Guillermo Edmundo Chaves fue uno de los escritores nariñenses más importantes que ha tenido el departamento, junto con el poeta Aurelio Arturo, seguro uno de los mejores de toda la literatura colombiana, y con Ignacio Rodríguez Guerrero y Plinio Enríquez, sus más destacados prosistas. Chaves estudió derecho, y a diferencia de muchos escritores que pronto lo dejaron por la literatura, Chaves lo practicó paralelamente a su producción literaria, que no es muy extensa, tal vez por eso mismo. En 1940, Chaves publicó un libro de poesía llamado Oro de lámparas, que tuvo un muy buen recibimiento por parte de la crítica. En el prólogo, el poeta Eduardo Carranza habla de su “fresco vigor pictórico, su sabiduría de corazón, de asombro y de ternura, de patria y de sueño”, y demás elogiosísimos elogios con que, colgados por ahí como guirnaldas, dan finalmente a entender que a Carranza, Chaves le parecía un gran poeta, y eso en una época en que Guillermo Valencia y Porfirio Barba-Jacob estaban publicando sus mejores obras.
De todas formas, el libro con el que Chaves logró cautivar a los lectores de su época no fue con su libro de poemas, sino con una novela, una novela acerca de la vida en Colombia, de la muerte en Colombia, una novela nacional en todo el sentido de la palabra, vista desde el punto de vista de los pobres, en este caso de unos trabajadores en unas canteras de piedra al sur de Nariño. Pocos meses después de que la novela salió a la luz, con el llamativo título de Chambú, que significa grito en cierta lengua indígena de cuyo nombre no quiero acordarme, los críticos ya la estaban comparando con La vorágine de José Eustasio Ribera y por supuesto con la María, de Jorge Isaacs. En efecto, Chambú es ese tipo de novela, de grandes ambiciones, y aunque no logró la importancia de sus congéneres, sí logró un impacto considerable en su década.
Por eso es que en 1961 la Colombian National Films, productora ahora extinta, financió un largometraje que salió con el mismo título y en que la novela de contaba de manera bastante fiel. Dirigida por Alejandro Kerk, la película tuvo una suerte parecida a la novela, una efímera pero no poco intensa fama. Parte de su mala fortuna se debió a que pocos años después de su estreno fue enviada a España para arreglarle el sonido, y allá las latas se refundieron y finalmente se perdieron, quedando sólo 16 minutos de la película que ahora están en manos de Patrimonio Fílmico.
Junto con su película y su novela, Chaves también fue pasando lentamente a esa sección del olvido colectivo nacional en la que abundan con tanta desproporción los escritores. Colombia es en efecto uno de los países que tal vez olvidan más rápido a sus poetas y novelistas, no bajo la ola de los nuevos, curiosamente, sino bajo las sombras de tres o cuatro escogidos más o menos arbitrariamente. Tal vez ya cumplir años de muerto sea la única esperanza de escritores como Chaves, y como tantos otros.
Guillermo Edmundo Chaves
Jue, 19/05/2011 - 07:46
Guillermo Edmundo Chaves fue uno de los escritores nariñenses más importantes que ha tenido el departamento, junto con el poeta Aurelio Arturo, seguro uno de los mejores de toda la literatura colomb