Al conocer las decisiones y actuaciones que Daniel Quintero, alcalde de Medellín, ha estado protagonizando por estos días, muy mencionadas en diversos medios y países, me saltó a la mente el nombre de Daniel Escobar, un muchacho de casi 20 años que pasó a la historia local como “Daniel el Hachero” porque, en la madrugada del 2 de diciembre de 1873, dio muerte, usando un hacha, a seis miembros de una misma familia en El Aguacatal, al sur de la ciudad. Su propósito era llevarse el dinero y las alhajas de las víctimas.
En virtud de que leí el relato hace años, la memoria y la imaginación construyeron la insólita asociación entre Daniel el Hachero y Daniel Quintero –ciudadano que no ha cometido ningún crimen– a impulsos de algunas de las conductas de Quintero en las últimas semanas. ¿Por qué? Muy sencillo: porque la mente me hizo “ver” al burgomaestre, no con una brocha en la mano para darle “una pinturita” al tema de Empresas Públicas de Medellín, EPM –tema aún en curso–, sino con un hacha (¿“el hacha que mis mayores me dejaron por herencia”?), figurada, claro, para asestarla en personas y escenarios de dentro y fuera.
Sí, es que el alcalde, a lo mero macho, ha esgrimido simbólicamente la vieja herramienta en buena parte para deshacerse de las críticas a su inexperiencia de gobierno, y reafirmar su autoconfianza con acentos de embrujo y conquista, queriendo decir “¡crean en mí porque aquí mando yo, y punto!”.
Pues sepa, alcalde Daniel Quintero, que usted:
• Les dio un hachazo a las sanas prácticas de gobierno corporativo que venían registrándose en EPM, al concebir una visión de las cosas que desencadenara una crisis que nadie, al menos públicamente, había previsto.
• Le dio un hachazo a la opinión positiva de EPM en los ámbitos internacionales como objeto de crédito y confianza, llevando a algunas calificadoras de riesgo a prender las alarmas y poner en tela de juicio el presente y el futuro de la organización.
• Le dio un hachazo al prestigio nacional que la marca EPM ha estado generando durante los últimos decenios, pese a las dolorosas y rabiosas dificultades de Hidroituango.
• Le dio un hachazo al sosiego de la comunidad laboral de EPM, constituida por mujeres y hombres de las más diversas condiciones sociales, culturales y académicas, comprometidos con la tarea de forjar una entidad que honre a esta región y a este país
Está bien pensar en grande, pero no ser megalómano; ser rompedor, pero no mesiánico.
• Le dio un hachazo al buen nombre del empresariado antioqueño en general –compuesto de emprendedores creativos y comprometidos con el progreso para todos– al insinuar que actúa con apetitos inconfesables respecto de EPM.
• Le dio un hachazo al sentimiento de muchísimos antioqueños por EPM, que la tenemos como una obra nacida en las mejores entrañas de nuestra manera de concebir la vida y las cosas.
• Le dio un hachazo, también, a su reputación personal al parecer un funcionario impredecible (aunque está bien sorprender), dictatorial (aunque está bien ser enérgico), megalómano (aunque está bien pensar en grande), caprichoso (aunque está bien luchar por lo propio), vanidoso (aunque está bien creer en sí mismo), mesiánico (aunque está bien ser rompedor), nada de lo cual niega, pero sí intoxica, su talento y su pasión por lo público.
Y está bien, muy bien, que sienta orgullo de lo que ha sido su trayectoria, con los ecos todavía audibles de las calles del barrio medellinense donde vio sus primeras luces, y de su ahínco por lograr una mayor calidad de vida (¡aplausos!). Pero está mal, muy mal, hablar de ello con invocaciones sutiles o explícitas a la lucha de clases (¡predicada por aquel a quien, en 2018, usted dio su voto para presidente!).
En sus manos, de brocha y hacha, está muy buena parte la confianza que la ciudadanía tenga en usted y en EPM, entidad que debe marchar con la mirada en alto y resplandeciente, y a la que, a pesar de sombras y errores, como obra humana, muchos admiramos y deseamos lo mejor para bien de todos.
INFLEXIÓN. De usted también depende que siga siendo conocido como Daniel Quintero y no como “Daniel Kim-tero” (en homenaje al tirano comunista de Corea del Norte), “Daniel King-tero” (en homenaje a la sangre azul) o Daniel el Hachero II (en homenaje a sus golpes de opinión).
Por: Ignacio Arizmendi Posada
22/8/20