Gustavo Petro ganó la presidencia por 688.102 votos. El 3.1%. Petro obtuvo 11.2 millones de votos mientras Hernández consiguió 10.6 millones.
En Bogotá Petro sacó 2.2 millones y Hernández, 1.4, ganó por 773 mil votos, eso es, por 20.6%. Eran los tiempos de Claudia López en la alcaldía que se la jugó por Petro. Hoy el alcalde es Galán y no le apostará al petrismo.
En Cali Petro ganó por 310 mil votos, la diferencia fue del 30% y allá el alcalde era Jorge Iván Ospina que apoyaba al presidente. Hoy está Alejandro Eder que no es de Petro. En Medellín ganó Hernández por el 29%, 316 mil votos más que Petro y el alcalde era Quintero, incondicional de Petro. Hoy está Fico Gutiérrez que es opositor al presidente. Y en Barranquilla, Petro ganó por 167 mil votos, una diferencia del 30% con respecto a Hernández pero hoy está Char.
Pero no solo eran los tiempos de alcaldes afines a Petro, es decir de maquinarias locales, sino, sobre todo, -y esto es lo más importante- eran los tiempos de la euforia de cambios radicales impulsado por el estallido social y era el “momento” de las revueltas para el cambio.
Petro, que es un animal político, conectó con ese tiempo y ese momento pero no se quedó ahí. Construyó una estructura política y electoral y para ello hizo alianzas non sanctas con Raimundo y todo el mundo y hasta corrió la línea ética.
Pero hoy el tiempo es otro y el momento también.
Hoy no tiene el apoyo de las estructuras del 2022 y la encuesta de octubre de Invamer indica que sus números de aprobación son casi las mismas que tenía Duque. El expresidente en octubre del 2020, con estallido social y pandemia de por medio, tenía una aprobación de 31% y una desaprobación del 61% y Petro, en octubre del 2024, a los mismos dos años dos meses de gobierno, marcó 34% de aprobación y los mismos 61% de desaprobación de Duque.
Petro no podrá poner presidente del petrismo, pero del ahogado el sombrero.
Le puede funcionar la carambola a tres bandas que hizo con Gregorio ElJach para la procuraduría: sabiéndose que no podrían elegirle un candidato propio, del petrismo, optó por un tercero, de otro partido, de casi todos. El objetivo: derrotar a Vargas Lleras. Lo importante era evitar que llegará a la procuraduría Germán Varón o Henao y así se la jugó.
Lo propio podría hacer en el 2026.
Consciente que el próximo presidente no será nadie del petrismo, su objetivo podría ser evitar que la extrema derecha, llegue al poder. Por eso su forma de gobernar. Gobierna y le habla a su tribu, a su extremo ideológico, para tenerlo en movimiento porque a más polarización, más atrincheramiento, adoctrinamiento y movilización de las bases. Así podrá apostar por inclinar la balanza en la segunda vuelta.
Pero todo cambia. Las mayorías del 22 y hoy, por las encuestas y la calle, se podría afirmar que las mayorías están en otro lado, transitaron a lo que Torini llama momento conservador. Pasamos del momento de revueltas populares y clamor de cambio a uno por preservar lo que aún no han descuadernado y de rescatar lo que se está perdiendo.