Juan Manuel Díaz

Empresario bogotano, Contador Público y Especialista en Gerencia de impuestos y entidades territoriales de la Universidad Externado de Colombia. Ha trabajado por más de 10 años en pro de la seguridad y la movilidad de la capital del país.

Juan Manuel Díaz

Hambre en Bogotá: Una eterna lucha que tenemos que ganar

En Bogotá se esconde una paradoja devastadora: mientras la ciudad  es un referente de progreso, miles de sus habitantes luchan diariamente contra el hambre. Es lamentable que en la capital del país a pesar de su crecimiento económico, haya familias que no tengan un mínimo vital como lo son tres comidas al día.

El hambre en Bogotá no es simplemente una estadística, sino una realidad que golpea duramente la salud física y mental de las familias más vulnerables en las que sin duda alguna, los más afectados son nuestros niños. La más reciente encuesta de percepción realizada por la Veeduría Distrital, reveló que el 34% de los hogares sólo pueden garantizar entre una y dos comidas al día,  imagínense ustedes cómo un niño puede ser el futuro cuando más de 4.000 de ellos sufren de desnutrición, lo que lamentablemente limitará su aprendizaje y llegará a la etapa adulta en evidente desventaja. Esta situación es particularmente crítica en localidades como Usme, Santa Fe, Bosa y Tunjuelito, donde la inseguridad alimentaria grave es más notoria.

En medio de la instalación de esta Bancada del Hambre liderada por mi colega David Saavedra, se evidenció una crisis silenciosa pero devastadora que azota a nuestra ciudad: la inseguridad alimentaria. En Bogotá, la situación es preocupante. Según datos del  Departamento Administrativo Nacional de Estadística  DANE, 321 mil personas han sentido hambre y el 23,3% de la población tiene dificultades para acceder a tres comidas diarias. Esta es una realidad que no podemos ignorar.

Los contrastes son abrumadores: en los mismos barrios donde hay lujosos centros comerciales y exclusivos restaurantes, hay niños que se acuestan con el estómago vacío, y padres que sacrifican su propio alimento para que sus hijos no pasen hambre. Pero, lamentablemente el problema no es solo de acceso. Según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos UAESP, en Bogotá se pierden 1’228.000 toneladas de alimentos al año, lo que representa el 12,58% del total de comida desperdiciada en el país.

Como si fuera poco, a nivel nacional, se pierden 9.7 millones de toneladas de alimentos anualmente, suficientes para alimentar a las familias no solo de Bogotá sino del país entero. Este contraste entre el desperdicio masivo de alimentos y la falta de acceso a una alimentación digna en algunos hogares bogotanos, es un reflejo de una profunda desigualdad y por supuesto una falta de coordinación en nuestras políticas de abastecimiento.

El Secretario de Integración Social, Roberto Angulo, ha señalado los esfuerzos que actualmente se llevan a cabo, como los 115 comedores comunitarios que atienden a más de 45,000 personas. La meta desde la bancada es lograr que se  puedan crear 160 comedores más en diferentes zonas de la ciudad para mitigar sustancialmente esta problemática y no se repitan escenas dolorosas como las que se ven a las afueras del mismo Corabastos en donde llegan niños con sus padres para elegir en medio de los alimentos en descomposición, algo que les sirva para poder alimentarse. 

Somos conscientes que estas medidas, aunque valiosas, no son suficientes por ello aunando esfuerzos, las empresas privadas se convierten en un aliado clave. Carolina Acosta, primera dama de la ciudad quien nos acompañó en la instalación de la Bancada y  se unió de manera valiosa a esta iniciativa está logrando alianzas estratégicas que también permitirán erradicar el hambre en Bogotá.

“¿Qué es lo que estamos tratando de hacer? Por un lado, estamos haciendo unas estrategias de bonos canjeables con grandes almacenes de cadena donde hoy en día ya tienen una cobertura de 880 familias que mensualmente reciben estos bonos alimentarios que son adicionales a todos los bonos del Distrito. Una segunda iniciativa,  tiene que ver con el área de bienestar donde existe una ola de solidaridad entre  los restauranteros y los cocineros para llevar raciones alimentarias a zonas donde tienen los más altos índices de desnutrición.”

Desde el Plan de Desarrollo de Bogotá, también se propone fortalecer la eficiencia de los sistemas de abastecimiento alimentario y mejorar la infraestructura de las Plazas Distritales de Mercado. Estos son pasos importantes, pero considero que también necesitamos innovar en la forma en que suministramos alimentos a quienes más lo necesitan.

Expertos como Adalberto de Vivero sugieren alternativas valiosas, como el uso de sobres aluminizados con proteínas y vegetales, que no requieren refrigeración y tienen una larga vida útil. Estas comidas, listas para consumir y de alto valor nutritivo, podrían ser una solución eficaz para los programas sociales de alimentación.

La solidaridad ciudadana también juega un papel crucial. La comunidad tiene el poder de organizarse y crear redes de apoyo que ayuden a mitigar el hambre. No podemos seguir haciéndonos los de la vista gorda frente a esta problemática, debemos reflexionar sobre nuestro papel en esta crisis y comprometernos a ser parte de la solución.

La lucha contra el hambre no puede ser una batalla solitaria, necesitamos de la colaboración de todos los sectores: Gobierno, empresas, organizaciones no gubernamentales y ciudadanos. No podemos permitir que en una ciudad como Bogotá, con sus recursos y capacidades, haya personas que pasen hambre. Todo cuenta, nosotros desde casa también aportemos ese granito de arena, compremos sólo lo necesario, no desperdiciemos tanto los alimentos. Queremos que las medidas que estamos tomando sean no solo efectivas sino sobre todo permanentes, para asegurar que cada persona en Bogotá tenga acceso a una alimentación digna y saludable. El hambre no puede esperar.

Juan Manuel Díaz. 

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