Diego García Bejarano

Ingeniero ambiental sanitario. Especialista en gerencia de recursos  naturales y magister en gobierno y políticas públicas. Fui director de Arborizacion Urbana en el Jardín Botánico, director de Ambiente y ruralidad en Secretaría de Planeación Distrital, concejal de Bogota, director de la Región Administrativa Planeación Especial. Guía profesional de turismo, profesor universitario. Co creador del programa BiciRegion y la ruta turística de la leyenda del Dorado. Asesor de turismo de naturaleza.

Diego García Bejarano.

Del Zipa al Zaque en bici de montaña

Con la firme intención de llegar al lago de Tota, arrancamos con mi hijo, el gran Badhian Jacobo, una travesía planeada y anhelada: llegar a lago de Tota por las trochas y rutas rurales de Bogotá, Cundinamarca y Boyacá. 

El primer día, subimos a patios y tomamos el k18 por el Chocolatero para encontrar la ruta denominada, Biometropolis. Este es el punto donde te separas de los “perfumados”, como llama Otto Bolaños, a los ciclistas exclusivos de ruta, a los que el barro les hace daño. Con todo cariño. 

Es de aclarar que la Biometropolis (ruta MTB), la tomas desde el km 17 subiendo por el Verjón, solo que nuestro viaje era extenso, y decidimos omitir algunos kilómetros de la buena trocha del páramo en los cerros tutelares de la capital.

Volviendo al sector de Chocolatero, para retomar la trocha que nos llevaría a Boyacá, obtienes una panorámica majestuosa del embalse San Rafael y terminas asombrado de la gran cantidad de mansiones y buena vida rural que se posee por estos lugares del valle de Teusacá.

Del Zipa al Zaque en bici de montaña

Almorzamos en la plaza de la Calera, subimos a la Virgen y tomamos la ruta por el teatro la Baranda, en la conocida ruta: Colibrí. Llegamos a Sopó (el cerro fuerte para los Muiscas) y disfrutamos de los postres en la Cabaña, luego a Tocancipá o Toquenzipá, donde los ancestros hacen mención a las alegrías del Zipa, el gobernante del Zipazgo, con sede en Funza, la actual Bogotá, tras la gloria de sus batallas logradas en contra del Zaque.

Este lugar es de especial recordación por la insistencia de un niño venezolano que nos preguntaba con mucha reiteración si éramos mujeres u hombres, (con mi hijo teníamos el cabello largo de las prolongadas cuarentenas) y no podía entender en medio de gafas y cascos que éramos. Al final no se lo dejamos saber y nos montamos en las bicis, sonriendo entre nosotros. Es curioso, pero la experiencia que guardas de un viaje, es aquella en la que te encuentras con otros. 

Tomamos camino por la vía que pasa frente a la hermosa iglesia de Nuestra Señora de Fátima, construida por los Heraldos del Evangelio o más conocidos como los caballeros de la Virgen, y es atrayente el ingreso a esta construcción imponente y majestuosa. 

Luego un falso plano de nunca acabar, para ir a tope y llegar a Suesca, o en vocablo Chibcha SueHyca (la roca de las aves), y claro que lo es, allí es donde se practica la mejor escalada en roca de la región central, y sus paredes rocosas albergan en las partes altas, los nidos de la avifauna que se despliega a lo largo del encañonamiento del río Bogotá, o mejor dicho, del rio Funza.

Del Zipa al Zaque en bici de montaña

ste fue nuestro primer día. 90 kilómetros de pura trocha, territorios antiguos del Zipa, gastronomía especializada en postres, obras arquitectónicas, esculturas muiscas en plazas fundacionales, y la tranquilidad de montar en bici sin temores ni tráfico denso. Dormimos en un muy buen hotel rural llamado La Esperanza, un agradable baño, buena cena y confortable descanso. 

A la mañana siguiente, y guiados por la señalización de las rutas de Biciregión, (un proyecto ordenado a la RAPE por Enrique Peñalosa en calidad de alcalde de Bogotá), tomamos rodada por la ruta denominada Guecha. El camino se abre por la meseta CundiBoyacense, luego de pasar por los vestigios de un túnel que da cuenta de la antigua vía del tren, abandonada absurdamente en el país, para darle prioridad exclusiva al sistema de transporte carreteable. 

A pocos kilómetros se imponen los monolitos de Suesca, formaciones rocosas de una sola pieza, que dan la explicación natural del porque los muiscas llamaban este territorio el lugar de las rocas de las aves. Allí ingresas con un pago módico y tienes tu mejor momento para un descenso de obligatoria grabación en video. 

En cuanto bajas de este nodo energético, te encuentras la laguna milenaria de Suesca, desmejorada por la deforestación temprana y las posteriores acciones de reforestación mal ejecutada, ya que intentaron en los años 70 recuperar su suelo con especies foráneas que agravaron la situación. Es muy probable que esta laguna, junto con Cucunubá y Fùquene haya sido un solo cuerpo de agua, pero hoy son pobres espejos aislados unos de otros, con algunos intentos institucionales y sociales de recuperación. 

Del Zipa al Zaque en bici de montaña

Tomamos el almuerzo en Cucunubá, perteneciente al Valle de Ubaté, el lugar donde los muiscas encontraban en la roca que le rodea, el rostro de un humano, y a lo que llamaron “semejanza de cara”. Lindo poblado, con rincones amenos para el visitante en bici. 

Ya recargados, iniciamos el duro ascenso para llegar a LenguaZaque, el comienzo de los dominios del Zaque el gobernante del Zacazgo quien mandaba desde Hunza, hoy Tunja. Luego de la gloria de sentir la montaña en tus piernas, rodeado de zonas boscosas, inicias el tránsito a Guachetá. Este municipio hace honor a su nombre en chibcha: la labranza de nuestro cerro. Es una ruta agreste, por la potente actividad carbonífera, con tramos industriales y zonas secas por cada mina explotada, que encuentra al final una gran recompensa, el valle de Ubaté y sus grandes hatos lecheros. Allí se extiende la laguna de Fúquene vista a lo lejos, y con la que acompañas la caída de la tarde y el llamado a acelerar el paso para evitar la noche.

Logramos subir la montaña que nos llevaría a Ráquira, y ya con el cielo estrellado entramos por los caminos de la arcilla. El día terminaba con otros 86 kilómetros y más de 9 horas por las paradas y fotos que ameritaba el lugar, arribando a uno de los municipios más bellos de Boyacá: la ciudad de las ollas.

Del Zipa al Zaque en bici de montaña

El tercer día el destino era la casa de Nairo. Tomamos el camino subiendo por Sáchica, un espectacular municipio que guarda la imponencia de la otrora fortaleza del soberano Chibcha.  Nos adentramos a Chiquiza, el campo pelado como lo llamaban los ancestros, la pequeña San Pedro de Iguaque, un lugar congelado en el tiempo, con la iglesia más hermosa que haya visto, el silencio más paramuno de la región, donde la leyenda de Bachué te regocija, donde ser ciclomontañista cobra todo el sentido de la existencia, donde “Ernesto Pérez” te arrulla y te hace sentir uno con la montaña.  Una pola, porque nunca faltará en un rincón de Boyacá una cerveza, y un disfrute, como dice René, para respirar el momento. 

Ya embelesados, vamos en descenso a Combita, la tierra de Nairo, el paisaje profundo del campo colombiano, donde se vibra la mejor energía del mundo para montar bici, donde saben de tu hazaña, el lugar donde cada campesino te alienta y tú te animas al verlos, porque sabes que estas pisando tierra de grandes. 

El cuarto día era Paipa hasta Iza. Y el quinto día el lago de Tota. No lo pudimos lograr. Aunque el destino así lo disponía. Ya que a esas tierras del Zipa y del Zaque debemos volver, porque sabemos que lo mejor está por venir. 

Tres  días sublimes, de nuevo con el mejor, un hijo que ya en “algunos tramos” sobrepasa al maestro y con quien no hayamos la hora de empezar de nuevo, para cumplir el reto, para seguir compartiendo esta pasión de andar en bici por las montañas de nuestro país. 

Diego García Bejarano 

padre de Badhian García Garzón

IG @DiegoGarciaBe

Creado Por
Diego García Bejarano.
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