Gloria Diaz

Profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado; Magíster en Estudios Interdisciplinarios sobre desarrollo; especialista tanto en Gestión Regional del Desarrollo como en Gestión Pública e Instituciones Administrativas de la Universidad de los Andes. Tiene amplio conocimiento y experiencia en agenda legislativa y control fiscal, y un gran interés por la implementación, ejecución y evaluación de políticas públicas. Gerenció la Contraloría General de la República en el departamento de Boyacá. Así mismo, fue Edilesa de la localidad de Santa Fe.

Gloria Diaz

Diplomacia a golpe de tweets: ¡No medir las palabras le cuesta caro al país!

La reciente crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos ha sido una verdadera lección de cómo no manejar relaciones internacionales. Todo comenzó con una serie de declaraciones y tuits desatinados del presidente Gustavo Petro en su cuenta de X (antes Twitter), donde, con una retórica soberbia y desafiante, intentó posicionarse como un líder independiente frente a las decisiones del presidente Donald Trump en materia de deportaciones de colombianos. Sin embargo, el desenlace de esta situación nos deja un sabor amargo y una serie de preguntas sobre la capacidad del gobierno para manejar temas de gran complejidad.

Petro, en su estilo característico, acusó a Estados Unidos de injerencia y calificó las posibles sanciones como "un ataque a la soberanía nacional". Pero ¿qué pasó después de las amenazas de sanciones económicas? En un giro inesperado, aunque predecible para quienes siguen la política colombiana, el gobierno terminó aceptando todas las condiciones impuestas por la administración estadounidense. ¿Dónde quedó la altivez y la "soberanía" defendida a golpe de teclado?

El presidente parecía olvidar que las relaciones internacionales no se manejan como un debate en redes sociales. La diplomacia es un arte que requiere estrategia, prudencia y, sobre todo, conocimiento de las reglas del juego. No obstante, el presidente apostó por la confrontación pública, dejando al país en una posición vulnerable frente a uno de sus principales aliados económicos y políticos.

Uno de los aspectos más preocupantes de esta crisis es la improvisación evidente en la respuesta del gobierno. Mientras Petro se dedicaba a lanzar proclamas desde su cuenta de X, el resto de su equipo parecía no tener un plan claro para enfrentar las consecuencias de un posible aislamiento económico. Las sanciones que Estados Unidos amenazaba con imponer no solo afectarían al comercio, sino también a la inversión extranjera y al crecimiento económico del país.

Por otro lado, la designación de Laura Sarabia como nueva canciller también ha generado serias dudas sobre la dirección de la política exterior de Colombia. Con una experiencia limitada en temas diplomáticos, su nombramiento parece responder más a una estrategia de confianza personal por parte de Petro que a una decisión basada en méritos o conocimientos. En un momento de crisis como este, se necesita una figura con experiencia y capacidad para negociar en escenarios internacionales, no alguien que está aprendiendo sobre la marcha.

La falta de experiencia en el manejo diplomático ha tenido un costo alto para la imagen de Colombia. La relación con Estados Unidos es fundamental no solo por los acuerdos comerciales vigentes, sino también por la cooperación en temas de seguridad, desarrollo y lucha contra el narcotráfico. En lugar de fortalecer estos lazos, el gobierno ha optado por una estrategia de confrontación que, lejos de beneficiar al país, lo ha debilitado.

El desenlace de esta situación no podía ser más irónico. Tras la actitud desafiante del presidente, el gobierno cedió ante las presiones del gobierno de Estados Unidos, aceptando todas las condiciones para evitar las sanciones. Este resultado no solo deja en evidencia la falta de estrategia, sino también la desconexión entre el discurso populista de Petro y la realidad política y económica del país.

El cinismo es inevitable al observar cómo un gobierno que se jacta de su defensa de la soberanía termina plegándose a las demandas de una potencia extranjera. ¿Qué pensarán los seguidores más fervientes de Petro al ver cómo su líder "revolucionario" retrocede ante la primera amenaza real? La desconexión entre el discurso y la acción es, sin duda, una de las mayores debilidades de esta administración.

También resulta preocupante cómo este episodio afecta la percepción internacional de Colombia. El país, que durante años trabajó para proyectar una imagen de estabilidad y confiabilidad, ahora parece sumido en la improvisación y la falta de rumbo. Los socios internacionales toman nota de estos errores, y las consecuencias podrían extenderse más allá de esta crisis específica.

¿Qué lecciones podemos extraer de este episodio? En primer lugar, que las relaciones diplomáticas no se manejan con soberbia ni con discursos vacíos. La diplomacia requiere inteligencia, capacidad de negociación y un profundo conocimiento de los intereses en juego. En segundo lugar, que el populismo y la retórica altisonante pueden ser efectivos para ganar seguidores en redes sociales, pero no para gobernar un país.

Es momento de que el gobierno reflexione sobre su estrategia diplomática y tome decisiones que prioricen los intereses de la nación. Esto incluye fortalecer el equipo de política exterior con figuras que tengan experiencia y credibilidad en el ámbito internacional. La designación de Laura Sarabia como canciller, si bien puede ser una muestra de confianza personal, no es la mejor opción para liderar las relaciones internacionales en un momento tan crítico.

El llamado a la sensatez es más urgente que nunca. Colombia no puede continuar improvisando en temas tan cruciales como la política exterior, especialmente cuando las decisiones afectan directamente su credibilidad internacional y su desarrollo económico. La crisis reciente con Estados Unidos ha dejado en claro que las acciones tienen consecuencias, y que los errores diplomáticos pueden tener costos irreparables, no solo para la imagen del país, sino también para los ciudadanos que dependen de relaciones estables y constructivas con nuestros principales aliados.

Es momento de dejar de lado el ego y las posturas populistas que solo generan ruido, pero carecen de sustancia y estrategia. En su lugar, se necesita un enfoque diplomático profesional y coherente, liderado por personas con experiencia y visión global. Construir relaciones internacionales que realmente beneficien al país requiere de humildad, trabajo en equipo y un compromiso genuino con los intereses de la nación, alejándonos de las decisiones basadas en la soberbia o el protagonismo personal.

En conclusión, la crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos es un reflejo de los problemas estructurales en el manejo del gobierno de Gustavo Petro. La soberbia y las respuestas desatinadas en redes sociales no solo han deteriorado la relación con uno de nuestros principales aliados, sino que también han puesto en evidencia la falta de preparación y estrategia del equipo diplomático. Si queremos avanzar como nación, es imprescindible corregir el rumbo y apostar por una política exterior basada en el profesionalismo, la prudencia y el respeto mutuo.

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