Hemos visto demasiado de lo mismo y eso aburre. En la actual contienda electoral, los eslóganes llamativos, creativos y que se alejen de lo convencional, han estado ausentes. Hay mucha dieta de originalidad.
Las reglas para acertar fueron olvidadas o lo que es peor, el lugar común se estableció en muchas campañas. La pereza los invadió o decidieron reciclar anteriores herramientas publicitarias para salir del paso. No piensan diferente.
Recordemos algunos de estos códigos irrenunciables: que el eslogan sea simple, memorable, significativo, contundente y de mucha recordación. La inspiración para dar en el blanco, no es frecuente que ocurra.
Un eslogan de impacto, relevante, siempre será clave dentro de una campaña. No es algo accesorio, que pareciera ser lo que ocurre en muchos candidatos. Tal vez dejan lo importante en manos de personas equivocadas.
A la memoria de los votantes se accede de diversas maneras. Una errática decisión en la imagen corporativa de una campaña, puede hacer la diferencia entre el triunfo y la derrota. Nunca olvidar que esos pasos en falso se pagan con la espera de cuatro años, en las próximas elecciones.
Estos mensajes que condensan toda la campaña, son protagonistas de la misma. Un buen eslogan acerca y crea afinidad con el elector, lo contrario es muy posible que implique rechazo. Entonces, el aspirante hará parte del montón.
No todo ha sido para el bostezo. Varios candidatos han sido muy eficaces, consiguieron llamar la atención, no solo de los ciudadanos, también de los medios de comunicación. Hicieron la tarea con juicio.
Asistimos a un incontable número de eslóganes fallidos. Muchas campañas usan el tono equivocado y esto casi siempre y de forma inatajable, conduce a un abismo sin los votos anhelados.
En conclusión, hay una crisis de eslóganes. Muchos mensajes genéricos, se alejan del plural. Serán recordados para el olvido, nada más. Hagan el esfuerzo creativo o sino miren la campaña de 2008 de Barack Obama, con su implacable: “Yes, we can”. Sí podemos.