La política suele hacer extraños compañeros de cama. En todas partes. Miremos, sin ir muy lejos, el maridaje de Gustavo Petro con Salvatore Mancuso o con Don Berna, y con dieciséis antiguos jefes paramilitares más. El gobierno de un ex guerrillero se saca de la manga la figura jurídica del gestor de paz, y ahí tememos a un nutrido grupo de ex paramilitares “gestionándole” la convivencia a los colombianos por decisión del ex comandante Aureliano del M-19. Y nosotros contemplando un espectáculo de tan incierto resultado. No lo habríamos creído si nos lo cuentan durante la campaña presidencial de 2022. Cosas más raras veremos, seguro.
Bien, pero allá afuera no se quedan cortos. El triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas tiene a sus aliados europeos que no caben de contentos. Resulta, sin embargo, que éstos tampoco se privan de clamorosas contradicciones. Vean si no el siguiente ejemplo. En mayo de este año el líder chino Xi Jinping llegó de visita oficial a Hungría en donde fue recibido de la manera más calurosa por el presidente húngaro Viktor Orban. Orban es una de las moscas en el vaso de leche europeo: incondicional compinche de Vladimir Putin, contrario a la ayuda comunitaria a la asediada Ucrania, se considera el mejor amigo de China en la UE. Pues bien, estamos hablando de uno de los hombres más felices con el triunfo de Trump. ¿Y eso cómo se come? Alguien tendrá que explicárselo al nuevo mandamás de la Casa Blanca. Y puede que a Trump no le haga mucha gracia el aliado húngaro.
Veamos el caso de España. En la cuarta economía de la UE, un país de gente generosa, epicúrea y divertida pero siempre a la greña por cuestiones políticas, hay solo una cosa que une a rojos y azules: el desprecio hacia Estados Unidos y la repulsión hacia la sociedad norteamericana. Los orígenes de este atavismo se remontan a la pérdida de sus colonias en el siglo XIX y, particularmente, a la pérdida de Cuba. Pues bien, nadie más feliz aquí con la reelección del patrón de Mar-a-Lago que el partido de extrema derecha, Vox, precisamente el que más reivindica las pasadas glorias del desaparecido imperio español.
Otro de los que saltó de alegría con el resultado de las elecciones norteamericanas fue el influyente ultraderechista, Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV) en la cámara baja del parlamento neerlandés. Y resulta que un jefe de bancada parlamentaria como éste en los Países Bajos, de no muchas simpatías precisamente hacia los judíos, dijo que “los patriotas están ganando elecciones en todo el mundo” al conocer el triunfo del hombre que ha prometido defender al Estado judío a como dé lugar.
Y a propósito de la cuestión judía, si una pareja resulta extraña en la cama de Donald Trump es Nick Fuentes, un comentarista político de extrema derecha. El apoyo de este personaje al reelegido presidente norteamericano fue una de las pocas debilidades de imagen (si es que tuvo alguna entre los suyos). Fuentes fue un destacado participante en las protestas que culminaron con el asalto al Capitolio en 2021 y es un furibundo antisemita y supremasista blanco. Su visita a Mar-a-Lago fue uno de los hechos más difíciles de maquillar por parte de los asesores de campaña de Trump, quien vino a decir más o menos que Nick Fuertes apareció por allí sin ser invitado. Ya sabemos, pues, la hospitalidad de esa mansión para la próxima vez que se nos ocurra pasar por el frente del escampadero del magnate en Florida. No tenemos más que llamar a la puerta.
Y volviendo al grupo de líderes europeos que celebran el regreso de Trump no se debe olvidar a la italiana Giorgia Meloni, quien recibió con entusiasmo esa victoria electoral. Habló de “naciones hermanas”, de “alianza inquebrantable”, de que esa victoria “fortalecería aún más” el vínculo estratégico entre Italia y Estados Unidos. No solo eso, la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la coloca en una situación favorable para actuar como puente entre Washington y Bruselas. Pero resulta que si hay un líder político en Europa que apoye la causa de Ucrania y al presidente Volodimir Zelenski, un mandatario a quien Trump ni se le quiso poner al teléfono cuando lo llamó a felicitarlo, es Giorgia Meloni. En Europa todos son conscientes de que con Donald Trump en la Casa Blanca, yéndole muy bien a Ucrania perderá el terreno hasta ahora conquistado por Putin.
De modo que el entusiasmo de los populistas europeos con Donald Trump seguramente terminará por desinflarse cuando lleguen, como dicen los italianos, los nudos al peine. Es decir, cuando Trump intente (y quizá logre) forzar un acuerdo de paz en Ucrania a base de ceder territorio a Rusia, cuando decida poner aranceles de entre el 10% y el 20% a las importaciones de productos europeos o cuando quiera meterse en la cocina de éstos y llegue con la exigencia de que Europa compre productos agrícolas estadounidenses, como carne de vacuno alimentada con hormonas o el pollo desinfectado con cloro.
Podemos esperar la reacción de los agricultores en las calles de Europa, y entonces aflorará el tradicional antiamericanismo que ha caracterizado siempre a la extrema derecha europea. Ahí quizá, salten todos de la cama. Porque quien con niños se acuesta…,ya se sabe.
