsas relacionadas con la seguridad pública, como por ejemplo un observatorio de información como organismo autónomo que trabaje en colaboración con autoridades, medios de comunicación, empresas tecnológicas y la academia.
Al igual, es fundamental empoderar a los ciudadanos con herramientas y conocimientos que les permitan identificar información manipulada. Esto puede lograrse a través de programas educativos masivos. Las instituciones de seguridad deben ser transparentes y responsables en la gestión de la información, y así evitar la desinformación. Es esencial una comunicación efectiva que desmienta rumores, desmitifique imaginarios con el propósito de generar confianza entre la ciudadanía y las instituciones.
En palabras de Byung-Chul Han, “la digitalización no solo redefine la democracia, sino también el poder”. En el país una respuesta colectiva e innovadora evitaría que las narrativas falsas determinen las decisiones y que el miedo digitalizado fragmente la sociedad.
Es hora de liderar un modelo de seguridad que trascienda las medidas tradicionales y abarque tanto lo físico como lo digital. Las autoridades deben adoptar tecnologías avanzadas y fomentar la transparencia, mientras que los ciudadanos tienen que convertirse en defensores de la verdad, fortaleciendo la cohesión social desde la educación y la conciencia digital.
En una era donde el acceso y la globalización de la información y su parte contraria, la desinformación es tan poderosa como las armas, Colombia tiene la oportunidad de liderar un modelo de seguridad que no solo proteja nuestros territorios, sino también nuestras mentes. Es hora de construir una ciudadanía crítica, consciente y preparada para enfrentar las sombras de la infocracia. Solo así podremos transformar la inseguridad percibida en confianza colectiva, al recuperarse la cohesión social y al fortalecerse las instituciones que nos protegen. La seguridad del futuro se afronta en el terreno físico y en el campo de las opiniones enmascaradas. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que la verdad siempre prevalezca.