Esta semana se han conocido los audios en los que Oscar Iván Zuluaga admite haber recibido dinero de Odebrecht para financiar parte de su campaña a la presidencia, aun cuando por años él mismo lo había negado de manera sistemática y cuando su partido, como siempre, había hablado de la honorabilidad del excandidato como para recibir ese tipo de coimas a cambio de prebendas.
Los audios, sin embargo, muestran no solo que el excandidato sabía y era consciente de recibir el dinero, sino que además con un absoluto cinismo acepta que “[...] pues es que tienen un contrato, pues claro que hacían huevonadas, seguro, como lo hacen todas las empresas[...]”, normalizando a su paso la corrupción y la malversación de los recursos públicos; como quien dice para Oscar Iván Zuluaga el fin justifica los medios.
La narrativa de la derecha, en este caso y en todos, como un libreto aprendido, ha sido enfocado a la buena fe de sus copartidarios y a sacar en limpio a su máximo líder a quien, una vez más, han vuelto a engañar. Y es que, resulta paradójico el hecho de que veníamos de una semana en la que el expresidente se había dado cuenta de que había sido engañado con el tema de los falsos positivos en Dabeiba, y luego por uno de sus más fieles alfiles.
A pesar de los esfuerzos que hacen por mostrar el caso como un hecho aislado y de que miren para otro lado, lo de Odebrecht refleja una estructura consolidada al interior del partido y que tocó no solo a Zuluaga, que fue al que cogieron como chaleco antibalas, sino que quedan atrás encubiertas un montón de personas, incluido el expresidente Iván Duque, que en su calidad como Senador y asesor estuvo presente en la reunión de acercamiento entre la multinacional y la campaña.
Otro hecho que resulta particularmente relevante es el hecho de que la multinacional haya ofrecido ayuda en el caso de Hidroituango, especialmente por la cercanía del entonces alcalde y excandidato a la presidencia Federico Gutiérrez con Zuluaga y Duque. Se convierte esto en el reflejo de un sistema contractual que termina convirtiéndose y corrompiendo el sistema electoral.
En este momento de la historia, y aún con muchos interrogantes sobre todo lo que rodea los hechos de Odebrecht y lo que ha significado para las campañas de la derecha colombiana solo hay una certeza y es que las viejas formas, la corrupción y el saque sistemático son las cosas que no se pueden seguir repitiendo y a las que se oponen cambiar.