Es más caro hoy comprar cualquier producto. El consumidor actualmente se preocupa más que en cualquier tiempo, por el precio de lo que adquiere. Ya no se puede tener en casa nada en exceso, se acabó el poder de compra. Es el fin de la abundancia.
La inflación, la disparada del dólar y una recesión inminente, tienen en pánico la economía mundial. Es decir, las condiciones actuales y futuras, le permiten a los más expertos una predicción fácil, se viene la pandemia económica. El momento es crítico.
Nada refleja mejor la coyuntura de liquidez, que la cotidianidad de las familias. Hace algunos días en la tienda de mi barrio, escuché a una señora contar su estrategia para hacer frente a la crisis: “Me levantaré más tarde para ahorrarme el desayuno”. Fue contundente.
Lo peor del asunto es que el Dane estima que 23.1% de los hogares colombianos consumen apenas dos comidas al día. Son más de 13 millones de colombianos en esta situación adversa para alimentarse. Moisés Naím lo afirma sin tapujos: “La inflación es hambre”.
El tema único que debería importarle a todos por estos días es el de la economía. Es una bomba que ya estalló y sus consecuencias apenas se están sintiendo con toda la fuerza, por eso es mejor ahorrarse las uvas este 31 de diciembre, pues el 2023 será el de la recesión.
El consumir tendrá que aplicar una especie de autocensura de alimentos. Es imposible comprar mangos, sandías y manzanas todos los días, su alto costo no lo permite. Y ni hablar de la carne y pescados. Hay que modificar en contra de la voluntad, los hábitos de gastos. El dinero rinde menos.
Nada está barato. El huevo, café, leche, pan, y así podría seguir este párrafo de manera interminable de alimentos con precios elevados, las góndolas de los supermercados pasan muchos días intactas. Y a esto se le suma la desbordada oferta de tarjetas de crédito y la gente ahora se endeuda por comida. ¡Ah! Y es mejor tener reservas de papel higiénico, todo indica que habrá escasez.
El desplome de la economía es inevitable. Muchos supermercados en Europa han dejado de ofrecer algunos productos, debido a sus precios fuera de control, algo similar puede ocurrir en breve en Colombia. Si la gente no compra algunas cosas, la lógica establece que se dejarán de ofertar.
Otra práctica común es el cambio de actitudes de consumo. Es una alternativa para conseguir algo de ahorro en las tradicionales visitas al mercado, no se compra un arroz de X marca, sino de otra que permitan mantener unos pesos más en los bolsillos.
Afrontamos una economía de crisis. No se trata de exagerar ni generar pánico, aunque muchos sectores siguen tomando a la ligera lo que se viene, mientras la escalada de precios no se detenga, el eclipse financiero se mantendrá. Lo cierto es que la hora cero de la recesión es inatajable.