Augusto Solano

Presidente Ejecutivo de Asocolflores desde el año 2000. Ingeniero Industrial de la Universidad de los Andes y MBA del Wharton School, de la Universidad de Pennsylvania, asesor económico y financiero del Ministro de Desarrollo. Formó parte de las Juntas Directivas del Instituto Colombiano Agropecuario – ICA en representación del presidente de la República, la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), del Consejo Empresarial para el Desarrollo Sostenible (Cecodes, Presidente Junta Directiva), de Porvenir S.A. y de la Universidad ICESI.  También lo es de varias organizaciones de la floricultura internacional en los Estados Unidos y Europa.

Augusto Solano

25.000 millones de kilómetros cuadrados sin una sola flor

Al seguir el cubrimiento de la inauguración de la COP 16 de Cali me encontré con una pregunta lanzada desde el New York Times por la reconocida periodista medioambiental Catrin Einhorn. 

En su publicación, titulada “En Colombia, la protección internacional de la biodiversidad está en el foco” Einhorn aseguró que “En la agenda está la vida en la Tierra, en todas sus formas y variedades. La gran pregunta es hasta dónde llegarán las naciones para detener el desastroso declive en curso”.

Este cuestionamiento, de alguna u otra forma, lo hicieron, lo hacen y lo seguirán haciendo a lo largo de esta cita internacional y frente a los resultados obtenidos, la mayoría de los periodistas y personas en el mundo. Por eso creo que no debería causar sorpresa. 

Pero lo traigo a colación porque al leerlo me hizo recordar un artículo de 1981 de Gabriel García Márquez, el cual leí nuevamente hace pocos días,

“25.000 millones de kilómetros cuadrados sin una sola flor” fue el título con el que el escritor, ante la llegada del hombre a la luna, se refirió al sistema solar. “Allá no hay nadie. Es una inmensa noche glacial de 25.000 millones de kilómetros cuadrados donde hay océanos de nitrógeno líquido, vientos diez veces, más devastadores que los tifones de Sumatra, y tempestades apocalípticas que pueden durar hasta 30.000 años, pero no hay una sola flor. Ni siquiera una rosa miserable como esta de mi escritorio, que se aburre quizá por no ser más de lo que es, sin saber que ella sola es un prodigio irrepetible en el universo”.

Sin dejar de ser entusiasta ante lo que se podrá alcanzar durante nuestra COP 16, de manera simultánea me preocupa la doble crisis de cambio climático y pérdida de biodiversidad que atenta contra nuestro planeta, ese “prodigio irrepetible” que para mí el querido Gabo a bien comparó con una flor.

Tempestades, sequias y diferentes eventos climáticos extremos nos azotan y son muestra de la furia con la cual la naturaleza nos urge a detener el caos que a su alrededor hemos creado. 

Esta es la primera COP sobre biodiversidad desde que los países alcanzaron un acuerdo histórico en Montreal hace dos años. En Cali, el objetivo está en llevarlo a la práctica y evitar que la Tierra se convierta a su vez, haciendo referencia a la descripción de nuestro más importante novelista, en 510 millones de kilómetros cuadrados sin una flor.

Imaginar un mundo sin flores es un gran ejercicio para entender lo que está en juego. Sin ellas el grupo de polinizadores, compuesto por pájaros, murciélagos, abejas, mariposas, escarabajos y otros pequeños mamíferos, se quedarían sin alimentos. Se afectaría toda la cadena alimenticia, se extinguirían la mayoría de las plantas y de animales, y se acabaría la producción de oxígeno.  

Sin flores no hay semillas, no hay frutos, no hay vida. Por eso creo que nuestro Nobel describió la ausencia de las flores como una forma de referirse a las maravillas de la flora, la fauna y los ecosistemas, en este lugar único e irrepetible del universo que nosotros habitamos.

 

Aún tenemos la oportunidad excepcional de contemplar y relacionarnos entre plantas, animales, océanos, montañas y un sin número de maravillas que nos regala la naturaleza. Esa majestuosidad nos brinda todo lo que requerimos para vivir a plenitud. Sin embargo, estamos acabando con todo lo que se nos ha regalado.

Creo que la maravillosa narrativa de Gabo es una oportunidad para que todos reflexionemos sobre la importancia que para la humanidad tiene, y tendrá en el futuro inmediato, la COP 16.

Y es que de esta reunión internacional depende en gran medida que este planeta, único que hasta ahora sabemos alberga vida, sobreviva. 

De ser insuficiente la respuesta a la pregunta de Einhorn de “…hasta dónde llegarán las naciones para detener el desastroso declive en curso”, los 510 millones de kilómetros cuadrados de ecosistemas y diferentes hábitats de la Tierra, pasarán a ser parte de esos 25.000 millones de kilómetros cuadrados sin una sola flor que relató el genio de García Márquez.

Se que es coincidencia, pero por algo el símbolo de la COP 16 para representar la importancia de la naturaleza y sus beneficios para el ser humano, es una flor.

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Augusto Solano
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