Cada inicio de año, suelo dedicar este tiempo a revisar cómo cerré el año anterior y a plantear mis resoluciones para el siguiente. Sin embargo, este 2025 me encuentra en un lugar distinto. Cerré el 2024 de una manera muy diferente, y aunque aún no he realizado mi acostumbrado ritual de reflexión, lo haré pronto. Este pequeño retraso, lejos de ser un obstáculo, me ha llevado a un aprendizaje clave: el valor de soltar el control.
Debo admitirlo: me gusta tener todo bajo control. Pero el intento de controlar obsesivamente cada aspecto de la vida es una lucha perdida, porque siempre habrá factores externos que escapen a nuestra influencia. Reconocer esto no solo libera, sino que también nos invita a abrazar la flexibilidad.
Hace algún tiempo, escuché una metáfora sobre el bambú: se dobla con el viento, pero rara vez se rompe. Este concepto me ayudó a comprender que la flexibilidad no significa debilidad, sino la capacidad de adaptarse sin perder la esencia ni la fortaleza interior.
En el liderazgo, esta flexibilidad es fundamental. Un líder rígido puede quebrarse ante las presiones, mientras que uno flexible sabe ajustar su enfoque sin traicionar sus valores. Personalmente, he recibido mayores reconocimientos en la vida cuando he sido flexible. Sin embargo, también reconozco que no me resulta algo natural; es un ejercicio consciente. ¿Te sucede a ti también?
Esto me lleva a reflexionar sobre la fortaleza interior: esa capacidad de mantener la estabilidad emocional, mental y espiritual frente a los desafíos. No implica ser invulnerable ni insensible al dolor, sino encontrar significado incluso en los momentos más difíciles. Como escribió Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido: “Cuando no podemos cambiar una situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos”.
El bambú nos ofrece una poderosa lección: su fortaleza proviene de su flexibilidad y de sus raíces profundas. Aunque se doble ante los vientos más fuertes, nunca pierde su conexión con la tierra y siempre se recupera. Esta combinación de flexibilidad y firmeza es, para mí, el modelo perfecto de fortaleza interior en la vida y el liderazgo.
Como líderes, nos debemos a nuestra gente. Somos ejemplo, y parte de esa responsabilidad implica tener conversaciones claras, reconocer los hechos como realidades innegables, pero también ser dueños de los impactos y de cómo gestionarlos.
Al reflexionar, me doy cuenta de que ya tengo mi propósito renovado para este 2025: ser dueña de mí misma, de mis reacciones, y aceptar aquello que no puedo controlar, pero empoderarme para gestionar lo que sí está en mis manos.
¡2025, allá vamos! Estoy lista para los cambios y los retos que traerás, porque sé que dentro de mí tengo todo lo necesario para avanzar y para guiar a mi equipo hacia los objetivos que juntos nos hemos propuesto. Valores firmes, principios sólidos y un propósito claro.