El miedo está haciendo de las suyas. El catastrofismo también. El Covid19 lo disparó.
Byung Chul-Han en El Espíritu de la Esperanza dice “Estamos padeciendo una crisis múltiple. Miramos angustiados a un futuro tétrico. Hemos perdido la esperanza. Pasamos de una crisis a la siguiente, de una catástrofe a la siguiente, de un problema al siguiente. De tantos problemas por resolver y de tantas crisis por gestionar, la vida se ha reducido a una supervivencia.” No estamos viviendo, el miedo nos tiene sobreviviendo.
Y agrega: el miedo es una amenza para la democracia pero, al contrario, “La esperanza nos hace creer en el futuro. El miedo, en cambio, nos hace perder toda nuestra fe y resta crédito a la realidad. Por eso, impide el futuro”.
El miedo es, también, un excelente instrumento de dominio; acalla voces, intimida voluntades, impide el cambio porque por temor, la gente no actúa y así, el continuismo impera. El miedo busca que nada cambie, que no exista la diversidad ni la divergencia y coarta la libertad.
En la política y en el ejercicio de gobierno algunos mandatarios lo usan para matar la esperanza y disgregar la ciudadanía que, desmotivada, se acurruca en sus rincones, en su soledad e insolidaridad; crean un ambiente depresivo y nervioso.
Hoy hay una propagación del miedo, una pandemia del miedo con un agravante, el catastrofismo de algunos lideres está afectando la salud mental, enfermando los estados de ánimo de la gente. Han creado un problema de salud pública. Mientras tanto, la esperanza es otra cosa, es lo contrario al miedo. La esperanza permite crear un colectivo porque expande y el miedo, encoge. La esperanza, da, como anota Chul-Han un horizonte de sentido a la vida, porque la alienta, nos ofrece futuro y, por tanto, nos pone en camino, en marcha. Pero es una esperanza activa, de esas que generan ímpetu.
La esperanza está en el 2026 donde ojalá, votando, nos pongamos en la ruta de la esperanza. A ese miedo y catastrofismo que inculcan permanentemente hay que decirle, como María Corina Machado, Que el miedo nos tenga miedo. Los candidatos al congreso como a la presidencia de la república deberían dar lo que anhela el país, esperanza, menos Twitter menos camorra y menos catastrofismo.
La esperanza es capaz de crear un nosotros, un movimiento en masa, una transformación colectiva, una revolución. El motor de la esperanza es el camino para reconducir, a partir del 2026 a Colombia porque une, vincula, cohesiona y no es como el miedo y la angustia, que aíslan e individualizan.
Ojalá los candidatos encarnen esperanza, como por ejemplo, lo hace María Corina Machado con el pueblo venezolano o Milei para algunos sectores de la población argentina. He ahí el camino al triunfo, al que conecta con el electorado en estos tiempos en los que el miedo y la angustia, se volvieron una plaga y los ciudadanos quieren ver una luz y la colombiana ya asoma, está en el 2026.