Coloquialmente, es muy común escuchar o decir: “si yo fuera…” para expresar decisiones que se tomarían ante determinada situación, subiéndose a los zapatos del otro, de quien efectivamente está en posición o en posibilidad de definir, determinar u orientar un proceso o una medida en un momento dado.
Por eso les invito a realizar tal ejercicio, y para el efecto, voy a contarles qué haría yo si fuera:
- Si yo fuera Iván Duque, cambiaría radicalmente la conformación del consejo de ministros y en cada una de las carteras nombraría a personas que, ante todo, supieran de dos cosas: de política y de opinión. Los secundaría con viceministros muy técnicos en cada tema que los supieran ilustrar, respaldar y argumentar. Hablo, por supuesto de política como ciencia, no de politiquería o de burocratismo.
- Si yo fuera Fabio Aristizábal, ordenaría liquidar a Medimás, y al tiempo, solucionaría dos problemas: el primero, el cúmulo de desatenciones, burlas, esperas y engaños a sus usuarios; y el segundo, desvirtuaría los runrunes que afirman en la calle y en voz baja que yo tengo nexos económicos con sus dueños o directivos.
- Si yo fuera Carlos Queiroz, llamaría a Jorge Carrascal a la selección Colombia y arriesgaría con él en la titular o alternantes principales, tanto para los partidos de la Copa América, como para los de los clasificatorios a Qatar. Sabría que tal decisión generaría controversia, pero también, que como ocurre con estrellas en Brasil o Argentina, refrescar mi nómina con noveles jugadores acrecentaría la pasión popular por la camiseta y me inscribiría en la historia como un seleccionador proactivo y atrevido.
- Si yo fuera Julio Sánchez Cristo, mantendría a toda prueba el respaldo a cada uno de los periodistas de mi equipo en su manera de pensar, pero les pediría que no lapidaran o ensalzaran a cada invitado al aire. Que sin prevención alguna les pregunten lo que quieran, pero que no se conviertan en jueces o salvadores de los entrevistados, dependiendo de su particular manera de calificarlos o entender su comportamiento personal o público.
- Si yo fuera Gustavo Gómez, asumiría mi papel con todo el conocimiento y la experiencia que me caracterizan, pero con la personalidad y la seriedad que implica ser un director de noticias y no un orientador de programas de humor o de sátira política. Utilizaría mi humor, claro, pero para darle “sabor” al espacio radial, no para ridiculizar o parecer simplemente gracioso.
- Si yo fuera Vicky Dávila, descansaría, al menos tres meses de Gustavo Petro, y aunque me causara mucha dificultad, haría un inventario de fuentes que mantuvieran arriba el rating de mi programa y los likes de mis redes. Con ello, conseguiría demostrar que tengo suficiente formación para afrontar temas distintos y que no es verdad que tenga un compromiso político o económico con él.
- Si yo fuera Fernando Molina, después de haber transformado mi vieja sede radial para convertirla en una “nave” tecnológica con todas las facilidades y comodidades para los profesionales del micrófono y el equipo administrativo y técnico, “vestiría” sonoramente, con un traje también moderno y novedoso, emisoras como la Básica o Antena 2, ya que su identificación, promociones y ambientaciones, en general, suenan viejas, rezagadas y aburridas.
- Si yo fuera El Tiempo, repensaría otra vez mi papel como diario y crearía, por ejemplo, en periodismo de opinión, espacios para columnistas nuevos, no en edad, sino en la manera de plantear los temas de actualidad, para lo cual, conformaría un comité externo que planteara retos de contenido para encontrarlos. También abriría páginas para promover crónicas sobre el acontecer nacional, con características similares al cuento, es decir, que garanticen tensión e intensidad para cautivar lectores, en vez de gastar papel en contenidos “nevera”, fríos y lejanos.