El voto salva la democracia. Colombia tendrá su primera cita con las urnas el próximo 13 de marzo para elegir al Congreso y el 29 de mayo, la primera vuelta presidencial. El sufragio tiene efectos políticos, también sociales.
La responsabilidad no es menor. El país afronta desafíos en todos los campos y abstenerse no es la mejor elección. Los incrédulos abundan en época electoral, argumentan que con votar nada cambiará, respetable postura, lo mejor siempre, es participar.
Votamos y no pasa nada. Es otra de las excusas recurrentes de los negacionistas. Es preferible que no solo se queden con la opinión, pues votar es decidir. Entrega la posibilidad cierta de modificar, cambiar y escoger el futuro de nuestra sociedad.
La realidad que se avecina, no es un asunto del azar. Dependerá en gran medida, de la voluntad de la gente, lo que quieran para el país. Eso será posible a través de la libre expresión del voto.
No es momento de una encrucijada democrática. La abstención eterna en Colombia, los indecisos que se apuran a votar a último minuto, las dudas, el cansancio. Todo se agrupa en un estado de ánimo, que puede definir todo o nada.
Pero ahí no concluye el asunto. Es clave votar bien, recordar que el interés de todos, está por encima de una expresión individual. Una democracia se fortalece y crece mediante la voluntad libre de elegir a sus mandatarios, para que sostengan la institucionalidad, no lo contrario.
Lo que vaticinan la gran mayoría de mediciones de opinión, es una amplia franja de indecisos sin norte. Los que no están seguros por quién votar, terminarán definiendo la balanza electoral.
La incertidumbre acecha. El futuro ya no ilusiona, sino que preocupa. El voto es la única posibilidad que nos permite seguir viviendo en democracia. Hay que creer en su poder.