Los medios de comunicación repasaban una y otra vez las últimas imágenes con vida del niño y de su padre, relataban la historia entre la tristeza y la indignación, no era para menos, la persona que debía proteger a Gabriel Esteban, que debía garantizarle amor, protección, educación, lo llevaba de la mano a un hotel en Melgar para quitarle la vida ¿Qué iba a imaginar ese angelito que quien se suponía más lo amaba en el mundo terminaría con su vida?
Uno de los temas más difíciles de abordar en mi paso por la Presidencia de la Comisión Primera del Senado, fue la cadena perpetua para asesinos y violadores de niños, la discusión estuvo llena de emotividad, lo que dificulta el debate parlamentario técnico, obviamente, este era un tema muy sensible, no solo para los congresistas, sino para la sociedad en general.
Al principio tuve mis dudas, porque de nada sirve la cadena perpetua si no hay una política pública integral de protección a los menores de edad, adicionalmente, diferentes autores han criticado la cadena perpetua como un mecanismo eficaz para disuadir a los posibles violadores y asesinos de niños, todo lo anterior, agravado por el hecho de que nuestro sistema está totalmente colapsado, no hay cárceles y la eficiencia, eficacia de la rama están seriamente comprometidos.
Luego de muchos debates me convencí de que la medida era absolutamente necesaria, la sociedad colombiana tenia que mandar un mensaje inequívoco a los Garavito, a los Uribe Noguera o a cualquier otro que decidiera violar o asesinar un niño, si un hecho de estos volvía a pasar, el culpable pasaría el resto de su vida en una cárcel.
Dirigí el debate con todas las garantías, fueron largas horas escuchando una y otra vez los diferentes argumentos de los congresistas, fue un debate profundo, muy interesante, tristemente opacado por maniobras dilatorias que pretendían dejarnos sin tiempo para aprobar el acto legislativo, hasta una recusación de último minuto intentó hundir el proyecto, recusación que luego terminó, en un intento por intimidarnos a quienes estábamos en favor de la medida, en una demanda de pérdida de investidura en el Consejo de Estado, que por fortuna resolvió a nuestro favor.
Finalmente logramos aprobarlo, tuvimos todo el cuidado de cumplir todos los estándares internacionales en materia de derechos humanos, la medida contemplaba la revisión de la pena, con el fin de que no pudiese argumentarse, en tribunales internacionales, que se trataba de una pena cruel e inhumana, lo que habría violado los acuerdos internacionales de la materia firmados por Colombia, aun así, y para mi de manera incomprensible, la Corte Constitucional declaró inexequible el Acto Legislativo, en términos más sencillos, tumbó el anhelo de muchos colombianos de castigar ejemplarmente a los violadores y asesinos de menores.
¡Algo tenemos que hacer! una persona que viole o asesine un niño, para mí, es una causa perdida, no puede haber resocialización para tanta maldad, quien sea capaz de matar a un ser indefenso, mas si es su propio hijo, es un peligro para la sociedad y lo será mientras respire.
En China aplican la pena capital a quien vende droga a los jóvenes, “quien atenta contra los jóvenes de China, atenta contra el futuro de la nación”. No me gusta la pena de muerte, pero me encanta el argumento, atentar contra los niños si es atentar contra el futuro de todos los colombianos.
No quiero pensar que somos inviables como especie humana, trato de convencerme a mí mismo que todavía hay mas bien que mal en este mundo, ojalá hechos como este no vuelvan a ocurrir, que podamos prevenir mejor para proteger a nuestros menores, pero ojalá también podamos castigar con mayor eficiencia y severidad a quienes cometen estos terribles y deleznables hechos.
