Nos acercamos al 2030, fecha que la ONU estableció como límite para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y armonizar a nivel mundial sus dimensiones económica, social y de protección al medio ambiente.
Son múltiples y diversos los esfuerzos realizados y, aunque aún nos falta mucho por hacer, uno de los grandes logros que considero se han obtenido, es el haber creado gran parte de las bases de lo que hoy se conoce como consumo consciente.
El denominado “consumo consciente” replantea los hábitos de compra y el uso de los bienes y productos para preservar el medio ambiente y contribuir a crear una sociedad más justa y equilibrada en todo el mundo. Así las cosas, se requiere del compromiso no sólo del individuo, sino de la sociedad en general, e incluye a las empresas y los gobiernos.
Aquí, no cabe duda de que el empresariado tiene la obligación de profundizar en el conocimiento y la cuantificación de los factores de impacto, riesgos y oportunidades sostenibles.
Sin embargo, también es imprescindible que los gobernantes y la comunidad internacional hagan lo suyo. Un ejemplo positivo es la directiva 2024/825 de la UE.
Esta nueva regulación establece pautas claras para las empresas, exigiendo que términos como “respetuoso con el medio ambiente” o “de origen biológico” estén respaldados por pruebas verificables y precisas.
Así busca la Unión Europea garantizar la transparencia y autenticidad en las comunicaciones ambientales. Es fundamental para atacar la publicidad engañosa y demuestra que ya no valdrá “parecer bueno”.
Por otra parte, en un reciente informe de Europa Press, organizaciones como el Pacto Mundial, la Fundación Seres y Corporate Excellence, han coincidido en señalar que el 2025 será "un año crucial", en el que el papel de los asuntos ESG, la evaluación de la sostenibilidad y el impacto social de una organización por parte de los inversores, serán los grandes condicionantes del futuro económico de las empresas.
Solo si los gobiernos, las empresas y los consumidores tienen como objetivo, común e ineludible, la protección de los ecosistemas, la lucha contra el cambio climático y la transición energética en su forma más adecuada, entre otras variables sostenibles, el mundo llegará con una esperanza clara y certera al 2030.
En este sentido, la floricultura colombiana cuenta con Florverde Sustainable Flowers, un estándar social independiente para el sector, el cual certifica que sus flores frescas cortadas son sembradas y cosechadas en forma responsable y sostenible.
Durante el 2024 Floriculture Sustainability Initiative (FSI), la asociación internacional de mayor importancia en la búsqueda de soluciones sostenibles para el futuro de la floricultura, con sede en Holanda, señaló al sello Florverde Sustainable Flowers, FSF, como una de las certificaciones internacionales más completas para este sector.
El anterior anuncio se realizó en el marco del Floral Distribution Conference de la Asociación de Floristas y Proveedores Mayoristas de Estados Unidos, WF&FSA, actividad que reunió a compradores, distribuidores y vendedores de la floricultura de diferentes países.
En el mismo escenario, The Consumer Good Forum, única organización que reúne a minoristas y fabricantes de bienes de consumo a nivel mundial para garantizar la confianza de los consumidores e impulsar un cambio positivo, incluida la sostenibilidad ambiental, reconoció a FSF como una certificación transparente que vela por las prácticas éticas y de responsabilidad social en la floricultura.
Como Florverde, son muchas y variadas las iniciativas que desde Colombia demuestran al mundo que su empresariado se empeña en recorrer el camino de la sostenibilidad.
Garantizar las necesidades actuales sin poner en peligro los recursos futuros no es un eslogan o un sueño. Es difícil hacerlo, pero con un trabajo serio y responsable podremos dar una respuesta efectiva a la agenda mundial. Uno de ellos es garantizar la confianza de los nuevos consumidores e impulsar un cambio positivo.
Eso es posible.