Las elecciones para la Casa Blanca son una de las más importantes del globo y la más importante del mundo libre. La jornada de hace cuatro años, en el sentido más estricto de la palabra, fue una debacle electoral.
Entre confinamientos y mascarillas el ambiente que se respiraba era totalmente apocalíptico, entre tanto se avanzaba rápidamente hacia la aprobación de las primeras vacunas para mitigar el letal virus. De esta manera, la pandemia del Covid-19 se aproximaba a su primer año desde que las iniciales y masivas cuarentenas se impusieran en la ciudad de Wuhan, China.
No era un cierre de año fácil y todo empeoró cuando Trump puso en peligro la obra de los Padres Fundadores que supieron respetar y cuidar los sucesores de Washington, Adams y Jefferson. Los días posteriores a las elecciones del 3 de noviembre de 2020 fueron absolutamente inciertos y caóticos. Una elección aún más atípica que la de 2000.
La duda de una transición pacífica de mando aumentaba y la tensión en Washington era manifiesta. A dos semanas de posesionarse Biden, el 06 de enero de 2021, el Capitolio fue asaltado para presionar al Congreso y evitar, como último recurso, que Biden fuera certificado como presidente. Sin embargo, su vicepresidente -Mike Pence- lo hizo y el 20 de enero, El Viejo Joe tomaba posesión de la Casa Blanca.
Ya en funciones Biden y neutralizado Trump, la geopolítica mundial empezó a girar rápidamente a la vez que el Covid-19 iba saliendo de la escena mediática.
Cuatro años después, las cosas fueron distintas. Sobre las 2 A.M. hora Washington D.C., Fox News anunciaba la victoria de Trump y casi de manera simultánea hacia su aparición en West Palm Beach (Florida) para dar su discurso de victoria. A los pocos minutos, Wisconsin le otorgaba la victoria oficial completando 276 votos electorales. Oficialmente, Trump regresaba a la Casa Blanca.
Ahora, si bien la política internacional no suele tener mayor incidencia electoral en los EE.UU., la elección por la Casa Blanca si tiene unas considerables repercusiones de orden geopolítico a nivel global. El mundo no es el mismo que Trump dejó tras su turbulenta salida de Washington. De tal suerte, los principales desafíos que tendrán los estregas y planificadores de la administración entrante serán: La guerra en Ucrania, la guerra en Oriente Medio y una posible invasión a Taiwán.
La invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022 vino a ratificar lo anexión de Crimea en 2014. Las relaciones entre Washington y Moscú se quebraron y tanto la Unión Europea como la OTAN se han visto frente a uno de los mayores desafíos de la historia reciente de Europa después de la Guerra de los Balcanes, a finales del siglo pasado.
Las intenciones de Putin no han resultado indescifrables. Restaurar los territorios de la vieja Unión Soviética es su máximo objetivo estratégico y será política de Estado cuando Putin ya no esté. Para ello, recurrirán a todo tipo de tácticas como las agresiones territoriales y el consabido sabotaje electoral (leáse Moldovia y la UE).
Esta guerra que había entrado en un punto muerto aun cuando hubo una tentativa de alzamiento contra Putin (caso Prigozhin) y una ofensiva ucraniana sobre suelo ruso, puede tener un giro decisivo si se confirman las recientes informaciones que hablan de un despliegue de 10.000 efectivos norcoreanos. Las decisiones que tome Trump sobre la ayuda a Kiev y el futuro de la OTAN decidirán la conflagración.
Consecuentemente, esta agresión territorial vino a alentar a China en su política de reunificación, lo que ha llevado al aumento de maniobras militares chinas alrededor de la isla anunciando un posible cerco a Taiwán y, por lo tanto, su anexión definitiva.
Lo que abiertamente afectaría no solo las relaciones bilaterales entre Washington y Beijing sino el equilibrio regional Indo-pacífico. Las constantes maniobras chinas han incrementado las alarmas tanto en Japón, Corea del Sur, Filipinas, y Australia y hacen pensar que mecanismos de cooperación como el QUAD y AUKUS se reactivarían de inmediato ante cualquier agresión china al territorio taiwanés.
Luego, ¿servirán las cartas de amor que le escribió en el pasado Kim Jong Un a Donald Trump para no desestabilizar Eurasia?, ¿continuará Trump la guerra comercial con China? y ¿Taiwán podrá estar seguro de contar con Trump como un aliado verdadero? Interrogantes que podrán ser resueltos en los próximos cuatro años.
En Oriente Medio, la guerra entre Israel e Irán ha llevado a que Estados Unidos haya desplegado recientemente efectivos y renovado asimismo armamento estratégico para la defensa de Israel. Trump y Netanyahu, como arquitectos de los Acuerdos de Abraham, tienen una visión común y eso puede garantizar una cierta continuidad en las relaciones con Oriente Medio a diferencia de lo que pueda suceder en Ucrania.
Es más, no se puede negar que los éxitos militares de las FDI en contra de agrupaciones terroristas como Hamás y Hezbollah afectan positivamente los intereses de la Casa Blanca; no obstante, no cabe la menor duda de que un escalamiento mayor no sería precisamente lo que más beneficiaría a los Estados Unidos.
Igualmente, uno de los mayores desafíos geopolíticos de los Estados Unidos, a nivel global, son los BRICS dado que esta alianza, de democracias y dictaduras, se ha presentado como una contraparte al G-7 que busca des-dolarizar las relaciones económicas internacionales y quebrar el liderazgo mundial de los Estados Unidos.
Gestionar esta difícil transición geopolítica le corresponderá a Trump, quien no resulta del todo ajeno al actual entramando estratégico que nos conducirá definitivamente hacia un nuevo orden mundial.