Encontrar la respuesta más acertada ante el interrogante: ¿El talento está antes o después de la formación?, es una tarea que genera odios, amores y un sinfín de opiniones que hasta se intentan parecer a la adivinanza de quién fue primero, ¿el huevo o la gallina?
Recién hice una mini-encuesta en Instagram, justamente para conocer la opinión de las personas que hacen parte de mi núcleo más cercano en esta red. La respuesta del 80% de los seguidores fue: “El talento está antes que la formación”, y el restante de los participantes dijeron que “El talento está después que la formación”.
Barack Obama dice en su libro ‘Una tierra prometida’ que el talento recompensa multitud de deficiencias. El reverendo inglés Edward Bickersteth, por su parte, decía que “la mejor manera de obtener más talentos es mejorar los talentos que tenemos”. Asimismo, en la producción de Disney ‘Talentos Ocultos’ una de sus increíbles protagonistas menciona “lo que realmente me apasiona es saber que todos tenemos talentos, el compromiso consiste en descubrirlos y potenciarlos”, y finalmente Nelson Mandela dijo que “la educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.
La más reciente publicación de la gran encuesta integrada de hogares (GEIH), respecto a la tasa de ocupación de la población joven (entre los 18 y 24 años) en Colombia, reveló que el 48,1% de las personas ocupadas en el país pertenecen a la población ocupacional Obrero, empleado particular y trabajador por cuenta propia. Lo que nos permite ver que muy seguramente el grueso de esta población ha sido contratada por sus talentos o habilidades, y no necesariamente por su formación. Lo cual es evidente y respetable.
En medio de la conversación que propuse a través de la red social Instagram, uno de los seguidores me preguntó si yo había aprendido a leer sola, y quizás la respuesta hubiera podido ser si, sí tal vez hubiera nacido con habilidades de aprendizaje excepcionales, o tuviera un coeficiente intelectual más alto de lo normal, pero no fue así. Entonces, no aprendí a leer por mi propia cuenta, sino que me enseñaron, luego me enseñaron a hablar, a escribir, a dibujar, a tocar un instrumento, a cantar, me educaron. Y en el transcurso de esa línea de aprendizaje me fui dando cuenta de lo que me gustaba y en lo que creía que podía ser mejor.
Hice el mismo ejercicio con mi hijo, quien, desde muy pequeño a mostrado cierto interés por cosas artísticas como la música y la pintura, pero si no lo educamos para que fortalezca esas habilidades quizás pueda ser un extraordinario artista empírico, y eso no está mal, pero seguramente él mismo encontrará la necesidad de formarse para aprender del arte.
Muchos de nosotros hemos tenido muy buenas oportunidades laborales por el potencial y las habilidades que tenemos, pero vuelvo y repito, con el tiempo se hace necesario validarlo por medio de la educación.
En muchas ocasiones esas habilidades se vuelven insuficientes, incluso para encontrar un empleo. Un estudio del BID que mide la brecha de habilidades indica que casi un tercio de los empleadores no habían logrado encontrar gente con las habilidades necesarias para desempeñar un trabajo.
La “regla de las 10.000 horas” es un ejercicio inevitable que valida lo anteriormente mencionado. El término fue acuñado luego de un estudio realizado por el psicólogo K. Anders Ericson, publicado en 1993, encontró que la diferencia entre músicos con diferentes niveles de desempeño radica en el número de horas de práctica que había tenido cada uno. El estudio concluyó que el esfuerzo prolongado, y no el talento innato, era el que explicaba las diferencias entre un experto y un principiante.
Sumado a esto, el entorno cultural es muy importante para que un talento pueda florecer o extinguirse. El físico colombiano Jairo Giraldo confirma que “el mismo Einstein… sin un ambiente familiar, escolar y social propicio no hubiera podido llegar a donde llegó".
Por supuesto que queda una gran tarea por hacer, y es la de fortalecer los sistemas educativos para gestionar esos talentos, ofrecer una educación más pertinente para los diferentes tipos de inteligencia donde la práctica y no el seguimiento riguroso de las actividades escolares sea el centro de la educación, precisamente para la práctica más profunda del talento de cada niño, joven o adulto que tenga interés en aprender más de lo que conoce.