Este siempre fue el destino del movimiento pro-Trump

El miércoles, una horda de miles de simpatizantes de Trump acudió a Washington para protestar y revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020. Escucharon a su presidente decir que nunca iba admitir la derrota, que las elecciones estadounidenses ya no eran libres ni justas. Luego, Trump imploró a su audiencia que marchara al Capitolio. Momentos más tarde, mientras coreaban “Esta es nuestra casa”, los simpatizantes de Trump superaron las vallas policiales en el Capitolio.

Para quienes han observado de cerca los movimientos pro-Trump y de extrema derecha, este oscuro momento era casi inevitable. Se puede trazar una línea recta desde los foros en línea dominados por los extremistas, los mítines de Trump, Charlottesville y “Manténganse alejados y preparados” hasta esto. Es un intento desesperado por derrocar el proceso democrático. También es el choque entre un universo de conspiraciones tóxicas y las rocas de la realidad humana.

“Lo veo como un ‘crescendo’”, me comentó esta misma semana Marc-André Argentino, un investigador que estudia el movimiento QAnon, para referirse a la manifestación planeada. Las últimas semanas se han sentido como la confluencia de sucesos polémicos y noticias oscuras, entre ellos un aumento enorme en los casos de coronavirus, el fin de la presidencia de Trump y el proceso de certificación de las elecciones, así como el lanzamiento de una vacuna. “Se cree que en algunos círculos se perderá toda esperanza de una victoria de Trump”, mencionó Argentino. “Para otros, es el fin de una era de Trump, en la que tuvieron rienda suelta. Para algunos, es la frustración ante un inminente gobierno liberal y medidas de cierres de emergencia”.

Como lo demuestra la toma del Capitolio del miércoles, estamos entrando en un momento volátil. Las personas que han estado enconchadas en grupos de Facebook y han mantenido una dieta estricta de mentiras provenientes de medios que niegan la elección, como Newsmax y One America News, se están percatando de que no hay ningún plan grandioso para que Trump mantenga el puesto por arte de magia. En foros como The_Donald, los simpatizantes de hueso colorado están furiosos, no solo con los republicanos del Congreso, quienes se han rehusado a rechazar los resultados de las elecciones, sino también con el mismo Trump. “Más vale que mañana Trump haga algo al respecto o será el traidor más grande de todos ellos”, escribió en línea un simpatizante. Este hombre dijo que el miércoles iba a asistir al discurso de Trump y que “más vale que no sea como un mitin, más vale que haya información auténtica”.

La información deseada nunca llegó. No existe. Para los simpatizantes de Trump y los devotos de QAnon, contemplar la disonancia cognitiva en este momento es aterrador. En un video que circuló desde Washington, afuera del Capitolio, un grupo de simpatizantes de Trump confrontó a Todd Young, senador republicano de Indiana, para preguntarle por qué se había rehusado a objetar los resultados de las elecciones. Young, claramente exasperado, arguyó que debe defender la ley. “Hice un juramento ante Dios… ¿Todavía nos tomamos eso en serio en este país?”, cuestionó. Los simpatizantes no se inmutaron. “¡La ley es importante de nuestro lado!”, gritó uno. “No de los demócratas”.

Este es tan solo un ejemplo de los efectos a largo plazo de una oleada interminable de propaganda, conspiración y mentiras. Sin embargo, hay muchos. He aquí una breve lista tomada tan solo de las últimas semanas:

— Un grupo de al menos 13 senadores republicanos y más de 100 republicanos de la Cámara de Representantes aseguraron que iban a negarse a aceptar la victoria que el Colegio Electoral le había otorgado al presidente electo Joe Biden.

— El presidente de Estados Unidos fue captado en audio durante más de una hora mientras parloteaba furioso teorías conspirativas de QAnon sobre el fraude electoral, en un intento por presionar a las autoridades estatales de Georgia para anular los resultados de la elección.

— En Nashville, investigadores federales anunciaron que estaban analizando evidencia que sugiere que el sospechoso del bombardeo de la Navidad creía en los reptilianos y otras inverosímiles teorías de conspiración.

— Un farmacéutico de Wisconsin que creía que la vacuna para el coronavirus era dañina saboteó de manera intencional más de 500 dosis de la vacuna de Moderna. En Georgia, hace poco las autoridades estatales anunciaron que estaban expandiendo el acceso a las vacunas porque muchos profesionales de la salud en zonas rurales se rehúsan a ser vacunados.

— El lunes, un hombre con un historial en línea de opiniones de extrema derecha fue detenido en Queens después de que una llamada falsa al número de emergencias para avisar sobre la presencia de una bomba obligó el cierre del estacionamiento de un centro comercial.

Cada uno de los ejemplos es preocupante por sí solo. Si se toman juntos, estos sucesos muestran un país en crisis. Al ser un cronista reacio de nuestro envenenado sistema informativo, nada de esto me sorprende mucho. Es la culminación de más de cinco años de odio, troleo, acoso violento y teorías conspirativas que han ido y venido del vientre del internet a la Casa Blanca. Aunque ese odio y esa violencia de vez en cuando se han derramado en las calles, parece que apenas estamos comprendiendo su verdadero impacto. Durante años, los estafadores profesionales, los troles, los verdaderos creyentes y los oportunistas políticos han sembrado mentiras conspirativas, con las cuales han creado realidades alternas intrincadas y peligrosas. Ahora estamos presenciando la cosecha. Es probable que la situación empeore.

Nuestra crisis actual no tiene una solución sencilla, en parte porque no hay un único culpable. El ataque en contra de la verdad que realizó Donald Trump durante media década ha influido enormemente, al igual que las plataformas de redes sociales y los medios pro-Trump como Fox News. La prensa tradicional también ha luchado para contrarrestar la desinformación y no amplificar las mentiras y las conspiraciones, en especial a inicios de la era de Trump.

Sin embargo, esa es tan solo la parte del suministro en nuestra crisis de realidad. La parte de la demanda es igual de importante, en la que millones de estadounidenses están buscando activamente conspiraciones e ideologías radicales y violentas para encontrarle sentido a un mundo en el que no confían.

Este tipo de explicaciones sirve de poco para excusar las mentiras egoístas y sus peligrosos efectos. No obstante, ilustran que nuestra crisis de realidad se originó en el egoísmo, el descaro y el sufrimiento. Está arraigada. Y solo seguirá en aumento.

Sin embargo, lo más aterrador tal vez sea que la realidad alterna a la que se aferran muchos de los simpatizantes de Trump, antivacunas y devotos de QAnon no existe: un hecho del que más tarde que temprano harán uso muchos de los verdaderos creyentes. Y en ese momento de disonancia cognitiva —el momento en que empieza reventar la burbuja—, se vuelve real el peligro plausible sobre el que los expertos han advertido durante años.

Por: Charlie Warzel / The New York Times

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