Me da pena con Gustavo Petro, con mis colegas periodistas, con los medios masivos, con los alternativos y los demás, y con toda la opinión pública nacional, pero les tengo que decir que en este país no hay libertad de prensa.
Me motivan esta reflexión los informes recientes de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y de la Asociación Colombiana de Medios de Información (AMI). También me mueven muchos pronunciamientos, conversatorios a los que he asistido y deliberaciones con colegas del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB) y de la Asociación de Periodistas Económicos (APE), entidades a las que pertenezco y en cuyas juntas directivas he estado. Además, ver al periodismo censurado y amenazado hasta por la Fiscalía. Sin decir nombres, los últimos hechos hablan por sí solos. La reserva de la fuente es sagrada.
Y vamos al grano.
Aquí no hay la tal objetividad que enseñamos en programas de Comunicación y Periodismo como los de la universidad La Gran Colombia, donde trabajo, entre otras.
Lo máximo que hacemos al escribir noticias o columnas de opinión en los medios, es acercarnos al máximo de la independencia. Total: no hay objetividad, aunque tal vez si hay imparcialidad, responsabilidad y búsqueda de la verdad en medio de tantas mentiras.
El Gobierno con sus medios públicos, agrupados en RTVC, hace propaganda, pero no informa objetivamente.
En los grandes medios de comunicación hay autocensura. Los periodistas saben qué deben publicar y qué no, para no pisar cayos ni intereses económicos de los propietarios.
Los pequeños medios, los alternativos, tampoco son objetivos ni cultivan la libertad de expresión, pues para subsistir tienen que hacer contenidos a favor de políticos, instituciones o gobernantes que los patrocinan.
Total, hoy parece que la poca libertad de prensa y expresión está en las controvertidas redes sociales, donde está la amenaza de las fake news, contrarrestadas afortunadamente por los medios tradicionales que también están en las redes. En esta competencia informativa en internet, también están los influencers, que no son periodistas, pues lo que hacen es producir contenidos comerciales y negocios, donde no prima la libertad de prensa, pero sí la libertad de expresión.
Aun así, en las redes la gente dice lo que quiere y opina sobre todo. Claro, generando implacables controversias.
Todo esto lo lleva a uno a pensar y preguntarse si es que la verdadera democratización de la información está en las redes.
En Colombia no hay libertad de prensa, es una afirmación como decir que el agua moja.
Sin embargo, aunque no es un descubrimiento, si es una frase que debe alimentar el debate para defender la poca libertad de prensa y expresión que aún tenemos y no caer en la desgracia de los gobiernos totalitarios que masacran estas libertades, fundamento de la democracia.
Ustedes tienen la palabra para resolver el título de esta columna:
¿Hay más libertad de prensa en los medios o en las redes?